Los incendios forestales del verano se combaten en invierno. En esto coincide la mayoría de expertos. Se han confiado las esperanzas de acabar con el fuego a la extinción, dejando de lado la prevención. En lo que va de verano han ardido solo en Gran Canaria el equivalente a 12.000 campos de fútbol en tres incendios. El panorama habría sido diferente si no existieran tantas fincas abandonadas en las Islas. En Canarias, cerca del 70% del suelo agrícola está sin cultivar. La maleza se acumula cada vez más y se convierte en el combustible perfecto para el fuego. El calor extremo, la baja humedad, el viento y la acción humana -las imprudencias, las negligencias y la acción de los incendiarios- solo ponen la chispa. A esto hay que sumar la regularización que se ha creado en torno a la recogida de pinocha. Es cierto que esta hoja seca juega un papel vital en la supervivencia del ecosistema del pinar y retirarla de los bosques sería contraproducente para su propia supervivencia. Sin embargo, la gran mayoría de expertos aseguran que fue la causante directa de la virulencia del fuego en Gran Canaria.

Las entidades públicas jamás podrán hacerse cargo de la limpieza de todo el monte. Es imposible costear la cantidad de maquinaria y operarios necesarios y además existen zonas a las que es imposible acceder por su orografía. Hay que tener en cuenta que el Archipiélago posee alrededor de 566.000 hectáreas de superficie forestal -132.000 arbolados y 434.000 desaborlados-, que se concentra en las islas de Tenerife, La Palma, La Gomera, El Hierro y Gran Canaria. EL DÍA ha hablado con varios expertos en la materia, que concluyen que la mejor forma de minimizar el daño de los incendios es mejorar las medidas de prevención y propiciar la recuperación de la agricultura y la ganadería.

Wladimiro Rodríguez, exconsejero de Medioambiente y Paisaje del Cabildo de Tenerife: "La mejor forma de prevenir incendios es volver a una actividad agroganadera que se gestione en convivencia con el entorno. Existe el planteamiento de que el monte se cuida prohibiendo y limitando sus usos, pero eso no es posible ni viable. Hay que tener en cuenta que la riqueza botánica y biológica que tenemos en Canarias se ha conseguido gracias a la coexistencia del hombre, la ganadería y agricultura, y el monte. Sin embargo, la sociedad se hace cada vez más urbana y se han creado una serie de leyes en los despachos sin sentarse a hablar con la gente que realmente conoce de montes y que ha lleva toda la vida conviviendo con él. Eso tiene que cambiar, no hay otra medicina. Tenemos que llegar a acuerdos entre el pastoreo y la gestión del medio ambiente. Por ejemplo, dar un complemento a los pastores que colaboren con el entorno. Lo que no puede hacer es lo que está pasando ahora, que un vecino pone un gallinero y se le denuncia porque impacta o porque el gallo canta de madrugada. Hemos entrado en una cultura urbana alejada de la realidad. Existen casas muy caras pero están rodeadas de matorrales y cuando venga un incendio nos dará un disgusto. Hemos propiciado que la gestión de los montes se realice sin el hombre, cuando lo cierto es que en Canarias la naturaleza y el hombre siempre han convivido. Hemos pasado de más de 200.000 agricultores que hacían surcos, cortaban monte y limpiaban pinocha para sus cultivos a menos de 20.000, la mayoría con más de 60 años. Si no incorporamos gente joven, será difícil".

Wolfredo Wilpret, catedrático de Botánica de la Universidad de La Laguna: "La culpa de que los campos estén abandonados y sucios es de los propietarios. No se puede echar la culpa siempre al cabildo o al ayuntamiento. Los ciudadanos también tenemos la responsabilidad de limpiar nuestra casa y llevar las cosas a los contenedores. Si en tu finca crece la maleza y no la quitas es problema tuyo. Hay que hacer un examen de conciencia y analizar hasta dónde llega nuestro deber como ciudadano. Otra cosa es que se trate de un espacio natural protegido. Ahí entra en juego el papel de las instituciones. En cualquier caso, prevenir un incendio es muy difícil. El carácter incendiario es un problema genético de todos los habitantes del planeta, desde pirómanos hasta irresponsables. Sin embargo, eso no quita que los espacios naturales protegidos y los montes públicos tengan un mayor control. Por ejemplo, en el Parque Nacional del Teide los trabajadores se van a las cuatro de la tarde cuando acaba su jornada laboral y se quedan allí dos o tres horas haciendo guardia. Es un espacio muy grande y de los cuatro millones de personas que suben al año puede haber uno que le prenda fuego a una retama. Si hubiera más vigilancia y vieran una patrulla continuamente de un lado para otro se frenaría esa intención de los incendiarios. Otra solución podría ser utilizar drones que localicen a los individuos: es una utopía no tan inalcanzable".

