Varios tinerfeños que residen en diferentes barrios de Santiago de Chile viven con preocupación, incertidumbre y tristeza los acontecimientos de las últimas semanas, con fuertes revueltas en las calles, saqueos, destrucción e incendios, junto a la respuesta del Gobierno de Sebastián Piñera en forma de toque de queda. Los isleños consultados tienen claro que en el país sudamericano deben cambiar muchas cosas a nivel social. La clave está en si las formas utilizadas para afrontar la situación son las adecuadas y qué consecuencias tendrá este fenómeno en el futuro a corto, medio y largo plazo.

Verónica Homs, de Santa Cruz. Periodista y natural de Santa Cruz de Tenerife, lleva 11 años fuera de la Isla. Residió en Argentina y en Perú. Y hace seis años que se estableció en Chile con su marido y ya tienen dos hijos nacidos allí. Homs advierte de que se trata de un "país muy fragmentado, con una gran diferencia social". Es decir, o eres rico y vives en un "barrio alto"; o eres pobre. Explica que es "muy caro", donde la Sanidad no tiene apenas cobertura pública y la educación, si no es privada, resulta muy deficiente. Homs tiene la suerte de habitar en un pueblo de gente acomodada. Una de las primeras preguntas que les hacen a los foráneos trata sobre en qué colegio o instituto estudiaron. Esa circunstancia "marca tu vida", aclara la tinerfeña.

Dicha periodista recuerda que los jóvenes, casi de forma obligatoria, se endeudan para hacer una carrera universitaria. Y ese crédito lo pagan durante seis o siete años tras encontrar trabajo. Sobre los medicamentos, aclara que en Chile, por ejemplo, el paracetamol está un 120% más caro que en España.

Tras la última aprobación de la subida del precio del metro, la segunda en un año, se produjo la primera protesta callejera. Homs pensó entonces que se trataba de "una manifestación más", en una ciudad en la que estas movilizaciones son muy habituales. La divulgación en las redes sociales de una foto del presidente Piñera cenando en un restaurante de alto nivel en la noche en que ardían estaciones de metro contribuyó a elevar el nivel de indignación ciudadana, según explica la tinerfeña. La declaración del estado de emergencia ha marcado la vida de los ciudadanos, que no pueden estar en la calle entre las ocho de la noche y las seis de la madrugada, con la intención de evitar el incremento de actos violentos, saqueos y vandalismo. Para Homs, tal situación resulta especialmente impactante para quien hasta ahora no ha tenido que pasar por tal limitación en la libertad de movimientos.

A pesar de que vive en un barrio de clase alta, Homs ha tenido que hacer colas de cuatro horas para entrar en un supermercado. Y es que los responsables de dicho negocio solo dejaban pasar de diez en diez personas para garantizar la seguridad. Apunta que en el centro de Santiago han quemado muchos comercios de distribución alimentaria.

Verónica Homs manifiesta que el salario mínimo para los chilenos apenas pasa de los 400 euros, pero el alquiler de una vivienda en una zona obrera cuesta 600, lo que, en ocasiones, obliga a las familias a tener más de un trabajo. Si se trata de una casa en un "barrio alto", ya el precio asciende a 1.200. E, independientemente de la actividad realizada en su vida laboral, la pensión por jubilación no supera los 120 euros. Ante esa perspectiva, muchos mayores trabajan mientras les duren las fuerzas, aunque tengan más de 70 u 80 años para mantenerse ellos o ayudar a la economía familiar, según Homs.

A muchos chilenos, ver a los militares y los tanques en las calles a partir de las 20:00 horas les recuerda los años de la dictadura de Augusto Pinochet, en palabras de esta tinerfeña. Homs señala que las primeras muertes en los episodios de las revueltas se produjeron en el interior de una tienda, que acababa de ser saqueada y a la que alguien tiró un cóctel molotov.

Reconoce que "manifestarse es un derecho", pero las acciones de los violentos se han apropiado de la reivindicación social. Homs apunta que ricos y pobres coinciden en que las condiciones de vida y sociales deben cambiar algo, pero el cariz que han tomado las revueltas callejeras ya no agrada tanto a muchos de los ciudadanos, que prefieren quedarse en sus casas.

