"Esto se está poniendo negro". Eso pensó Tomás Reneses, uno de los ocho directores de extinción de incendios de la Brifor, la brigada forestal del Cabildo de Tenerife, cuando tuvo conocimiento, la noche del sábado 17, del incendio declarado en Gran Canaria. Entonces estaba en la Península, disfrutando de sus últimos días de vacaciones. Poco más de 24 horas después estaba sobre el terreno, colaborando con los efectivos desplegados en la isla redonda para tratar de vencer a una bestia a la que este ya veterano trabajador se ha enfrentado, en diferentes manifestaciones, durante los últimos veinte años.

Reneses acudió a Gran Canaria junto a dos equipos de la Brivam, las brigadas de máxima capacidad de extinción de la Brifor, cada una de ellas compuesta por siete operarios y un capataz, así como con un agente de medio ambiente como mando intermedio. Pese a estar al frente de este operativo, el profesional adscrito al Cabildo tinerfeño aclara que su labor consistió en coordinar el trabajo de las Brivam con la dirección de extinción, a cargo de efectivos de la corporación insular de Gran Canaria. "Allí vamos a ayudar", dice.

Los hombres comandados por Reneses llegaron el lunes y volvieron el miércoles. En la primera jornada fueron destinados a la zona de Fagasesto. El fuego, tras quemar con mucha intensidad, bajaba entonces por la pendiente y contra la dirección del viento -en un movimiento denominado de reculas-, amenazando varias viviendas. "El primer objetivo es salvaguardar las vidas, las casas y la propiedad", explica el miembro de la Brifor. En este caso, este propósito se cumplió por completo: "Estuvimos apagando un kilómetro durante toda la mañana y la tarde y salió bien. No se quemó ninguna casa".

El segundo día, el destacamento tinerfeño trabajó más cerca del pinar de Tamadaba, donde también había viviendas y huertas en peligro. La elevada presencia de casas en área forestal es una característica que distingue Gran Canaria de Tenerife y que, apunta Tomás Reneses, "dificulta enormemente la extinción".

Ante esa situación, "lo primero que hay que hacer es evacuar". Así se hizo en Gran Canaria durante los dos primeros días del siniestro, lo que ha resultado un acierto, a juicio del técnico del servicio de extinción del Cabildo tinerfeño. "Que no haya habido ninguna víctima en un incendio de estas características y que no se hayan quemado tantas casas -aunque sí zonas próximas y cultivos- demuestra que ha sido un acierto absoluto", argumenta Reneses, que recuerda cómo hace dos años en Portugal se demoró el desalojo y murieron decenas de personas, atrapadas por el fuego al intentar huir por una carretera que se convirtió en "una ratonera". El profesional destaca otro aspecto de la gestión del suceso, la comunicación. "Puede parecer un tópico, pero la gente demanda que le digas la verdad", tal y como ha ocurrido estos días en la isla.

Aunque su actuación en Gran Canaria se produjo en un momento en el que el incendio empezaba a ser "relativamente accesible" -"se podía actuar, hacer un ataque directo y no había un riesgo extremo"-, a Tomás Reneses se le ha quedado grabada la imagen del monte de la Isla, que observó mientras la atravesaba para dirigirse al sur a pasar la noche. "Estoy acostumbrado a verlo, pero la devastación era total", relata, apesadumbrado ante la desaparición de una buena parte del patrimonio forestal del centro de Gran Canaria.

Aplausos al embarcar

Bombhéroes. El anónimo autor del cartel situado en el kilómetro 32 de la autopista del norte de Tenerife -popular por sus mensajes ingeniosos o emotivos- ha tributado durante estos días, mediante este juego de palabras, un homenaje a quienes intervienen en las labores de extinción del fuego desatado en Gran Canaria. Tomás Reneses ha sentido también el reconocimiento de la población a los operarios que luchan contra el incendio.

"La gratitud se agradece muchísimo y anima y estimula para mejorar en el trabajo", confiesa. Con "satisfacción extraordinaria", recibieron los componentes de su equipo los aplausos de los pasajeros o las pitas de los coches cuando el miércoles embarcaban para regresar a Tenerife.

"La población -constata Reneses- es cada vez más consciente de que hacemos el trabajo lo mejor que podemos, en algunos casos incluso con riesgo para la integridad personal de todos". En ese aspecto se ha producido un cambio que el técnico del Cabildo tinerfeño celebra, puesto que antes no siempre era así. "He estado en situaciones, hace tiempo, en las que incluso me han recriminado determinadas actuaciones, como si no estuviéramos haciendo el trabajo de manera profesional", recuerda sin que en su voz, pese a todo, asome el resentimiento.

