Leonardo Ruiz del Castillo nació en Granada el 18 de octubre de 1940. De formación militar, llegó a Tenerife muy joven, en el año 1964. La relación de Ruiz del Castillo con Cáritas comenzó el 9 de abril de 1989 cuando entró en la entidad con un perfil de administrador y de voluntario. A la gestión de Cáritas se dedicaba en los ratos libres que le dejaba su labor en el Ejército, ya que entonces se encontraba en activo. Él mismo recordaba hace unas semanas cómo al principio de su andadura a Cáritas le dedicaba una hora al día, pero poco a poco el tiempo que le ofrecía a la entidad católica fue creciendo. El 4 de diciembre de 2006 fue nombrado director de Cáritas Diocesana en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, actividad que ha desempeñado hasta el pasado 21 de junio, cuando cesó en su cargo siendo sustituido por el entonces subdirector, Juan Rognoni Escario. Han sido trece años al frente de una organización que tuvo que afrontar la dureza de un tiempo en el que las costas canarias vieron llegar a millares de personas desesperadas en cayucos o pateras confiando en poder forjarse un futuro mejor del que les aguardaba en África; años de crisis financiera y económica, de destrucción de empleos y cierre de empresas, de desahucios y de administraciones públicas con las manos atadas desde Europa que controlaba el endeudamiento del Estado. En ese escenario, Ruiz del Castillo impulsó nuevos proyectos para, junto con otras ONG, llevar la ayuda que se precisaba a una creciente población que se había quedado en la exclusión social.

Ahora que se despide de su gestión al frente de Cáritas, ¿qué han significado para usted estas tres décadas en la organización?

Son muchas las sensaciones y las experiencias vividas desde que entré el 9 de abril de 1989 como administrador, hasta el 4 de diciembre de 2006 que el obispo Bernardo Álvarez me nombró director. Hasta 1989 nunca había tenido contacto con una organización vinculada a la Iglesia, sí que conocía la labor que hacía Cáritas, pero no había entrado en los entresijos de la organización. En aquellos años la estructura y los proyectos eran poca cosa y fundamentalmente lo hacían las parroquias. Yo he visto nacer todos los proyectos que ahora hay y que empezaron bajo la dirección de Carmen Luisa González y continuaron durante esta última etapa en la que he estado en la dirección. Para mi ha sido una satisfacción muy grande porque he podido dedicarme a asuntos que he llevado en la sangre desde hacía mucho tiempo. Cuando era administrador me decía que tenía que seguir ayudando a la gente de forma más directa. En ese tiempo iba conociendo los proyectos, el trabajo que desarrollan los voluntarios y las necesidades de la gente. En los últimos años de mi vida, lamentablemente, he visto cómo se repetían las colas del hambre que vi en los primeros años de mi vida, tras acabar la Guerra Civil. No con la misma crudeza de los años cuarenta del pasado siglo, pero sí ha vuelto a pasarse mucha hambre.

Se jubiló de su trabajo, pero no de la labor solidaria ni de Cáritas Diocesana.

Muchos amigos me decían que ahora podía disfrutar de tiempo libre y viajar, pero no. A mi me nace hacer algo por los demás, es como un gusanillo que siempre he tenido dentro. La palabra solidaridad está bien, pero me gusta más compartir, porque es lo que yo viví cuando era niño. Tuve la suerte de nacer en una familia que no pasó hambre, pero sí muchas necesidades como tantas otras después de la guerra y, quienes teníamos algo lo compartíamos con los demás. A raíz de la crisis de 2008 volví a ver ese ánimo de compartir de mucha gente, entre miembros de una familia, pero también con el vecino o el amigo que lo estaba pasando muy mal.

Ha tenido que lidiar con una crisis muy grave que se ha mantenido en el tiempo casi una década pero que, además y pese a que los datos macroeconómicos avalan que ya se ha salido de la crisis, el fin de las condiciones precarias no ha llegado a la calle o, al menos, a mucha de la gente que la padeció con mayor crudeza. No obstante Cáritas ha estado con quien peor lo ha pasado, con proyectos de formación y reinserción laboral además de las ayudas económicas.

Efectivamente. La salida de la crisis no ha llegado a todos. Hoy coinciden con Cáritas otras organizaciones como Cruz Roja que, con cifras y datos en la mano, muestran una realidad que no solo trabaja en las islas, sino en todo el Estado, en todos los rincones del país. Es una realidad que se enfrenta a los datos macroeconómicos y nuestra comunidad autónoma todavía refleja un 40,6% de personas que están bajo el umbral de la pobreza. Son cifras, pero tienen nombre y rostros y reflejan que casi la mitad de los canarios vive en condiciones de pobreza, que aún no se han recuperado de la crisis y que les va costar muchísimo salir de ella. Esto tiene que ver con la desigualdad y la nula redistribución de la riqueza y, después de la crisis, esa desigualdad no solo se ha mantenido, sino que ha aumentado. Las clases más ricas apenas redujeron su nivel de riqueza en un 20% mientras que las clases más pobres aumentaron su pobreza en un 80%. Y si nos fijamos en las desigualdades por razón de sexo o género, las diferencias son aún mayores, sobre todo en lo que a salarios se refiere. Es un asunto que hay que abordarlo ya y acabar con las diferencias entre hombres y mujeres que en igualdad de condiciones de trabajo, las mujeres perciben menos salario. También existen desigualdades entre las comunidades autónomas del sur y las del norte, y Canarias, desafortunadamente, está más al sur del sur. Mi esperanza es poder ver a Canarias que deja de estar en los vagones de cola de la pobreza y la desigualdad, tampoco pido que esté en la cabeza, que ojalá, pero al menos que se sitúe a la mitad.

¿Confía en que el nuevo gobierno avance en propuestas que ayuden a paliar esa situación?

No lo sé, pero creo que tiene que trabajar mucho y muy fuerte para sacar a Canarias de esta situación donde hay miles de familias en una situación crítica. He vivido multitud de experiencias desgraciadas de personas que no tenían siquiera para pagarse un billete de barco para ir al entierro de un hermano en otra Isla, por ejemplo, o desahucios. nunca se me olvidará el desalojo de una familia, una madre y sus cuatro hijos pequeños, a los que el banco echó del piso sin importar qué iba a ser de ellos porque se quedaban en la calle; hubo que darles una solución. Y no fue el único caso dramático que he vivido, han sido muchos, y tuvimos que aprender a hacer frente a los lanzamientos, buscar alternativas y negociar, si se podía.

¿Poner en marcha una renta básica paliaría la situación?

No lo sé, puede que ayude en los casos más graves, pero lo que sí está demostrado es que la subida del Salario Mínimo Interprofesional ha posibilitado que muchas familias puedan llegar a final de mes, no sin dificultades, pero al menos han dejado de pedir ayudas básicas como hacían antes. No se puede tampoco castigar a las pymes con subidas salariales sin que el Estado no dé una contrapartida por el esfuerzo que hacen para subir salarios, mientras las grandes compañías apenas tienen presión fiscal. No solo es una cuestión de salarios, hay que mejorar la contratación porque los asalariados temporales no intervienen en la economía ya que gastan lo mínimo imprescindible y guardan lo que pueden para cuando vuelvan las vacas flacas.

¿Con qué se queda?

Con el grandísimo trabajo que hacen los voluntarios y contratados de Cáritas, que están al pie del cañón para sacar adelante a cientos de familias y el agradecimiento profundo a los empresarios que colaboran con Cáritas y han permitido mejorar la situación de muchas personas.