El Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) acoge bajo su ala a muchas de las mentes más brillantes de la astrofísica en España. Allí, donde se miran las estrellas para conocer nuestro pasado, presente y futuro en el universo, acompañamos a tres investigadores punteros en su oficio. Reunimos a Marc Huertas, Enric Pallé y Francisco Garzón en un pequeño edificio, que emula una cabaña forestal, construido en el parking del IAC, donde se han habilitado más despachos para acoger a todo el tejido productivo del instituto. Los tres astrofísicos han solicitado una subvención pública para sus proyectos, concretamente la del Plan Nacional de I+D+i del Ministerio de Ciencia y Universidades, y se la han concedido.

Se trata de la ayuda más competitiva de estas características en España, la que sostiene los proyectos más importantes de la ciencia. Y en los últimos años ha estado caracterizada por un retraso constante que está pasando factura a los investigadores más importantes del país. A finales de abril, el ministerio desbloqueó la concesión del plan nacional con la publicación provisional de sus dos programas más importantes. Ambos llevaban ya casi cinco meses de atraso, puesto que debía haberse concedido a primeros de año. Los centros de investigación se quejaron. Mucho. Y parece que el ministerio ha escuchado sus reclamaciones.

Pero el retraso ha traído consigo consecuencias inevitables, centradas especialmente en la contratación de personal. Los tres investigadores, que tienen estudios muy potentes en el ámbito astrofísico, deben ahora esperar al menos hasta noviembre para volver a recontratar a los postdoc, a los que han tenido que rescindir los contratos por falta de fondos. "Si creas un agujero de nueve meses en los cuales no puedes contratar a nadie, los trabajadores empezarán a aceptar ofertas de otros centros y los grupos que se han creado durante tres años se rompen", explica Enric Pallé, experto en planetas extrasolares.

"Tampoco puedes planificarlo", lamenta por su parte Marc Huertas. Y es algo que alertan todos los investigadores, porque si el único problema fuera el retraso, quizás el tejido científico español no estaría sufriendo tanto. Francisco Garzón también lo tiene claro: "El personal es central". "Los postdoc y los estudiantes son la punta de lanza de la investigación y no tenemos capacidad de contratar gente", denunció el investigador.

"No hay correspondencia entre lo que te piden que hagas, que es razonable, y el plazo para gastar los fondos", afirma Garzón. Porque cuando por fin el grupo de investigación tiene la firmeza de que va a contar con los fondos necesarios para acometer una contratación, ya la oferta es de menor duración y, por ende, menos atractiva. Esta "financiación aleatoria" que sufren los científicos en España, en principio, genera dos consecuencias: la fuga de cerebros y la incapacidad para atraer talento internacional.

Papeleo sin sentido. Pero si todo el problema se debiera a los progresivos retrasos en financiación -que han sido endémicos prácticamente desde el nacimiento del Plan Nacional de I+D-, los investigadores no estarían hoy hablando de sentirse "despreciados" por los organismos públicos.

"No es que haya demasiado, es que no tiene sentido". Así de contundente se muestra Francisco Garzón al ser preguntado por la burocracia a la que son sometidos los proyectos de investigación en España. Los investigadores, a lo largo de su carrera, aseguran haberse encontrado con situaciones insólitas que tan solo tienen sentido dentro de la "rigidez" del sistema de financiación. "Los ordenadores, por ejemplo, no se pueden comprar en el último año de proyecto", explica Garzón.

Esta norma, que data de los tiempos del ministro de Hacienda y Función Pública Cristóbal Montoro, entró en vigor para "amortizar las compras". Sin embargo, entre los retrasos de adjudicación de proyectos y el papeleo que conlleva la compra de un portátil, es más fácil, y en ocasiones incluso más barato, comprarlo en una gran superficie. En nuestro país, si un investigador quiere comprar un ordenador, debe primero hacer una petición en su centro, que, una vez aprobada, tendrá que pasar el visto bueno del Ministerio de Ciencia en Madrid. Entre los trámites "puede pasar un año", como adolecen los científicos. Si haces la petición en el segundo año porque la financiación ha llegado con retraso y la administración tarda otra anualidad en resolver la compra, la factura puede llegar el último año de proyecto. "Si te llega el ordenador al tercer año -el último del Plan Nacional de I+D-, tienes un problema", afirma Pallé, que explica que será el centro de investigación quien deba asumir finalmente la compra, si no el propio científico.

Pese a las críticas, Garzón recuerda que "nadie se opone a que le controlen", cosa en la que están de acuerdo el resto de sus compañeros. Porque la ciencia de calidad requiere de un control exhaustivo y, cuando los fondos son limitados (como es el caso), es de cajón que se tengan que adjudicar a los proyectos con mayor calidad o con más beneficios a largo plazo. "La estructura para controlar la calidad está ahí, pero los fondos que se reparten son ridículos y no se usan esos criterios científicos", concluye Enric Pallé. De hecho, como describe Garzón, "si has publicado mucho o poco es irrelevante porque al final la estructura de control es Hacienda". "El problema recurrente es que te has comprado una grapadora y no la incluiste en el proyecto. Aquí se han discutido euros", lamenta este investigador.

