Se pueden -y deben- mejorar los baremos de acceso a una plaza de docente-investigador, se necesita reducir la cantidad de papeleo y gestiones que tienen que hacer los investigadores para justificar sus gastos y se tiene que impedir la jubilación forzosa de los catedráticos que han acumulado currículums de excelencia. Pero ninguna de esas acciones tendrá una efectividad real en el sistema si primero no se dota a las universidades de un presupuesto adecuado para que puedan destinarlo a la investigación científica.

Es, al menos, la principal conclusión a la que han llegado cuatro docentes investigadores de la Universidad de La Laguna (ULL), una institución que se enfrenta a la reducción del 55% de su plantilla en cuatro años debido a las jubilaciones masivas. Una situación, que paralelamente, mermará la capacidad investigadora del centro, ya que los que se incorporen nuevos no tendrán la misma trayectoria que los que salen.

Se juntan en el debate tres perfiles de docente que refieren el pasado, el presente y el futuro de la institución. Por un lado, se encuentran el geógrafo Jaime Díaz Pacheco y la bioquímica Verónica Pino, ambos recientes incorporaciones a la ULL. Les sigue el economista, Francisco Ramos, que logró su cátedra el pasado año y Basilio Valladares, ahora catedrático emérito y exdirector del Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias, que transmitió la visión de quien ha acumulado una larga trayectoria investigadora y universitaria.

"Nos enfrentamos a una pérdida masiva de personal", señaló Verónica Pino, que afirmó que el factor que determinaría un verdadero cambio de tendencia en las universidades sería que se destinara más dinero a I+D+i. "Canarias invierte un 0,42% del PIB a este respecto y tenemos que repartirlo entre dos universidades y varios centros de investigación", recordó la profesora. Canarias se ha convertido en la comunidad que menos invierte en investigación y desarrollo en España, que ya de por sí, invierte poco (1,2% del PIB). Pero la diferencia es aún mayor con respecto a la media de la Unión Europea (2%) y llega ser flagrante cuando se compara con países como Alemania o Suecia (casi el 4%).

Una estrategia a largo plazo

Basilio Valladares va más allá. No solo falta financiación, también establecer una estrategia para saber "qué queremos que sea la universidad española". Para ello, insta al propio gobierno canario a decidir "qué quiere con su investigación" para concluir qué líneas estratégicas potenciar económicamente. Un plan que, como añadió Pino, deberá estar enfocado a la multidisciplinariedad de los equipos y que deberá elegir los mejores perfiles académicos e investigadores para liderar su puesta en marcha.

Pero mientras los gobiernos se ponen de acuerdo, la universidad también puede ir modificando ciertos aspectos de su funcionamiento interno para mejorar las condiciones de los investigadores. Los cuatro profesores estuvieron de acuerdo en que uno de los retos del nuevo equipo rectoral es adaptar los baremos de acceso a la universidad a las necesidades de los nuevos perfiles investigadores y docentes, así como evitar la jubilación de los catedráticos que aún pueden aportar sus conocimientos a la ciencia -con contratos eméritos-. Aunque, como afirmaron esta última solución solo daría cabida a un número reducido de ellos y, además, no podrían seguir impartiendo docencia pues se trata de una figura meramente investigadora. "Para evitar que se descabecen los equipos de investigación", señaló Ramos.

Jaime Díaz Pacheco, que se acaba de incorporar a la institución, valoró que "la puerta de entrada a la universidad podría adaptarse a la realidad actual de los investigadores y mejorar". Según el geógrafo, "los baremos no se encuentran totalmente adaptados para valorar a los investigadores que existen actualmente". Y es que, como admitieron los docentes, "hay unos márgenes -concretamente en la valoración de la investigación- que enseguida se saturan", admitió Pino, que explicó que "a lo mejor tienes a alguien con un currículum enorme en publicaciones científicas y otro que no está mal, pero quedan igualados en este apartado, con lo que el punto diferenciador es la docencia". "El principal problema es que los topes no están ponderados", insistió, por su parte, Valladares.

La docencia es primordial

Pero como señaló Francisco Ramos, "se pueden cambiar los baremos, pero la parte docente hay que seguir valorándola" porque ambas disciplinas (investigación y docencia) son indisolubles. Por esta razón, Valladares remarcó que estos baremos también deben ajustarse respecto a la docencia. "Puede haber una persona que haya estado vegetando, en el sentido peyorativo de la expresión, y siempre imparte lo mismo", prosiguió el experto en parasitología. Por eso, tanto él como Verónica Pino consideraron que deberían tenerse en cuenta en una evaluación continua "la docencia de calidad, la innovación y la perspectiva del alumnado", entre otros.

En todo caso, el perfil docente-investigador debe seguir siendo el mayoritario en la universidad porque, como indicó Ramos, "¿qué va a enseñar una persona que no investiga?". El punto en contra, y para el que aún no tienen solución, es que son muy pocas las veces que un investigador puede realmente "impartir docencia en aquello en lo que está especializado", como contrastó Díaz Pacheco. "Cuando vienes a conseguirlo, resulta que ya eres experto en otra cosa", insistió.

En todo caso, remarcaron los docentes que "nunca nadie ha entrado a dedo" y además "es fácilmente impugnable". "El baremo hay que cambiarlo, pero que quede claro que no permite el nepotismo", señaló Valladares. Algo que fue ratificado por el resto de profesores que afirmaron que jamás han visto que se elija a alguien a dedo en sus departamentos. Otra cosa es lo que ocurría en el pasado cuando "en las cátedras de Medicina o Farmacia estaban el padre, el hijo y los sobrinos", explica Valladares o cuando "existía el perfil de profesor asociado a tiempo completo", que no requería hacer la tesis, afirma Ramos. De ese perfil aún quedan en la universidad, pero son los menos. En la ULL, por ejemplo, "habrá 60 de los 1.600 profesores" que configuran la plantilla actual, según Ramos.

Burocracia que ralentiza

Otro de los problemas que los docentes remarcan es la excesiva burocracia. "Al universitario se nos pide investigar, dar clase, hacer transferencia y además gestionar y hacer papeleo", recordó Francisco Ramos y, a veces, la propia universidad "es más papista que el papa" en cuanto a los procedimientos administrativos.

"Tramitar una factura es una locura", señala Valladares que concluye que lo que ha lastrado la burocracia es la Ley de Contratos del Estado. "Es un freno al trabajo de la universidad", insistió. No obstante, modificar estos trámites no es tan sencillo, "va a ser complicado de eliminar", señaló Pino. "Los que vienen impuestos a nivel estatal, habrá ciertas cosas que no nos podemos saltar", insistió la bioquímica. No obstante, todos están de acuerdo con lo que alegó Ramos: "tenemos que hacer algo con nuestro reglamento interno".