Frustrado pero nada asombrado tras haber tenido que dejar de publicar contenidos nuevos en la edición digital de la prestigiosa Revista de Libros que creó en 1996, Álvaro Delgado Gal (Madrid, 1953) concluye que internet es una herramienta muy útil pero su modelo de negocio sigue sin aparecer. Ese es el motivo del final de su proyecto dirigido a desarrollar la opinión cultural a través de la reseña de libros. "Asistimos a un desorden completo en el que se emplean todo tipo de triquiñuelas para hinchar el tráfico" de las páginas, denuncia en su casa en pleno barrio madrileño de Ópera, donde las paredes lucen orgullosas los valiosos cuadros de su padre y de su tía. Pesimista ante un futuro que marcan como pollos sin cabeza los influencers, Delgado asume que el derrumbe de las élites ha abierto las puertas a políticos de poca altura moral y moralistas de lo inmediato como Greta Thunberg, adolescente "dogmática y grotesca". Físico y filósofo, amante de la lectura y escritor empedernido, evoca horrorizado cómo vio a una japonesa sacarse un selfie ante La Gioconda en un Louvre abarrotado al que ya no le apetece acudir. "El turismo de ahora es perverso", se queja.

¿Cómo hay que interpretar el cierre de la 'Revista de Libros', que usted dirigía, Álvaro?

Técnicamente es una suspensión en busca de financiación para poder reflotarla.

Era una publicación similar a otras tan prestigiosas como New York Review of Books. ¿Qué ha pasado?

Esa era la inspiración: desarrollar la opinión cultural a través de reseñas de libros.

Que la edición en papel continué, ¿no parece algo contradictorio con la desaparición de la digital?

Queremos preservar la continuidad de la revista pero manteniendo los criterios de calidad y lo que nos falta es dinero.

Descríbame el tamaño de su decepción por haber tenido que echar el candado a la revista.

Me sentí frustrado pero no sorprendido. El mundo cultural vivió mucho tiempo de la financiación de las cajas de ahorros, que se vinieron abajo. Ahora es difícil obtener publicidad. No dirigiría una revista sin garantía de financiación.

¿Qué le ha enseñado la reconversión de editor en papel impreso a editor digital?

Internet es una herramienta muy útil pero el problema es que no se ha descubierto aún su modelo de negocio. La publicidad no tiene localizado a su público objetivo en un desorden completo que lleva a las empresas a autojustificarse a través de un tráfico manipulado con todo tipo de triquiñuelas.

O sea, que va a ser sustituido usted por los 'influencers'.

No lo creo. Me causa melancolía que los influencers ocupen tanto espacio mientras la cultura se las ve y se las desea para subsistir.

'Influencers' que agitan lugares comunes.

Exacto, se limitan a confirmar lugares comunes, a perpetuar cajas de eco, mientras que la cultura es cuestionar esos lugares.

Nos quedan los culturales de los periódicos. ¿Qué opina de ellos?

Siempre han dado pérdidas y se editaban por razones de prestigio. Se han empobrecido pero es meritorio que algunos editores los sigan lanzando. Es una pena que las ideas se generen entre pocos y en círculos reducidos.

¿Cuál es su opinión sobre el papel estelar de la niña Greta Thunberg en los medios denunciando el cambio climático, que obligatoriamente debe recibir tratamiento de situación de emergencia?

Es dogmática y grotesca pero lo importante es que ha ocupado las primeras páginas de los periódicos. Espero que no por mucho tiempo. Usa un lenguaje moralista, intimidatorio y autoritario que recuerda a los santones de la Edad Media. Con ella apareció el moralismo inmediato.

"Se va la prensa, viene internet", escribió no hace mucho. ¿Están cada vez mejor preparados los ciudadanos para participar en la vida política con conocimiento de causa?

No. Ha habido una alfabetización de la sociedad pero eso nada tiene que ver con la formación de una opinión experta. No creo que las ideas estén mejor ordenadas ni que la proporción de la gente que sigue los asuntos públicos con decoro sea grande.

Usted mismo denuncia que el político conoce la mercancía que prefiere el votante y la despliega sobre el top manta virtual. ¿Adónde nos lleva eso?

A una degradación de la función pública. En teoría, los representantes del pueblo discutían asuntos de interés general en el Congreso y acordaban lo que era mejor para todos. Clases políticas formadas por personas con vocación y altura moral son imprescindibles para que la vida democrática sea sana.

