Otro Delta como el que asoló Canarias en 2005 costaría unos 88 millones de euros a la economía canaria. Una cifra que cuadruplica el presupuesto actual del Gobierno de Canarias dedicado a seguridad y emergencias, que se sitúa en 22 millones de euros. Como la tormenta tropical, en los últimos 20 años el Archipiélago ha sufrido varios episodios climáticos extraordinarios que no solo han demostrado que Canarias no está preparada para estos eventos, sino que también acarrearon pérdidas millonarias a las arcas públicas.

Los expertos cifran en más de 600 millones de euros -de costes directos e indirectos- el desembolso monetario que ha tenido que sufragar la región a raíz de los temporales de viento e inundaciones que han afectado a comercios, viviendas e industria en las Islas desde 1996 y hasta 2016. Pero la mayor parte de este dispendio (el 88% del total) se acumuló en 25 eventos de los casi 46.000 registrados en los últimos 20 años, entre ellos el Delta, las inundaciones de marzo de 2002 y las intensas lluvias de febrero de 2010.

Así lo concluye un estudio liderado por el geógrafo de la Universidad de La Laguna (ULL) Abel López y titulado Consecuencias de los eventos meteorológicos de rango extraordinario en Canarias: Temporales de viento, inundaciones y fenómenos costeros (1996-2016), que además determina que Tenerife ha sido la isla más vapuleada. Los daños ocasionados en la isla, que se cifran en más de 33.000 siniestros -un 80 por ciento más que los que han acaecido en Gran Canaria-, han ocasionado que haya tenido que hacer frente de manera directa a un gasto superior a 187 millones de euros. Lo que es lo mismo: 209,03 euros por habitante.

No es de extrañar, pues, como señala López, "Tenerife ha sido la isla afectada de forma más directa por los tres eventos más importantes del siglo XXI": el Delta, las inundaciones de 2002 y las precipitaciones de 2010. En este sentido, las lluvias torrenciales suponen "la principal amenaza climática" en las Islas, pero los embates de mar presentan un volumen de pérdidas superior, algo que se explica porque en este grupo de fenómenos se incluye la tormenta tropical Delta. De esta manera, los investigadores concluyen que "el viento supone un riesgo de primera magnitud" para Canarias. El impacto de estos episodios es más acusado en la actividad comercial, como denota la investigación. Así las pérdidas económicas de este sector ascendieron a 120 millones de euros, lo que representa el 45% del total. Le siguen los daños a viviendas y comunidades (68,6 millones de euros) y los de la actividad industrial (50,4 millones de euros).

Las Islas patas arriba

Cualquiera de estas situaciones, según el investigador principal del proyecto, supone "una importante alteración en la actividad habitual de las islas". Por tanto, además de los daños directos que sufraga el Consorcio de Compensación de Seguros (CSS), los investigadores tienen en cuenta asimismo los daños indirectos, que son especialmente importantes en el sector agrícola.

Estos últimos tienen relación con "las acciones que se acometen para que la ciudad vuelva a la normalidad". Por ejemplo, en un episodio de viento fuerte acaecido en el año 1999, los daños directos no destacaron (8 millones), pero las pérdidas que se estimaron en el sector agrícola ascendieron a 156 millones de euros. "Esto pone de manifiesto la importancia de seguir fortaleciendo medidas estructurales y no estructurales que atenúen estos impactos", como explica el geógrafo.

De ahí que el Gobierno de Canarias haya solicitado al equipo de investigación de la cátedra universitaria Reducción del Riesgo de Desastres y Ciudades Resilientes de la ULL, junto al Instituto de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), un estudio pormenorizado sobre cómo afectan estos fenómenos a las zonas turísticas, ya que el sector es el principal motor económico de las islas, generando el "35,2% del PIB y el 40,3% de los puestos de trabajo en las Islas", como afirmó Abel López, atendiendo a los datos del Instituto Canario de Estadística (ISTAC).

Los investigadores, esta vez en dos estudios liderados por el geógrafo Jaime Díaz Pacheco, han evaluado los riesgos asociados a las lluvias torrenciales en el sur de Tenerife. Un lugar que mantiene una oferta de "más de 80.0000 plazas de alojamiento" y que tanto por su proceso de urbanización acelerado como por las características del terreno se ha convertido en un lugar poco preparado para dos de las consecuencias del cambio climático: lluvias más torrenciales y aumento del nivel del mar.

Una hora de lluvia torrencial

Además, según establece el estudio, en esta parte de la isla es común que las lluvias sean muy torrenciales. De hecho, "aunque la acumulación de precipitación media anual es muy baja", resulta que el 60% de la lluvia cae de golpe, en un solo día. En este sentido, el 25% de los días más lluviosos aportan prácticamente el 80% de la precipitación, siendo lo más común que la acumulación de precipitación dure menos de tres horas.

En 20 años, las lluvias torrenciales del sur le han generado pérdidas por valor de dos millones de euros, que, aunque es poco en comparación, por ejemplo, de lo que Canarias tuvo que pagar para sufragar los daños de las riadas de Santa Cruz en 2002 (43,2 millones), "es bastante para un sector donde llueve poco", afirma Abel López.

Las "carencias" de adaptación a este tipo de riesgos en el sur de Tenerife están promovidas por el escaso planeamiento urbano generado por la necesidad de modificar rápidamente el litoral y así poder dar cabida a la expansión del turismo. En este sentido, el peligro de inundación está relacionado con "los procesos vinculados a la transferencia de caudal en los diferentes barrancos" y a las deficiencias "en la evacuación de aguas pluviales" en un espacio que se ha ido pavimentando en razón a las necesidades del sector.

Este crecimiento desmesurado y rápido ha dado lugar a que, en los lugares donde antes existían "ciertos cauces y una escorrentía vinculada a una gran capacidad de filtración", hoy solo se puedan encontrar zonas urbanas con "carácter impermeable y sistemas deficientes de canalización de pluviales".

Las áreas de mayor riesgo se encuentran localizadas entre Las Américas y Los Cristianos, justamente las zonas de los primeros asentamientos turísticos. Aquí, el factor de amenaza se materializa en la "antigüedad de las edificaciones", la pendiente y los valores económicos relacionados con la alta ocupación turística y los cuantiosos aforos que oferta.

Las claves

  • Tenerife, la isla más vapuleada. Los siniestros que acumula la isla son un 80% mayores que los registrados en Gran Canaria, y esto se debe a que ha sido la diana de tres de los eventos meteorológicos adversos más importantes del siglo XXI.
  • 25 eventos. El mayor gasto recae en 25 de los casi 46.000 eventos meteorológicos adversos que han acaecido en las islas en los últimos 20 años. Estos 25 sucesos se llevaron el 80% del gasto.
  • Daños indirectos. Prácticamente la mitad del desembolso que ha tenido que hacer Canarias en estos desastres se realizado para que las islas "vuelvan a la normalidad".
  • El sur no está preparado. La vertiente sur de Tenerife no está preparada para grandes lluvias torrenciales. Siendo uno de los lugares con mayor escasez de precipitaciones, las que han ocurrido han provocado pérdidas por valor de dos millones de euros.