En medio de toda la crisis, los bulos del interior y del exterior, así como la manipulación informativa parecen inevitables. Para Homs, a las pérdidas económicas sufridas por muchos empresarios o la reducción de ingresos padecidos por los trabajadores que no pueden ir a sus puestos en estas semanas, ahora hay que añadir que en Chile diciembre, enero y febrero son los junio, julio y agosto en el hemisferio norte. Para esta periodista, muchos comercios en el centro y varios distritos de la capital están desabastecidos. En su opinión, quienes entran a muchos negocios "no saquean por hambre, los saqueadores son delincuentes" y "la clase obrera, la que protesta, es la más perjudicada" con la actual situación.

Apunta que la mayoría de los extranjeros residen en áreas acomodadas y que, a veces, en otros enclaves los propios vecinos hacen guardia para que no les roben u ocupen sus viviendas. Verónica dice que las soluciones que da el Gobierno son "insignificantes ante los problemas reales".

Carlos Herrera, de La Cuesta. Natural de La Cuesta, lleva en Chile desde 2012, donde constituyó una empresa y se casó con una chilena. Coincide con Homs en que "es un país muy complicado, no hay clase media ni seguridad social". Apunta que el 90 por ciento de los trabajadores no perciben más de 420 euros. Herrera Curbelo señala que "el estallido social está justificado; ricos y pobres coinciden en que hay que cambiar" las circunstancias actuales. El problema es que a quienes reivindican esos cambios se les han unido "los antisistema". Para este hombre lagunero, "el toque de queda es lo más bruto que he visto en mi vida". Recuerda que, al igual que en Barcelona, algunas de las acciones violentas tienen la firma de los que se identifican con el acrónimo ACAB (All cops are bastards, 'todos los policías son bastardos'). Explica que él mismo salió en una protesta el pasado día 18 de octubre para hacer sonar una cacerola, "pero estos grupos se concertaron para quemar estaciones de metro; y después han seguido quemando supermercados o bancos". Herrera afirma: "Lo que más miedo me da es que muchos venezolanos que viven aquí aseguran que esto ya lo vivieron ellos en su país hace años; y hay miedo a que haya un golpe de Estado". Ese tinerfeño indica que "me duele ya Chile; nunca pensé en ver tanques en las calles, que es volver al pasado".

Beatriz González, de Tejina. Es licenciada en Química y, tras llegar a Chile, montó una empresa que produce detergentes ecológicos. Ante la situación generada, por una parte se muestra "feliz, porque la gente lucha por sus derechos". Pero, por otra, tiene "miedo e incertidumbre por lo que va a pasar". Aclara que este país "me dio una oportunidad de trabajar y crecer, pero luchando duro y pagando muchos impuestos, cobrando a 30, 60 o 120 días". González señala que hay "grandes empresas que piensan en irse". Y, ante esto, "no existe un Gobierno sólido y Piñera tiene muy poco apoyo". En las últimas elecciones votó menos del 40% de la población. Beatriz reside en la Comuna San Miguel, donde existen barricadas y la primera semana hubo caceroladas y fuegos en las calles. Apunta que "la gente usa lo que tiene para quemar, para hacerse notar en su protesta". En otras zonas, "los vecinos se reúnen en villas para que no entren en las casas y se organizan por turnos". Indica que "el centro de Santiago está destrozado" y abundan las pintadas ofensivas a los militares, como "milicos culiados", que es un insulto muy fuerte. Manifiesta que hay estaciones de metro que no se recuperarán hasta el próximo año. En otros casos, existen líneas de metro que no funcionan o que lo hacen con limitaciones. González sí está de acuerdo "con el objetivo, pero no con las formas". Advierte de que la lucha pacífica es posible y factible. Y casi recuerda emocionada la manifestación a la que fueron un millón doscientos mil chilenos en la capital. En ese acto uno de los himnos fue El derecho de vivir en paz, una canción del inolvidable Víctor Jara.