Javier Gutiérrez, secretario general de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Canarias (Asaga): "En Canarias, la agricultura de exportación que está localizada hasta los 300 metros sobre el nivel del mar goza de buena salud. Sin embargo, las fincas de las zonas de medianías están sufriendo un abandono progresivo debido al cambio de modelo productivo que prioriza el turismo como fuente de empleo. Y es precisamente en las medianías donde se están concentrando los principales incendios. Por ley estamos obligados a mantener limpias nuestras parcelas, pero nadie quiere hacerlo. En algunos ayuntamientos se están enviando cartas a los propietarios para avisar de que se va a proceder a la limpieza. Pero no es beneficioso políticamente que te llegue una factura por haber eliminado la maleza de tu finca. Lo cierto es que hay mucha vegetación que se podría utilizar para compost, acolchado de los animales, etc. Es una materia prima que le cuesta encontrar a los agricultores y ganaderos. En Canarias tenemos extensiones muy amplias y zonas a las que sería imposible acceder. Lo que tenemos que hacer es actuar allí donde podamos, incluso poniendo los recursos en manos de los propietarios. Es responsabilidad de los agricultores limpiar las huertas, pero si nos ayudan será más fácil. Si tengo una finca abandonada y me cuesta 5.000 o 6.000 euros limpiarla, ese apoyo me va a venir genial. En cualquier caso, lo interesante sería que esa finca abandonada se ponga en producción. Así tendremos productos locales, generaremos empleo y evitaremos que se propague el fuego".

Javier Blanco, técnico helitransportado del Cabildo de Gran Canaria: "En la época de nuestros abuelos, el sustento dependía del monte. Hoy tenemos una cultura urbanita y dependemos de energías fósiles o, en el mejor de los casos, de energías renovables. No obstante, debemos seguir gestionando el monte porque si no lo hará el fuego. Los cabildos siempre destinan una partida económica a esta tarea, pero por muy elevada que sea, nunca va a alcanzar los niveles óptimos. Lo ideal sería que los propietarios de viviendas rurales limpiasen su entorno para que sea defendible y los servicios de extinción no se tengan que preocupar por ellas. Eso para nosotros es uno de los escollos más importantes. Si el perímetro de estas casas está en buenas condiciones, nos facilita mucho la gestión de la emergencia. También me gustaría recordar que repoblar los bosques inmediatamente no es una buena solución. La vegetación canaria siempre ha convivido con el fuego y está adaptada. El pino tiene una corteza muy potente y las piñas sueltan semillas cuando se queman. Al ecosistema hay que dejarlo que evolucione y en función de cómo reaccione, podemos plantearnos la repoblación en los sitios donde no se haya producido la regeneración. Ahora mismo lo mejor es invertir y concienciar sobre la importancia de la limpieza forestal".

Javier Barañano, piloto de avión anfibio: "Durante toda la vida, los campesinos de las medianías se han encargado de recoger la pinocha para hacer las camas de los animales, para cubrir las plataneras, etc. Ahora los cabildos lo han prohibido y han contratado una serie de peones que se encargan de la limpieza. El problema es que el trabajo de estas cuadrillas no llega ni de lejos para cubrir la extensión que habría que limpiar. Deberían volver a permitir a la gente que recoja la pinocha y dejarse de regulaciones. En Gran Canaria el fuego se subió a la copa de los árboles y cuando esto ocurre, el incendio se hace imparable. Se han juntado las altas temperaturas, el viento y una gran cantidad de combustible en forma de hojas secas".