Amazonia en Brasil, las regiones selváticas del continente africano, Gran Canaria... Las grandes selvas y montes del mundo están convirtiéndose en un pasto de llamas. Pero la obvia pérdida de la biodiversidad y del patrimonio paisajístico de La Tierra parece una consecuencia menor a tenor de la realidad asociada a estos grandes incendios: estamos convirtiendo a uno de los grandes sumideros de dióxido de carbono del planeta en un estímulo más para acrecentar la crisis climática.

"Los bosques y los mares son captadores de CO2 y principales reguladores del clima", recuerda Abel López, doctorando en adaptación al cambio climático y miembro de la Cátedra Universitaria, Reducción del Riesgo de Desastres y Ciudades Resilientes de la Universidad de La Laguna (ULL). En un escenario donde cada año los Observatorios de Vigilancia Atmosférica Global de Izaña (Tenerife) y Mauna (Hawái) marcan cifras récord en las concentraciones medias diarias de CO2 en la atmósfera, "habrá que ver cómo este volumen de incendios, nunca antes visto, afecta a los datos de emisiones de dióxido de carbono", resalta López.

Los grandes incendios, además, son ya imparables. "En Gran Canaria se ha hablado de incendio de sexta generación, cuya característica principal es que arrasa una gran masa forestal o de materiales muy rápidamente", afirma López. En España, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, hasta el pasado domingo 18 de agosto pasado se habían calcinado 60.908,04 hectáreas de la superficie alborada, en 8.572 incendios y conatos. De estos, 13 han sido grandes incendios. No obstante, este último informe no incluye los últimos incendios y conatos acaecidos esta semana en las Islas.

40 grados a la sombra

El principal combustible de estos fenómenos son las condiciones extremas relacionadas con las modificaciones que está generando el cambio climático en el planeta. Las altas temperaturas debidas al incremento térmico a nivel planetario, la baja humedad así como la masa de aire cada vez más cálida que llega a las islas -debido al calentamiento del desierto africano- , son amenazas y por tanto, "aumentan el riesgo de que haya más incendios en las Islas y sus llamas sean más voraces", argumenta el experto.

A esto se suma factores relacionados con la ordenación del territorio y la presión turística. "El abandono del campo y la agricultura es un problema, porque muchas huertas y fincas privadas que se encuentran entre las zonas pobladas y las de monte tienen un escaso mantenimiento, lo que juega a favor de los fenómenos extremos", afirma López. Además, en Canarias la ordenación del medio rural "es inexistente", lo que se suma como un nuevo factor de riesgo. La presión turística y, en general, poblacional en el Archipiélago -en cuatro décadas se ha incrementado en un 50%- , por su parte, provoca que haya más población expuesta a esa amenaza. Otro factor determinante en la evaluación del riesgo.

De cara a la adaptación

Canarias tiene un excelente sistema de protección civil en caso de emergencia, sin embargo, no es tan eficiente "ni la prevención ni en el posdesastre", como señala López. "El Gobierno autonómico ha creado uno puede que uno de los mejores sistemas de protección civil de España, en parte a raíz de los desastres naturales que hemos vivido los últimos años, como el Delta, las riadas de 2002 o los grandes incendios acaecidos en 2007 y 2008", avala el experto, que insiste no obstante en que "habría que ir un poco más allá".

En este sentido, Abel López apuesta porque los esfuerzos de los gobiernos autonómicos y locales se centren principalmente en la prevención. Por un lado, con un apoyo mayor a la agricultura que asegure un mantenimiento continuo de las zonas con más peligro. Por otro, empezar a enfocar los planes para combatir el cambio climático en la adaptación, en lugar de la mitigación. El cambio climático es ya imparable, por lo que de poco sirve ya que las comunidades solo cuenten con un plan dirigido a impedir sus consecuencias. Las consecuencias ya las estamos viviendo.

No quiere decir con esto que, por ejemplo, no se deba seguir intentando reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, porque estas medidas siguen siendo necesarias. Pero es cierto que urge que la población "tenga las herramientas necesarias para adaptarse a sus consecuencias", insistió el experto. Algo en lo que "nos estamos retrasando".

"El cambio climático es un problema social que va a afectar a muchos sectores y áreas de actividad", explica López. Y, aunque las emisiones de dióxido de carbono en Canarias tan solo representan el 0,3% del total mundial, las consecuencias directas del estilo de vida de la mayoría de países empiezan a ser palpables en las Islas.

Ahora los termómetros marcan mínimas medio grado más alto que en los 80, el nivel del mar en el litoral continúa aumentando, el verano dura más y los grandes desastres naturales ocurren con más frecuencia. "Solo nos queda la adaptación al cambio climático". Eso sí, sin dejar seguir controlando nuestras acciones contaminantes porque, al final, "todo suma".