George W. Contreras es un testigo directo del dispositivo de emergencias desarrollado tras el ataque terrorista a las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Y ayer participó como ponente en el acto Intervención y coordinación. Seminario sobre catástrofes, que fue organizado por el área de Seguridad del Ayuntamiento de La Orotava y la Asociación de Técnicos en Emergencias Sanitarias de Canarias (Atescan) con el lema Aprendiendo del pasado para un mejor futuro.

Contreras tiene más de 28 años de experiencia como paramédico (lo que en España se conoce como personal sanitario de ambulancia o urgencias y él denomina como atención prehospitalaria).

En uno de los hechos históricos más duros del presente siglo a nivel mundial, a este norteamericano, hijo de ecuatorianos, le tocó trabajar en la recepción de la Torre segunda.

En un primer momento, los equipos de intervención no sabían si se enfrentaban a un accidente aéreo o a un atentado de proporciones descomunales. El impacto de un segundo avión contra el otro rascacielos despejó cualquier duda. En las horas de mayor actividad laboral y empresarial, en ambos edificios podía haber unas 50.000 personas. Como el hecho ocurrió antes de las nueve de la mañana, se estima que en dichos inmuebles había unos 10.000 ciudadanos, según el propio Contreras. Tras dos horas, ambas torres acabaron derrumbándose y casi tres mil personas murieron en la tragedia. Este paramédico señala que salvar a aquellas víctimas que estaban por encima del nivel en el que impactaron las aeronaves pilotadas por terroristas de Al Qaeda fue imposible. Y muchas de ellas, para no morir quemadas, se lanzaron al vacío. Aclara que para sacar a miles de personas que se hallaban por debajo de las plantas en las que se inició el fuego se aplicó el protocolo previsto en los citados rascacielos.

Comenta que, además del incendio originado por la colisión de los aviones contra las estructuras arquitectónicas, los tanques de queroseno de ambos aparatos se hallaban casi llenos, pues acababan de despegar, y tal combustible potenció, todavía más, las llamas. Según las cifras oficiales, en el recordado episodio murieron 2.963 personas. Pero Contreras aclara que muchas otras han fallecido en los años posteriores, como consecuencia de las enfermedades (diferentes tipos de cáncer) contraídas por "el ambiente" producido aquel día, es decir, la inhalación o el contacto con productos tóxicos, como amianto, materiales pesados o productos químicos.

George Contreras apunta que 343 bomberos murieron al caer los edificios del World Trade Center, así como 23 policías, ocho paramédicos y 37 guardias de la Autoridad Portuaria de Nueva York. Pero advierte de que, según las estimaciones, otros 200 bomberos y 140 agentes han perdido la vida en los años posteriores como consecuencia de aquella intervención.

Este profesional sanitario opina que en las emergencias "lo más importante es trabajar con coordinación, cooperación y comunicación entre los diferentes recursos". En la tragedia del 11 de septiembre "hubo mucha desorganización y falta de comunicación".

Reconoce que fue un hecho de la máxima gravedad, pero también que "la ciudad no estaba preparada" para un episodio "de esa magnitud".

De forma concreta, este neoyorquino aclara que, "desde el aire, los policías que se hallaban en helicópteros tenían una perspectiva de lo que estaba ocurriendo y lo que podía pasar mucho mejor de la que teníamos los que estábamos dentro de los edificios". Dice que si la comunicación entre todos los equipos de seguridad y emergencias hubiera sido más fluida, las alertas hubiesen llegado antes y hubieran muerto menos personas, como, por ejemplo, bomberos.

Según refiere Contreras, la transmisión de datos en aquel momento se basaba en que los policías ofrecían datos a sus coordinadores y estos se ponían en contacto con los responsables de bomberos y sanitarios, que, a su vez, tenían que avisar posteriormente a sus respectivos equipos. Para este neoyorquino, con ese modelo de transmisiones se perdió mucho tiempo y se ralentizó todo el proceso.

Manifiesta que "se ha aprendido la lección", aunque esta ha sido "muy dura y cara". Y que han mejorado los canales de información entre medios de intervención en emergencias.

Como profesor universitario de Salud Pública y Gestión de Emergencias y Desastres, George Contreras también defiende la necesidad de disponer de un servicio de atención a la salud mental, ya que muchos profesionales que participaron en los operativos durante la citada tragedia han sufrido "depresión o síndrome postraumático, como los soldados que regresan de algunas guerras, y tienen dificultad para recuperar el equilibrio psicológico al nivel anterior" a los atentados. Sobre si los ciudadanos han logrado superar ese episodio de sus vidas 18 años después, Contreras indica que "creo que un evento así deja huella, pero la ciudad y el mundo, en general, han sido resilientes (capacidad para reponerse tras sufrir una tragedia de grandes dimensiones)".

"Muchos países se unieron para apoyarnos y estamos muy agradecidos; la resiliencia con apoyo de otros" resulta más efectiva, señala. "La ciudad se ha levantado, ya hay nueva Torre y Nueva York no se ha dado por vencida", comenta. Cree que compartir las conclusiones que se sacan de un episodio trágico real, como fue el 11 de septiembre, resulta muy válido, ya que los jóvenes "deben estar mejor preparados y formados de lo que lo estuvimos nosotros".