Tomás Reneses comenzó a trabajar en la Brifor en el año 2000. En estas casi dos décadas se ha enfrentado a varios incendios a los que ahora se cataloga como de sexta generación, pero que él prefiere denominar como "fuera de capacidad de extinción". El declarado durante la última semana en Gran Canaria es uno de ellos, pero, pese a su gran virulencia, no el peor de todos. Entre aquellos en los que ha intervenido personalmente, menciona el de Tenerife en 2007 -simultáneo a otro también devastador en Gran Canaria- y el que tuvo lugar en La Gomera en 2012. La lista es más amplia: La Palma en 2001 y 2005, La Gomera en la primavera de 2008 y el del sur de Tenerife (Vilaflor) en 2012.

La acumulación en apenas unos años de varios fuegos de gran magnitud impresiona. No es que antes no se produjeran, pero ahora ocurren con mayor frecuencia. ¿Por qué? El ser humano es la clave. El 98% de los incendios tiene origen antrópico, aunque no necesariamente intencionado. De hecho, la mayoría se origina por imprudencias: radiales, quema de rastrojos, colillas, alguna hoguera mal apagada, labores de soldadura, problemas con las líneas eléctricas... La intervención humana va más allá de la chispa que hace arder el bosque. "Como especie, hemos modificado absolutamente el medio", sentencia Reneses. Se construyen viviendas en áreas forestales, se abandonan los cultivos y en su lugar crecen especies vegetales inflamables, mucho más numerosas ahora que antes de que apareciera el ser humano. La recurrencia de los siniestros se multiplica, el bosque no tiene tiempo de regenerarse y, cuando se recupera, la vegetación que mejor se adapta a la zona incendiada es aquella que arde más fácilmente: zarzas, codesos, brezo... La política -"totalmente acertada", a juicio de Reneses- de tratar de volver a los bosques originales se retrasa y el pinar canario -el único que rebrota- "se debilita". El técnico del Cabildo de Tenerife no se muestra precisamente optimista respecto a la posibilidad de que las cosas mejoren. "Por mucho que se eduque, sigue habiendo imprudencias", dice.

El incendio de los montes de Gran Canaria ha sido motivo de un debate acerca de cuáles son los medios idóneos para atacar estos fuegos. Entre los partidarios de los helicópteros y los que se decantan por los hidroaviones, Tomás Reneses se sitúa más cerca de los primeros, aunque con matices. "Casi todos los técnicos opinamos que en Canarias los helicópteros de alta capacidad de carga son el mejor medio, porque son capaces de coger agua en cualquier charca o embalse, en alta cota, y hacer un mayor número de descargas por unidad de tiempo". Esa sería su elección si se tratase de elegir una cosa o la otra, pero lo ideal sería disponer de ambas, aunque entiende la dificultad de contar con una base permanente de hidroaviones.

Lo peor parece haber pasado en Gran Canaria, pero los operativos forestales se mantienen en actitud de permanente vigilancia durante todo el año, de forma especial en verano -con guardias reforzadas- y más aún en jornadas de alerta como las que se viven estos días.

Cuando el desánimo hace acto de presencia

Cuando uno ve vídeos de algunos de los incendios en los que han intervenido los profesionales de la brigada forestal del Cabildo de Tenerife (Brifor), piensa que hay que estar hecho de una pasta muy especial para dedicarse a este trabajo. Ello no significa, sin embargo, que no haya momentos de desánimo o desaliento. Tomás Reneses, director de extinción del servicio, no vivió esa experiencia durante su paso por el siniestro que afecta estos días a Gran Canaria, dado que llegó a él "cuando empezaba a ser atacable", pero sí en otras ocasiones que sigue teniendo muy vivas en la memoria.

Recuerda, en este sentido, casos como el potente incendio que asoló La Gomera en 2012, que "parecía imposible de parar", así como "dos o tres momentos de mucho miedo". Uno de ellos, relata, fue cuando acudió a rescatar a un operario de antenas de telefonía que quedó aislado por el fuego en la zona de Bolico, en el norte de Tenerife.

En una situación convivieron la satisfacción por los buenos resultados y la tristeza. Fue en el incendio de Tenerife de 2007, cuando el propio contrafuego puesto en marcha por los servicios de extinción quemó una repoblación en la que había participado Reneses. "Fue una decisión totalmente acertada, pero me dio una pena terrible", confiesa. Ese pequeño sacrificio permitió que el fuego no se adentrara en el Valle de La Orotava y, en lugar de 18.000 hectáreas, quemara 30.000.