La historia se repite en La Montañeta, en los altos de Garachico. En el pequeño pueblo rural, Cruz Roja acondicionó su campamento para acoger con urgencia a 51 subsaharianos de entre 18 y 21 años, considerados como vulnerables por su edad. Hasta ahora no se ha encontrado otro recurso en la Isla para alojarlos. Hace más de una década, la llegada de menores africanos en los peores meses de la "crisis de los cayucos" generó protestas entre algunos de esos ciudadanos y el exalcalde Ramón Miranda, que mostraron sus serios reparos a la utilización de tal recurso para ese fin. Ayer, varios vecinos dejaron claro que "no somos racistas" y "no nos importa que estén aquí", siempre y cuando los recién llegados no cometan delitos, así como que respeten las normas de convivencia.

Alexánder y Melanie, de 18 y 19 años, recuerdan de forma positiva la estancia de aquellos adolescentes llegados en barco la pasada década. En un enclave con pocos niños, la presencia de los menores subsaharianos animó las jornadas en el polideportivo, donde jugaban al fútbol. Sobre esta nueva estancia, Alexánder opina que, "mientras no roben ni molesten, nos da igual que estén aquí". Su vecina Melanie también evoca aquellos días de "gente nueva y buen rollo", por lo que percibe la llegada del pasado jueves como algo positivo. A otra residente, Pilar Reyes, le parece "mal", ya que "no es un sitio idóneo". Advierte de que "no soy ni racista ni xenófoba, pero no es el lugar más apropiado para atenderlos". También se pregunta si las dependencias de la ONG tienen las condiciones idóneas para un servicio de ese tipo.

Dos responsables de llevar a cabo esta actuación están convencidas de que es una buena decisión. Inmaculada Mesa, directora de Intervención Social de Cruz Roja, y Jazmina Caraballo, directora técnica de la Asamblea Comarcal de la entidad, abren la puerta exterior de la finca. Mesa señala que "ha sido con carácter de urgencia; había que dar respuesta a esa llegada (los ocupantes de un cayuco con 150 personas que arribó a Los Cristianos) y en menos de 48 horas se habilitaron" las instalaciones. Durante más de una década, este campamento solo se ha usado para actividades internas, como encuentros y formación. En las tareas de acondicionar el recinto participaron unas 30 personas aproximadamente, entre voluntarios y personal laboral de la ONG. Pero en las compras y las actividades de logística tomó parte otra decena de integrantes.

La falta de recursos públicos

Mesa comenta que la inmediatez se debe a la falta de recursos públicos para acoger a estos jóvenes, "que se encuentran en periodo de adaptación y en una situación que no es sencilla". Tras pasar las primeras horas con ellos, Inmaculada y Jazmina Caraballo advierten de que "son chicos muy tranquilos, colaboradores y siguen a rajatabla las instrucciones que se les dan". Matizan que "no son delincuentes, solo llegaron en cayuco huyendo de su realidad". Tras llegar en la tarde-noche del pasado jueves y descansar, ayer ya participaban en las primeras tareas de limpieza y acondicionamiento de las dependencias. Mesa recuerda que "tienen que hacerlo, igual que si estuvieran en su casa, mantener el espacio donde viven". Para estos próximos días, habrá tres turnos por parte del personal y voluntarios de Cruz Roja para acompañar a los 51 africanos, que proceden de Gambia, Mali y Guinea Conakri. Por las mañanas y tardes, se prevé que haya entre 13 y 15 integrantes de la ONG, mientras que en el turno de noche se limitará a siete o diez, según los días.

Caya González es una vecina a la que tampoco le parece bien que se haya habilitado el campamento como residencia de inmigrantes. Y considera que ahora debería haber más presencia de la Policía Local o la Guardia Civil por la zona. Reconoce que en su forma de pensar influyen las imágenes y noticias de los conflictos protagonizados por algunos menores no acompañados en la Península, con serios enfrentamientos con vecinos de las zonas donde están sus centros. En caso de que el medio centenar de subsaharianos no adopten esa actitud, "me trae sin cuidado que estén aquí o que paseen por el pueblo". Pero exige que "no los dejen solos, que estén siempre acompañados". Aclara que, "si están aquí, tienen que adaptarse a nuestras costumbres y nuestras normas". Explica que ha trabajado con inmigrantes (marroquíes y saharauis) en la agricultura en el Sur (Guía de Isora) y que no tiene ningún tipo de problema con ellos. Otro vecino, Antonio de León, afirma: "Que sean inmigrantes no significa que sean mala gente". En ese sentido, manifiesta que la llegada de los nuevos residentes al campamento de Cruz Roja "me parece bien, siempre y cuando se comporten correctamente y exista un control". Otro ciudadano, Manuel, dice que "ahora hay una calma tensa". Lamenta la falta de información a la población por parte de la organización no gubernamental y del Ayuntamiento.