Ocurrió en la madrugada del 10 de septiembre de 1919. El vapor Valbanera, en el que cientos de canarios huían de la penuria buscando un futuro en Cuba, se hundía cerca de los cayos de Florida causando la mayor catástrofe de la emigración del Archipiélago. Isabel Padilla Santervaz, nieta de quien fue capitán del barco hasta su penúltima travesía, engarza la historia y la ficción en su novela Ataúdes de arena (CanariaseBook) para recordar a quienes perdieron la vida.

¿Quién era Juan Padilla Moreno?

Era mi abuelo. Nació en la plaza de Santo Domingo en 1870 en una familia procedente de Gáldar y murió en 1938 con 68 años. Fue piloto de la Marina Mercante y por su antigüedad llegó a capitán. Navegó con el Valbanera de la naviera Pinillos en la ruta trasatlántica, aunque ni él ni el médico de a bordo viajaban cuando el buque se hundió porque habían sido destituidos.

¿Qué había ocurrido?

A la naviera se le habían hundido un par de barcos antes y se encontraba con necesidades de incorporar alguna fórmula económica que pudiera sufragar el estado en el que se encontraba. Hubo un abuso comercial terrible, porque una de las cosas que hicieron fue meter 1.600 pasajeros en un barco que estaba preparado para 1.200. En esas travesías, los emigrantes viajaban en condiciones de hacinamiento, en los entrepuentes de las bodegas o en las cubiertas, con unos riesgos enormes porque a veces los bandazos del buque y la entrada de olas por las cubiertas era terrible y más de uno desapareció. Al volver en el viaje anterior, que salió en julio de 1919, venía con esa cantidad de pasaje y por casualidad o no casualidad, la gripe española se propagó. Se contagiaron varias personas y de hecho mi abuelo llegó a contraerla, aunque de forma leve. Tuvieron que arrojar al mar varios cadáveres.

¿Cuál fue la reacción en las Islas?

La gente aquí estaba indignada, culpaban a la compañía por haber permitido -de hecho, mi abuelo se quejó- que tanta gente subiera a bordo en las condiciones en las que viajaban. La naviera, que quiso mantener la reputación, señaló al capitán y al médico de a bordo, que además habían permitido que fueran arrojados al mar los cadáveres. Aquí en Las Palmas hubo una manifestación cuando llegaron, porque la gente no sabía quién venía enfermo y quién no. Al destituirlos, ellos pensaban recobrar esa mala imagen que habían dado por el hundimiento de sus otros barcos.

¿Cómo continuó su vida el capitán Padilla después de aquel incidente?

Primero se recuperó de la gripe, que también la tuvo mi padre, Juan Padilla Paz, aunque en los dos casos fueron leves. Cuando esto pasó mi abuelo tenía 49 años y empezó a trabajar de maestro en una escuela superior y después también estuvo haciendo de práctico en el Puerto. Continuó recuperándose no solo de la enfermedad, sino también del trauma tan grande cuando se enteró de lo que había sucedido: él no viajaba, pero sí sus compañeros, toda la tripulación.

¿Cómo era el 'Valbanera'?

Se construyó en los astilleros de Glasgow y era un barco fuerte, de doble hélice, pero a pesar de eso mi abuela no quería que mi abuelo viajara por esa zona. En mi casa se contaba que una de las veces el enfado de mi abuelo fue tal que arrojó la gorra de capitán en medio de la sala y dijo "no voy a volver, más porque me tienes loco". Fue un barco que salió mal desde un principio: era el favorito de la familia Pinillos, pero al bautizarlo equivocaron la uve y la be y cambiaron el nombre de la Virgen de Valvanera, que es la patrona de La Rioja, por Valbanera, por lo que se empezó a decir que estaba maldito. También se cuenta que hubo una serie de acontecimientos en el último viaje: había una niña pequeña -y esto lo cuento yo en la novela como una de las historias reales- que lloraba y gritaba que no quería subir y que el barco se hundía. Cuando llegaron a Santiago de Cuba, a la madre no le quedó más remedio que desembarcar y coger el ferrocarril. También hubo otro problema con el ancla que se perdió en La Palma en una maniobra de viraje, algo que para los marineros supone un mal agüero terrible.

