15 años del logro de Juan Diego Amador

El pasado 17 de mayo se cumplieron 15 años desde que Juan Diego Amador logró alcanzar la cima de la montaña más alta del mundo. Este tinerfeño coincide con Pedro Millán en que ahora esa experiencia "es otro objeto de colección más para poner en el despacho; una vanalidad más", frente a lo que ocurría hace décadas. Amador explica que, a partir de los 7.500 metros, esa saturación para llegar a la cumbre aumenta el tiempo de exposición a la falta de oxígeno para aquellos que no utilizan botellas y que no pueden seguir avanzando a su ritmo. Por eso cree que este puede ser "principio del fin de las expediciones de deportistas, debido a la masificación".

Cinco personas fallecieron el pasado miércoles en la ascensión del Everest, a la vez que se divulgó una foto que demuestra la masificación que se da en ese paraje único. Precisamente esa cola de decenas de alpinistas fue la que provocó una nueva tragedia en la cima del mundo (8.848 metros). Pedro Millán, gerente de la Fundación Santa Cruz Sostenible, es geógrafo, experimentado montañero de Tenerife, técnico de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (Fedme) e impulsor de numerosas iniciativas. Opina que "lo que ocurre en el Everest es el ejemplo máximo de la perversión de la actividad en la naturaleza". Estos días también está en la Isla Sebastián Sebas Álvaro, el que fuera director del programa Al filo de lo imposible, que subió desde la playa de El Socorro (Los Realejos) hasta la parte más alta del Teide. Álvaro cita a Albert Einstein: "Solo dos cosas son infinitas, la estupidez humana y el Universo".

Culpa del problema a las personas "incompetentes, codiciosas e inmorales que se han apropiado del Everest y que no les importa la vida de sus clientes". Juan Diego Amador, el único canario que ha conquistado dicha cima, afirma que "lo que no se cuenta es cómo sube esa gente, con oxígeno, guías, entre otras cosas, lo que desvirtúa la experiencia que supone ascender un 8.000 con tus propios medios". Millán comenta que cualquier montañero respeta los valores naturales y cuida del espacio que visita, para que él mismo u otros puedan disfrutarlo con posterioridad. Considera que el Everest "se ha convertido en un objetivo, como una especie de pieza de caza, que puedes colocar en tu salón o en una galería de fotos".

Millán comenta que "hay gente dispuesta a pagar lo que sea por llegar a la cima más alta del mundo" y, bajo esa premisa, "se ha montado un negocio tremendo en Nepal". Explica que, antes, quienes afrontaban la aventura eran "montañeros curtidos en mil batallas, que previamente habían subido numerosas cimas de menor altitud". La situación ha cambiado radicalmente. Ahora, casi cualquiera puede llegar a los 8.848 metros tras "pagar 60.000 o más de 100.000 euros", sin necesidad de tener experiencia en la montaña, solamente una condición física normal. Según Millán, es escalada por personas de más de 80 años, sin piernas o con una discapacidad. De esa manera, existe una "colección de récords". Recuerda que Nepal figura entre los diez países más pobres del mundo. El turismo y la ayuda a la cooperación de otros países son dos fuentes esenciales de ingresos para dicho país. Ante esa realidad, la llegada de gente dispuesta a ascender al Everest se concibe como un "pozo de petróleo". Recuerda que los sherpas desean trabajar como guías o porteadores de los extranjeros, a pesar del peligro que entraña y de que algunos mueren. Millán señala que sus fallecimientos no son noticia, frente a lo que ocurre cuando perecen los turistas; a no ser que pierdan la vida varios de ellos, como ocurrió hace años, cuando murieron diez nepalíes por una avalancha.

Explica que la subida se hace con una cuerda fija, a la que van enganchados los "clientes", y bombonas de oxígeno. A su juicio, el hecho de que fallezcan cinco personas en colectivos de 200, 300 o 400, no es una cifra elevada, sino que está dentro del ratio normal. Otra realidad es la precisión que existe para prever la meteorología. Millán señala que hay información exacta sobre el viento, el frío o la visibilidad, por ejemplo.

Y por eso están las llamadas "ventanas de buen tiempo", que son aquellos días aprovechados para las subidas masivas a la cumbre, ya que el cansancio y el peligro es menor. Aclara que "las colas" no son fruto de la casualidad, sino de que todos los grupos eligen los mismos días para ascender.

Hace pocas jornadas se cumplió el séptimo aniversario de la muerte en el Everest de un médico residente en Canarias, Juan José Polo Carballo, de 43 años, cuando descendía por la vertiente china y se descolgó del grupo en el que iba con un sherpa. Sebastián Álvaro indica que las agencias comerciales que propician las visitas masivas están en manos de nepalíes y algunos extranjeros. Apunta que los paquetes más baratos pueden costar 30.000 euros y los más caros, 130.000, que incluyen botellas de oxígeno y todas las comodidades. Dice que "estoy triste por esta imagen, ya que no tiene nada que ver con el alpinismo que yo he practicado y en el que he creído como escuela de vida". Álvaro comenta que "el Everest ha sido secuestrado por gente inmoral, que conculca todas las leyes de los parques nacionales y los valores del alpinismo y la ética". Lamenta que estas personas están "haciendo un montón de dinero con algo que es de todos" y que el problema de las expediciones comerciales empezó a detectarse a finales de los años 90. Asegura que, hace varios años, unos sherpas estuvieron a punto de linchar a varios montañeros, porque estos no querían ascender por la línea de cuerdas que le imponían los citados guías nepalíes. Para Álvaro, "los alpinistas de verdad han sido expulsados del Everest". También critica la basura que se acumula a lo largo del recorrido y que contamina irremediablemente el glaciar de la zona y un río.