Un aviso, una llamada, una fotografía, de fiesta y estudios, Whatsapp está omnipresente en la vida de más de 1.500 millones de usuarios en todo el mundo que intercambian unos sesenta mil millones de mensajes cada día. El estudio Whatsapp political discussion, conventional partipation and activist, publicado en la revista Information, Communication & Society del investigador y periodista Alberto Ardévol Abreu, docente de la Universidad de La Laguna y coautor del proyecto, realizó encuestas digitales durante seis meses en Estados Unidos, Nueva Zelanda y España, obteniendo datos de 3.307 personas que sugieren que las conversaciones de índole política establecidas por Whatsapp incentivan la participación política, tanto de manera convencional como activista.

Uno de los motivos es la "privacidad" de los usuarios. "WhatsApp proporciona un ambiente de discusión más controlado, en el sentido en que cuando envío un mensaje por esta aplicación puedo saber quién lo va a leer y quién no", comenta, "a lo mejor tengo una opinión radical sobre un tema y no quiero que la conozca mi jefe o una amiga que opina justo lo contrario". Por ejemplo, según Infojobs, una de cada cinco empresas revisa las redes sociales de los candidatos que se presentan a un puesto de trabajo. Por ello, WhatsApp adquiere ese cariz personal que "es un poco más complicado en redes como Facebook o Twitter, donde escribimos algo que no sabemos a ciencia cierta quién va a leer y quién no".

Explica el investigador que "esto pasa sobre todo con gente que percibe que sus opiniones son minoritarias, o pueden ser consideradas 'radicales' según ciertos estándares". "La gente entiende la privacidad como un concepto multidimensional", asevera. A lo que alude es a cómo aceptamos y sabemos que ciertas organizaciones y administradores de redes sociales utilizan nuestros datos en su propio interés. "Sin embargo, una cosa es que Google lea mi correo para elaborar mi perfil de consumidor y otra muy diferente sería que mi correo electrónico estuviese abierto y mis amigos y conocidos lo pudiesen leer", convirtiendo la comunicación en una especie de acuerdo tácito en el que el usuario acepta las condiciones. "Desde que escribimos algo en internet estamos expuestos, en un grado u otro", como ocurre con las capturas de pantalla, indica Ardévol, "pero aún así, la gente parece percibir WhatsApp de manera diferente, más segura".

El uso incide entre los millennials y los miembros de la generación X. "Los jóvenes que usan WhatsApp para discutir sobre política acaban participando más en actividades políticas, ante todo -aunque no solo- de carácter activista: votan más, contactan más frecuentemente con representantes políticos, asisten a más manifestaciones y protestas, crean y firman peticiones en plataformas", dice Ardévol, "entre las generaciones de más edad, WhatsApp incentiva la participación de tipo activista, pero no tradicional como votar".

Escenarios al estilo del 15M u Ocuppy Wall Street o, incluso, las elecciones del 28 de abril suponen una "participación más fluida, en la que las propias redes de comunicación pueden formar parte de la estructura" que no se relacionan con una estructura rígida perteneciente a partido o sindicato sino que responden a posturas "personalizadas".

La encriptación y las 'fake news' como puntos débiles de la aplicación

La comunicación política a través de WhatsApp incluye ciertos riesgos: la desinformación y el uso de los datos de los usuarios. Los grupos creados en la campaña del presidente Jair Bolsonaro en Brasil provocaron un aluvión de fake news sin que hubiera oportunidad de desmentirlas por los medios de comunicación o los contrincantes políticos. Un arma que ya utilizó Donald Trump en 2016 con la empresa Cambridge Analytica. Marta Peirano, escritora y periodista especializada en tecnología, aclara: "El problema de WhatsApp es que no se puede monitorizar y no implica responsabilidades. Es una herramienta de comunicación de masas cifrada y secreta".

Facebook, dueño de WhastApp, anunció en julio que está trabajando en la desencriptación de mensajes para comprobar que los términos de uso se estaban cumpliendo. Sin que terceros pudieran acceder, solo desde la compañía. "Esto es como decir que mi casa está súper segura porque tiene un cerrojo, pero, ¿y si la llave no la tienes tú? La llave la tiene Facebook y de repente dice que por petición popular, como a veces pasan cosas malas en las casas, vamos a implementar una manera sofisticada que nosotros no teníamos antes para usar la llave que es nuestra y entrar ahí, a ver qué pasa", es decir, "han encontrado la excusa perfecta para decir que ese encriptado para ellos no existe", asevera la periodista.

Acerca de la privacidad, Peirano insiste en que no se tiene que renunciar a tener teléfonos inteligentes o plataformas sociales, las cuales son "una infraestructura crítica de la vida contemporánea" sino que se debe "exigir que nuestra vida privada sea respetada y no se utilicen nuestros datos para explotarnos y manipularnos". En mayo de 2019 el Tribunal Constitucional tumbó la ley que permitía a todos los partidos políticos recopilar datos para crear perfiles ideológicos, "me pareció interesante que pasara después de haber tenido tres elecciones", ironiza la autora. Todos los partidos votaron de manera unánime 'sí'. Esto supone realizar propaganda que está segmentada según la inclinación política de cada individuo, "son campañas que no están sujetas a la monitorización de la justicia y de la prensa", resume Peirano, "la ciudadanía no sabe que el vecino porque tiene un perfil ideológico completamente diferente está recibiendo una campaña distinta del mismo candidato, y a su vez, nadie te puede denunciar porque estás utilizando canales privados aunque digas mentiras". "Es la peor herramienta para mantener los principios básicos que deberían respetarse durante una campaña democrática", concluye.

Las tecnologías responsables

Gemma Galdon, directora de Eticas Research & Consulting cita las protestas que se están produciendo en Hong Kong, donde los activistas utilizan redes alternativas como Signal para que no se rastreen sus movimientos. Por ello, insiste en que no se engloba a la ciudadanía ajena a los procesos democráticos. "A nivel de ampliación de la esfera democrática las tecnologías hasta el momento han sido un fracaso y yo me atrevería a decir que están yendo hacia el otro lado, que están cerrando las democracias en muchos casos". Aboga a que se vigile el cumplimento del Reglamento General de Protección de Datos a "empresas que no cumplen".