Un alto porcentaje de las 2.500 trabajadoras en residencias de personas mayores consumen de manera habitual fármacos -concretamente sedantes- para paliar el dolor muscular. Es la conclusión del estudio Tus derechos, la mejor medicina llevado cabo en nueve comunidades autónomas por la Federación de Salud Laboral de Comisiones Obreras. Un 22% de mujeres -el 90% de las plantillas son féminas- de entre 55 y 65 años, sobre 550, los consume en base a los datos desvelados. Las causas: una excesiva carga y ritmo de trabajo y el no reconocimiento de sus diversas patologías como enfermedades profesionales.

CCOO ofrece estas conclusiones en el encuentro Ponemos cara a la dependencia con el salón de la Casa Sindical como escenario. Toman parte en el foro, entre otros, Irene Álvarez, secretaria de Salud Laboral de la Federación estatal; Carmelo Jorge, de CCOO Canarias, y José Rodríguez Valdés, miembro de la Confederación Sindical.

Destaca la presencia de trabajadoras de los centros analizados que asienten cuando se desglosan las cifras que arroja el informe. El estudio, calificado de cualitativo y no cuantitativo, se ha desarrollado durante un año y reúne aportaciones de trabajadores, técnicos, médicos o enfermeros. Ha sido posible gracias al apoyo y financiación del Plan Nacional sobre Drogas.

Tres de cuatro de las encuestadas afirman tener más de dos zonas habituales de dolor en su cuerpo. Del cuello a las rodillas pasando por articulaciones, espalda, brazos... O bien fatiga acumulada, alteraciones del sueño y cuadros de ansiedad o angustia. Para paliar estos síntomas muchas acuden a la automedicación. En la mayoría de los casos con un aumento progresivo de las dosis para conseguir algún efecto calmante o paliativo.

Un dato: el consumo de sedantes -ansiolíticos, pastillas para dormir, analgésicos, tranquilizantes...- ha pasado en los sectores de servicios sociales y sanitarios de un 5,7% en 2008 al 8,6% en 2014. Con predominio entre las mujeres del uso de estos fármacos frente al alcohol, el tabaco u otras sustancias que destacan en el ámbito masculino analizado.

Pueden ser adictivas

Pero estas también pueden llegar a ser adictivas. O producen un efecto rebote que empeora las condiciones iniciales; deriva en la mencionada tolerancia que obliga a aumentar las dosis; puede originar la abstinencia que produce nuevos síntomas o directamente la dependencia. Abusar de analgésicos y antiinflamatorios puede provocar problemas digestivos, erosiones gástricas y úlceras, afecciones al riñón o posibles complicaciones cardiovasculares.

Los testimonios de las propias afectadas, que aparecen en el informe, ilustran con meridiana claridad el que supone un problema en aumento. Por ejemplo, así se expresa una limpiadora de 55 años: "Hay días que llegas a casa después del trabajo y te duele hasta el alma". O una enfermera de 27: "No sé que me causa mayor dolor. Si las malas posturas o la agresividad y las faltas de respeto". Por último, una gerocultora de 43: "Hablamos de los dolores físicos pero el psicológico nos afecta mucho más". Carmelo Jorge resume: "Si no reconocemos el problema no hay prevención posible. La evaluación de riesgos no puede reducirse a rellenar un papel".

las cifras

90% son mujeres en las plantillas de los centros y residencias para mayores dependientes.

22% de las mujeres trabajadoras en residencias de entre 55 y 65 años toma este tipo de fármacos.

3 de 4 manifiestan tener dolor crónico en más de dos zonas d e su cuerpo. Del cuello a las rodillas pasando por articulaciones, espalda...

Un camino a tomar

El 58% de los accidentes laborales en este campo están relacionados con sobreesfuerzos. CCOO ofrece dos factores para explicar esta realidad. Por un lado, las excesivas cargas de trabajo producto de ratios excesivas. Por otra la no consideración de las patologías como enfermedad profesional. Eso supone falta de calidad en la evaluación de riesgos, vigilancia insuficiente y medidas casi inexistentes. La mejora integral de la salud en las residencias supone condiciones de trabajo más favorables. Y concluyen: "Las nuevas tecnologías no han llegado al trabajo diario y las residencias están pensadas para los usuarios y no para los trabajadores. En este caso, trabajadoras".