¿Echa en falta esa altura moral en nuestros políticos?

El político tiene como urgencia máxima ganar las elecciones, para lo que expende una mercancía que son mentiras y recursos públicos para captar al votante. Es una alianza funesta entre una oferta que no está inspirada en la función pública y una respuesta del votante que lo que busca es mejorar su situación sin atreverse a pensar cómo.

¿Por qué se ha deteriorado tanto el prestigio de la prensa y la de los partidos en los últimos tiempos?

Hay un desprestigio de las élites que carecen de autoridad para enseñar y exponer. Para que una sociedad funcione bien tiene que tener un respeto a los valores morales e intelectuales. Aquí asistimos al derrumbe de las élites.

La opinión se dirige hoy a un público indefinido en la búsqueda de clics para venderlos a los anunciantes que usan la brevedad y el escándalo. ¿Ha perdido definitivamente la prensa el papel de divulgadora de cultura y creadora de una opinión pública responsable?

En gran medida, sí. El papel está en clara decadencia y en internet la situación es de desorden tremendo. No genera ingresos, se hincha artificialmente el tráfico y no se sabe el interés que se genera en el lector. Estamos en un terreno de absoluta anarquía.

¿Es buena la desaparición de intermediarios sociales como la prensa o los partidos políticos en un momento que comienza a ponerse de moda la democracia directa?

No creo en la democracia directa porque al final es divisiva.

¿Qué peligro entraña el avance del consumismo en detrimento de la cultura?

Internet genera conductas patológicas para matar el tiempo con todo tipo de estímulos en una actividad frenética. Parece que la sociedad tenga el baile de San Vito. El turismo de ahora, por ejemplo, es perverso y degrada a las ciudades más antiguas.

De hecho el éxito popular es hoy mucho más importante que el valor artístico de una obra.

Lo que domina ahora en el arte no es pintar o esculpir sino sorprender olvidándose de la buena ejecución.

Por eso interesa más editar a El Rubius que a Joyce.

Espero que no, aún hay jerarquías que se mantienen aunque en el mundo plástico todo sea más desordenado.

¿Tan incapaz de crear respeto ve usted al arte contemporáneo?

El arte contemporáneo tiene una existencia institucional e importa muy poco. No tiene mercado, no se dirige a la gente sino que vive del dinero público.

¿Cómo ha influido en el nacimiento del populismo y el crecimiento del independentismo catalán la caída en picado del papel de los intelectuales y de la prensa?

El populismo resulta de elaboraciones intelectuales de baja gama pero genera ideas, pobres, pero ideas con un seguimiento a veces masivo. La delicada situación de España se puede atribuir a fenómenos políticos de otro tipo. La Constitución no ha salido como se esperaba y ha habido una dejación de las funciones constitucionales. En Cataluña ha estallado además en un terreno abonado por la crisis económica. En España ha habido siempre un déficit de patriotismo claro por divisiones internas que se marcan en el siglo XIX con la pérdida de las colonias, guerras civiles recurrentes y un arranque de la dinastía borbónica que fue terriblemente negativo. Fernando VII fue una calamidad sin paralelo. Sufrimos también una guerra civil terrible a la que le precedió una república desorientada. Nos falla la superestructura de país y no tenemos proyecto. Lo vamos a pasar mal durante un tiempo.

¿Están destronando los científicos a los filósofos?

Los filósofos se están destronando ellos mismos. La ciencia es vital pero los científicos que se ponen a filosofar no dicen nada más que trivialidades.

Dígame, Álvaro, ¿a quién merece la pena leer hoy en España?

Estoy leyendo La patria de los vascos, de Javier Corcuera. Salen libros de vez en cuando que están bien pero hay que aceptar que no solo el intelectual ha perdido posición social sino que cada vez se lee menos. La lectura ha perdido su prestigio.

¿Seremos capaces de asimilarlos?

La sociedad en la que vivimos es el resultado de los enormes dinamismos que se desataron hace siglo y medio. Eso va creando un ritmo de cambio terrible que modifica los comportamientos y las instituciones. No está claro que esa sociedad vaya a poder regularse en este ambiente. La izquierda, que ha retenido la iniciativa moral desde hace dos siglos, ha desistido de sus proyectos de llegar a una sociedad sin clases y ha recompuesto su agenda para entrar en la revolución de las costumbres. Las señales no son muy buenas, el panorama es complicado.