No ganamos la carrera. Los investigadores de los centros de investigación de España son igual de talentosos que aquellos que ejercen su labor en el ámbito internacional. Entonces, ¿por qué nuestros resultados en ciencia no logran acercarse a los de Estados Unidos? En nuestro encorsetado sistema parece estar la respuesta. "No solo no podemos cumplir objetivos internacionales, sino que ya ni los pedimos", explica Pallé. Enric Pallé es representante español en cuatro misiones espaciales, y debe asistir a menudo a reuniones de consorcios internacionales. "Cuando nos preguntan en esas reuniones de trabajo quién puede asumir la construcción de un cacharro, yo no propongo a nuestro grupo, porque sé que cuando llegue a España no voy a poder asumir la responsabilidad debido a nuestras condiciones", insiste el astrofísico.

A esta autorrestricción se une la difícil equiparación con el resto de países de nuestro entorno. "Es muy difícil competir con sistemas tan flexibles como el estadounidense donde los fondos llegan rápido y los puedes gastar sin apenas restricciones", sostiene Marc Huertas. Por esta razón, los científicos apuestan por "copiar" los modelos que funcionan. "Si queremos que la ciencia avance en España, no debe inventar ningún modelo, sino permanecer un mes en un país del entorno y hacerlo igual", afirma Garzón.

Funcionarios científicos. Las continuas trabas burocráticas, los retrasos en la financiación y, en definitiva, el continuo ninguneo a la ciencia favorecen que los científicos se conviertan en funcionarios. "Hagas lo que hagas vas a seguir cobrando, nadie promueve mejoras salariales ni prestigio", lamenta Pallé. Una situación a la que también se suma la inexistencia de un recambio generacional para la mayoría de científicos que investigan en nuestro país. "Estamos en una situación de adormecimiento de la ciencia", asegura Garzón.

Los visos futuros para los tres investigadores no son demasiado esperanzadores. "Me preocupa no solo el poco dinero que tenemos, sino las muchas dificultades que nos encontramos para gastarlo", lamenta Pallé. Y, aunque afirman que los "gestos" que ha tenido el gobierno de Pedro Sánchez con la ciencia son positivos, advierten de que el discurso debe trasladarse a "hechos reales". Lo cierto es que, como destacan, "la ciencia nunca ha sido una prioridad" y el gusto por ella "no existe en nuestros políticos". Una falta de tradición científica que ha evolucionado en un sistema menos competitivo, adormecido y descorazonador.

El 70% de la financiación se devuelve

La financiación pública de la ciencia en España se aleja mucho de los estándares internacionales. En nuestro país solo se destina el 1,19% del producto interior bruto (PIB) a financiar proyectos de investigación básica o aplicada, según el Informe Cotec 2018.

Según la Fundación Cotec, 20 de los 28 estados miembros de la Unión Europea ya han recuperado los niveles de inversión pública en I+D+i observados antes del inicio de la crisis económica. Pero este no es el caso de España, cuyas dotaciones de recursos públicos consignadas en los Presupuestos Generales del Estado (PGE) han experimentado un recorte aproximado del 30% desde el comienzo de la crisis.

Pero el problema está en que "España no invierte en ciencia lo que dice que invierte", como observa Enric Pallé.

Porque el 70% de esa financiación se destina a créditos que "nadie pide porque no hay tejido empresarial suficiente", afirma Pallé. Esta financiación en créditos tiene que ser devuelta, por lo que los centros de investigación no pueden asumirlo. "Alguna empresa puede pedir algo, pero de ese 70% se usará el 10%", alega Pallé. Desde luego, esta financiación es "para ciencia muy aplicada" y en ningún caso para ciencia fundamental que no puede dar unos resultados económicos a corto plazo.

Lo que ellos señalan también lo ha afirmado la Fundación Cotec: "El decreciente grado de ejecución de la política de I+D+i se ha producido de manera paralela al progresivo escoramiento del presupuesto hacia los capítulos de gasto financiero (cap. 8), en detrimento de los capítulos de gasto no financiero (caps. 1 a 7), que aglutinan transferencias corrientes, inversiones reales, gastos de personal, gastos de capital, gastos corrientes y subvenciones".

En la actualidad, el capítulo 8 concentra más presupuesto que nunca, aproximadamente el 60% del total (7 puntos porcentuales más que en 2008), pero ha visto reducida su tasa de ejecución hasta su nivel mínimo histórico del 23% (frente al 41% de 2015). En otras palabras, frente a los 3.750 millones de euros consignados a este capítulo en 2016, tan solo se ejecutaron 864 millones de euros. Por el contrario, los capítulos 1 a 7 han registrado un elevado grado de cumplimiento presupuestario en todo el periodo considerado, situándose siempre por encima del 84%.