Siempre se ha dicho que la tragedia habría sido incluso peor de no ser por un desembarco a tiempo?

Sí. El capitán Cordero tuvo un tremendo shock cuando al llegar a Santiago de Cuba desembarcaron 742 personas que tenían billete para La Habana, pero que prefirieron quedarse en esta otra zona de la isla porque había más demanda de trabajo, o porque preferían continuar el viaje en ferrocarril, que era toda una novedad para los emigrantes canarios. También los hubo que se quedaron porque se les escapó el barco. Sé de muchas anécdotas de hombres que se metieron en una casa de citas y perdieron el barco. Otros que se emborracharon... En fin, diferentes circunstancias que llevaron a que esos pasajeros salvaran sus vidas.

Y al final, después de ese desembarco, el barco acabó hundido en los cayos de Florida causando otros cientos de víctimas. ¿Se ha hecho justicia histórica con ellos?

Ha tardado mucho, aunque hay expertos en lo sucedido que han luchado. El prólogo de mi libro es de uno de ellos, Julio González Padrón, que quiere también realzar el valor de estos emigrantes que luchaban por conseguir unas mejoras, por salir a otro mundo, como lo que está ocurriendo ahora. En mi libro cuenta que estuvo en un puerto de Inglaterra como marino mercante y percibió que todas las banderas ondeaban a media asta, así que preguntó el porqué. Cuando le explicaron que era por el naufragio del Titanic se sintió mal, porque vio que aquí no se había hecho justicia, y empezó a moverlo. Como él, yo opino que la justicia no ha llegado y hay que hacer algo por esta gente.

Parece que el reconocimiento está llegando por fin con el centenario.

Sí, él se ha empeñado en visitar instituciones para poder conseguir que se les recuerde, y la asociación cultural Salsipuedes ha hecho una obra magnífica. Las instituciones van a conmemorar este trágico accidente en el Guiniguada, ya con las entradas agotadas, y se va a hacer también una obra de teatro relacionada con esto. Tanto Salsipuedes como Julio han luchado muchísimo por que se haga justicia, pero no, no se ha hecho justicia. Con este libro he participado en el Congreso de Jóvenes lectores y no sabes lo satisfecha que me sentí de transmitirles a los críos, a la juventud, episodios que no saben. Es importante, porque tenemos que saber de nuestras raíces. Tenemos que saber que en aquella época había una hambruna que te obligaba a salir, hubo muchas miserias. También eso hay que saberlo y hay que valorarlo, porque aquella gente luchó para que nosotros tuviéramos un futuro mejor.

Esta no es su primera obra literaria. ¿Por qué se decidió a escribirla hace dos años?

Tenía esta historia presente de siempre, porque mi hermano Luis me comentaba muchas cosas. Antes había empezado a escribir literatura infantil y como veía que aquello caminaba me decidí a meterme con la novela. Ahí empecé a informarme, a construir para que tuviera veracidad lo que escribía.

¿Cómo se desenvuelve la trama?

A las aportaciones de mi hermano y la investigación enganché una parte ficticia de la novela que empieza en Vegueta, donde mi abuelo vivía. Una mujer que trabajaba como empaquetadora en las plataneras contacta con mi abuela, que acababa de tener a mi tía Ana, y así la vinculo con la tragedia. En el libro mi abuela le cuenta historias que son reales sobre las condiciones infrahumanas en las que estaba viajando la gente y por ahí sigo con la historia vinculando la ficción -lo de esta chica que viajó después de una serie de penurias- con la emigración y el hundimiento.