Absorción absoluta

El dióxido de carbono es un gas que absorbe la radiación infrarroja emitida por el suelo. Concretamente, cuando el Sol lo calienta, es este quien emite radiación infrarroja que no puede volver a salir porque se queda atascada con el dióxido de carbono. El resto de gases de efecto invernadero que se encuentran en la atmósfera también producen esta situación, generando un aumento de la temperatura de la atmósfera.

Condiciones de medición

Para tomar estos datos, el observatorio de Izaña debe tener condiciones muy especiales y un cuidado exquisito a la hora de hacer la medición. Esto exige un proceso continuo de cribado de la señal de entrada y de un complejo sistema de calibraciones para garantizar que los datos finales tengan gran precisión y exactitud y sean intercomparables en todo el mundo. Por esto, el Swiss Federal Laboratories for Materials Science and Technology realiza periódicamente auditorías integrales a estos laboratorios.

El clima del planeta hace tres millones de años era muy árido y seco, las grandes extensiones de bosques se convertían en sabanas y el océano sobrepasaba en 25 metros los niveles del mar que conocemos hoy en día debido a la descongelación de los polos. ¿Le suena? Quizás sea porque el pasado abril el planeta volvió a alcanzar los niveles de dióxido de carbono atmosférico habituales entonces, cuando el humano ni siquiera era un proyecto.

El observatorio de Vigilancia Atmosférica Global de Izaña, dependiente de la Agencia Estatal de Meteorología, ha batido, un año más, un récord de concentración de CO2 en la atmósfera. Concretamente, se rebasaron las 415 partes por millón (ppm) y en los últimos días esa cifra ya ha alcanzado las 416 ppm. Además, la presencia de este contaminante en la atmósfera crece cada vez más. En los últimos 10 años, el ritmo de crecimiento se ha situado en un 30%. De hecho, la concentración de CO2 ha pasado de 1,8 ppm al año a finales de los años 80 a 2,3 ppm al año actuales.

Se trata, como explica Emilio Cuevas, director del centro ubicado en Izaña, de una "tendencia" que no parará de crecer a menos que se cumplan tres condiciones: dejar de emitir completamente CO2 a la atmósfera, evitar la deforestación de bosques y permitir a los océanos continuar absorbiendo este gas al mismo ritmo que lo ha hecho hasta ahora. Decirlo es fácil, pero da la impresión que hacerlo, no tanto. El ideal de emisiones cero está aún lejos de cumplirse. Aunque la Unión Europea está bastante comprometida en paliar el cambio climático, los países más contaminantes como Estados Unidos o China aún están lejos de hacerlo. Y esto incluso habiendo China asumido su papel convirtiéndose en el país número uno en energías renovables, porque tiene tanta población que no puede controlar las emisiones de manera inmediata. En este sentido, como remarcó Cuevas, las grandes ciudades (como París, Berlín o Tokio) emiten el 50% del CO2 a nivel mundial, debido a los vehículos y los grandes cinturones industriales.

Los grandes bosques, por su parte, cada vez son menos. El Amazonas, que es la extensión de selva más grande del planeta, desde 1970 ha perdido 768.935 kilómetros cuadrados. Actualmente, Brasil se está replanteando seguir devastando parte de este paraje para crear más zonas destinadas a agricultura. "No parece que vaya a haber un aumento de bosques a nivel mundial y esto también va en contra de la absorción de CO2", explicó Cuevas. Por último, se encuentran los océanos, los grandes mitificadores de la contaminación, que, sin embargo, se encuentran en una situación igualmente delicada. El mar ha estado absorbiendo los gases de efecto invernadero durante décadas, lo que está provocando la acidificación del medio. Una situación que también nos costará en pocos años la pérdida de fauna y flora marina.

"Detener esta tendencia es difícil", concluye el investigador, que recuerda que, por poco CO2 que emitamos, la mitad ya se quedará en la atmósfera. "Es necesario cambiar el sistema económico y energético para introducir energías que no contaminen, es la única solución", afirma el meteorólogo.

Los datos de Hawái

Esta tendencia es idéntica a la que se ha registrado a 13.000 kilómetros de distancia, en el observatorio de Mauna Loa situado en Hawái. "Ambas estaciones han estimado un calentamiento de la Tierra que se sitúa en 0,19 grados por década", afirma Cuevas. "Nadie puede decir que es algo de Tenerife, porque dos estaciones que están tan lejos, han obtenido los mismos resultados".

Estos dos lugares son únicos en el mundo. Son espacios donde la atmósfera está muy limpia gracias a la presencia del mar de nubes, en los que se puede evaluar prácticamente al milímetro cómo está influyendo la presencia y la acción del ser humano en la Tierra. Lo que está claro es que nunca más el hombre volverá a vivir en este planeta con una concentración de dióxido de carbono menor a las 400 partes por millón.