Desde por la mañana se notaba más animación que otras veces en unas elecciones al Rectorado. Tal vez por el factor femenino anunciado ya en el cartel que animaba al voto en las paredes con este significativo texto: "Elecciones a Rectora (así con la a final). Vota para construir la universidad del futuro". Incluso había colas en algunos centros de votación. Y hasta se dejaban ver los alumnos, el gran sector abstencionista. Sin embargo, los datos finales devolvieron a todos a la cruda realidad y los estudiantes se quedaron otra vez sin acudir masivamente a las urnas.

Las tres candidatas se mostraron relativamente tranquilas antes de ejercer su derecho al voto. La primera en hacerlo fue Gloria Rojas, en la Facultad de Derecho. Arropada por miembros de su equipo, con algunas caras que repiten del actual, caso de Francisco García o Carmen Rubio. Rojas, la candidata de letras, inauguró la urna en el hall del edificio con una exquisita puntualidad, algo más allá de las nueve de la mañana. Minutos antes todo el mundo se afanaba en cumplir el horario de apertura. Presidentes, vocales, apoderados... Al final, quedaron instaladas a tiempo dos mesas electorales con cuatro urnas, una para cada sector: docentes doctores con vinculación permanente; profesores sin esa vinculación; alumnos y Personal de Administración y Servicios (PAS).

Algo similar ocurrió en las otras 25 mesas ubicadas en 18 centros, incluida la Escuela de Enfermería de La Palma. Sin incidentes.

En Derecho era sencillo votar. Bastaba con caminar hasta el final de esa amplia entrada. Allí esperaban las urnas y un tablón rodante lleno de anuncios que sirvió de mampara que preservar la intimidad del votante. Maya fue la orgullosa primera estudiante en hacerlo. En una papeleta habilitada al afecto aparecían los nombres de las candidatas seguidos de un cuadrado en blanco. Había que marcar la x en la preferencia.

Más extraviado resultó votar en la Escuela Superior de Ingeniería y Tecnología, la de Informática de toda la vida. Había que subir dos pisos y luego caminar por un largo pasillo hasta llegar al colegio electoral. Allí votaron, con sólo una hora de diferencia, las otras dos candidatas a rectora: Pino Caballero y Rosi Aguilar. De ciencias puras.

Pino acudió a la cita acompañada por sólo dos personas de su candidatura. Diez minutos antes de lo programado, a las 9:5. Saludó a todos, incluido el presidente de la mesa y director de la Escuela, Leopoldo Acosta. Y votó

En ese intervalo Rosi Aguilar estaba en la cafetería rodeada de su equipo. En una servilleta apuntaba las últimas ideas previas a acometer su responsabilidad con el voto, muy arropada. A diferencia de sus dos compañeras de aventura, Rosi tuvo que hacer cola entre un nutrido grupo de alumnos antes de depositarlo en la urnas a las 11:00 horas.

Gloria, Pino y Rosi coincidieron en una aparente tranquilidad-la procesión iría en aumento y la inquietud crecería en proporción directa a las horas- y en su valoración previa. Las tres resumieron: "Ha sido un camino duro pero fructífero y gratificante". Reconocen que descansaron el fin de semana y valoraron de nuevo ser tres mujeres como "algo histórico y un placer". Expresaron su optimismo por ganar en primera vuelta y recordaron la figura de la primera rectora, Marisa Tejedor. Llamaron "a la participación, sobre todo del alumnado".

Muy cerca de Informática, en Biología, casi nada hacía pensar en una votación. Algo escondidas estaban las mesas durante una mañana espléndida en la cual los estudiantes se dedicaban a eso, a estudiar, en una biblioteca al aire libre que, dado el clima de la zona, debe estar tan luminosa pocos días al año.

Después de votar, las tres se retiraron a los respectivos cuarteles generales con su núcleo duro para seguir el resultado de unas elecciones históricas por su condición de mujeres.

Hoy, una amanecerá como la novena rectora de las 50 universidades públicas españolas. O deberá esperar a la segunda vuelta del día 28. Al menos otra quedará eliminada de la carrera.