A la pequeña Karina no le gustan las agujas. Como cualquier niña de diez años se pone nerviosa de saber que le van a pinchar, pero a su corta edad ha tenido que comprender que es la esperanza de vida de su hermano Aníbal. El pequeño de ocho años sufre leucemia, y su única salvación es la médula de su hermana. "Le tuve que explicar que le va a dar la vida a su hermano, que en su cuerpo está la medicina que él necesita", revela Noelia Ruiz, la madre, que aún se emociona cuando cuenta todo lo que ha sufrido desde que el pasado 16 de abril le comunicaron que su hijo padecía esta enfermedad.

Ayer, desde el Hospital Niño Jesús de Madrid, y desde la habitación en la que espera junto a Aníbal desde el pasado lunes a que los médicos le digan cuándo se podrá realizar el trasplante, esta madre de Aldea Blanca, en San Bartolomé de Tirajana , señala lo importante que ha sido el apoyo de su familia, y sobre todo de la Fundación Pequeño Valiente para afrontar esta lucha. "Han sido una gran montaña de ayuda, porque gracias a los voluntarios podía ir a casa una noche para estar con mi hija cuando estábamos en el Materno, y además han hecho que pueda venir mi hermana, que está con Karina en un piso aquí en Madrid, porque sola no puedes con todo esto, te vuelves loca", añade.

Fue una tos, de esas que no se terminan de quitar, y que "no gustan nada", la que motivó que la pediatra de Aníbal decidiera solicitar que le hicieran unos análisis, y después fue a través de una llamada desde el Materno como le comunicaron a esta madre la peor noticia: que acudiera urgentemente porque las pruebas no habían salido bien. Más tarde supo que su hijo padecía leucemia, del tipo mieloide aguda, el segundo más grave.

Segundo palo

Cuando ingresó le tuvieron que poner plaquetas y sangre. "Ha sido una pesadilla, no me parecía real nada de lo que estábamos pasando, porque nunca crees que esto le pase a tu hijo", y así de golpe, explica, se pasan treinta y cinco días. Además, cuenta que éste ha sido como un "segundo palo de la vida", porque el primero lo recibió justo a la semana de dar a luz a Aníbal. Su hijo nació un domingo y justo al otro domingo a su marido Jorge lo atropelló un automovilista, que conducía un jeep, cuando iba en bicicleta por Juan Grande , y desde entonces está en estado de coma, por lo que apenas tuvo tiempo para disfrutar del recién nacido.

Noelia recuerda con detalle las fechas de entrada al Hospital Materno Infantil, las tres sesiones de quimioterapia, hasta cuándo, para darle un respiro al niño, protocolo que se sigue en estos casos, le dejan volver a casa cuatro días.

A raíz de las pruebas para buscar un donante, que también realizan a su madre, es como se comprueba que es Karina, la que tiene el perfil más idóneo, con un 90% de posibilidades, y la pequeña asume, como le deja su edad, que la vida le ha marcado ser la tabla de salvación de su hermano. Se lo explicó primero su madre, y después los psicólogos de Pequeño Valiente.

Mientras tanto, Aníbal, que coge el móvil de su madre desde su cama del hospital, y está pendiente de cualquier llamada, transmite la energía de cualquier niño de ocho años. "Se ha hecho más responsable, sobre todo con la medicación, sabe cuándo se la tiene que tomar, y solo está cansado de estar en la habitación", describe su madre de esta situación de espera.

Ayer fue un día importante, porque le realizaron la punción en la médula. El próximo lunes le darán los resultados, que determinarán si ya es el momento de realizar el trasplante o, por el contrario, tiene que enfrentarse a otro ciclo de quimio. Sería la cuarta, precisa su madre, que desea que llegue ya la hora de la intervención, y que Karina le pueda dar por fin ese empujón que necesita Aníbal para seguir adelante.

Noelia apenas recuerda que antes de que comenzara esta batalla trabajaba en una empresa agrícola. En el invernadero se ganaba el sustento para su familia, y como cualquier madre solo pensaba en el futuro de sus hijos. Pero, de repente, la leucemia de Aníbal le resquebrajó esos planes por un momento. Los avances de la medicina, y también la ayuda de la Fundación Pequeño Valiente le hicieron afrontar el camino de forma menos dura, sobre todo porque cuenta con Karina.