Caleta Caballo es un pueblo de apenas 200 habitantes y tan solo una calle asfaltada en la costa oeste del municipio de Teguise (Lanzarote). La llegada de los cuatro supervivientes de la patera que naufragó en la madrugada del pasado miércoles a tan solo unos tres kilómetros de distancia, en Costa de La Laja, ha puesto uno de los focos de la actualidad regional y nacional esta semana en esa localidad. El perro Chispita primero y sus dueños después, Esteban Machín y Ofelia Curbelo, alertados por los ladridos de su mascota, fueron los primeros que salieron al encuentro de los marroquíes que salvaron sus vidas.

En Caleta Caballo no hay ninguna tienda en la que comprar ni tan siquiera un pan y mucho menos existe una cantina ni un bar en los que tomarse un café o refrescarse con una cerveza a la orilla de la marea. Sin embargo, este pequeño pueblo costero situado al oeste del municipio de Teguise, entre Soo y La Santa (Tinajo), con casi todas sus calles de tierra, tan solo su acceso principal está asfaltado, desbordó el pasado miércoles la solidaridad de sus vecinos.

Hasta allí llegaron caminando descalzos, sobre las ocho de la mañana del pasado miércoles, extenuados tras vivir una noche infernal, los cuatro únicos supervivientes de la patera que zozobró en la zona denominada Costa de La Laja, un entrante rocoso y de difícil acceso entre Soo y Caleta de Famara, a unos tres kilómetros de Caleta Caballo. En la expedición, que había salido cinco días antes de Agadir, viajaban, al menos, otros nueve norteafricanos, que se ahogaron tras intentar desembarcar en medio de olas de tres metros de altura. Sus cuerpos fueron recuperados entre el miércoles y jueves de esta semana por los equipos de emergencia y seguridad.

Remanso de paz

Caleta Caballo es un remanso de paz a orillas del océano en el que hay censados 206 vecinos, según la información del Instituto Nacional de Estadística de 2018 recogidos por el Centro de Datos del Cabildo de Lanzarote. También hay residentes de fines de semana y en vacaciones. En la localidad se conocen todos sus habitantes y enseguida se dan cuenta de las caras desconocidas. El perro Chispita, un animal de tres años y sin raza conocida, del matrimonio Esteban Machín y Ofelia Curbelo, salió al encuentro de dos de los marroquíes nada más verlos llegar al pueblo por la calle Hernán Cortés, por la que se va al litoral de piedras y jable de la trasera de Soo. Un rato más tarde apareció en Caleta Caballo el tercero y finalmente el cuarto.

Al escuchar los ladridos de su mascota, Esteban, que estaba tomándose su desayuno, salió a la calle a ver qué pasaba. Lo menos que podía imaginar era lo que estaba viendo. "Son dos moritos", le avisó su mujer tras salir detrás de él. "Los chicos estaban descalzos, mojados y pedían agua desesperados a la vez que hacían señas pidiendo que llamaran por teléfono", relató. Les dio un par de botellas para que bebieran y luego otras dos a los restantes.

Esteban y Ofelia fueron las primeras personas a las que solicitaron ayuda los marroquíes. Esteban reconoció que "no se impresionó al verlos, puesto que no estaba pensando en nada de eso". Cuando salió de su casa los muchachos estaban acariciando al perro, que ya no ladraba.

Tomasa Machín, hija de Esteban y Ofelia, acababa de dejar a su niña en la parada de la guagua escolar que la traslada a diario al colegio de Tinajo y charlaba con otras madres cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando. "Llamamos al 112, a la Policía Local y la Guardia Civil después de que mi padre trajera a los dos primeros a donde estábamos nosotras. Lo que queríamos era abrigarlos porque estaban empapados. Por señas nos decían que vinieron doce y que había fallecidos. Estaban temblando, llorando, asustados y desorientados porque pensaban que estaban en Las Palmas. Nos daban la gracias", señaló Tomasa.

Juana de León, en muletas y convaleciente de una reciente operación, vio a los jóvenes "bastante mal, con los pies destrozados". Les dio "leche con Islacao, una camiseta y una manta", comentó. Otra vecina les compró pan de Tinajo y también les acercaron latas de atún y sardinas y les repartieron más piezas de ropa para que se cambiaran.

Llorando le decían a Juana "¡mi hermano, mi hermano!", señalando al lugar de la tragedia, y que "para Marruecos ellos no se querían ir", sin imaginarse esta residente la tragedia que había ocurrido unas ocho horas antes, alrededor de la una de la madrugada del miércoles cuando la barquilla volcó. No era la primera vez que llegaban inmigrantes en patera a Caleta Caballo, pero eran los primeros que vio Juana.

Otros tres vecinos, Juan Hernández, Sotero Martín y Tobías, fueron los primeros que se trasladaron hasta el lugar del horror. Cuatro inmigrantes han podido contar el drama desde esta orilla. La búsqueda de otros posibles desaparecidos se suspendió el pasado viernes.