Estamos avisados. La ciencia ficción se ha encargado de ello desde hace más de seis décadas con películas como Armageddon y Deep Impact. Los asteroides, como objetos que orbitan alrededor del Sol, también son potencialmente peligrosos para la Tierra si algún día se acercaran demasiado. Aunque las situaciones límite y a menudo de desazón a las que se tuvieron que enfrentar Harry S. Stamper (Bruce Willis) o Leo Biederman (Elijah Wood) en estos filmes están lejos de ocurrir, sí que existe un peligro real de que un asteroide llegue a nuestro planeta, y lo peor no será el impacto de la piedra, sino la bomba nuclear en la que se podría convertir al entrar en la atmósfera.

Desde hace años la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) y la Agencia Espacial Europea (ESA) trabajan codo a codo en distintos programas de Defensa Planetaria, como el telescopio de observación panorámica y sistema de respuesta rápida (PanSTARRS) y el Catalina Sky Survey. Este último ha sido el programa al que se ha integrado el Gran Telescopio de Canarias (GTC), y por ende el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) tras rastrear la órbita del que se ha convertido en el asteroide con más probabilidades de impactar en la Tierra: el 2019 DS1.

Este asteroide pasará entre nuestro planeta y la Luna el 26 de febrero de 2082, a una distancia aproximada de 165.000 kilómetros. "Eso es muy cerca", explica Miquel Serra-Ricart, astrónomo IAC y parte del grupo de trabajo sobre asteroides. El objeto, está considerado como objeto potencialmente perjudicial (PHO, por sus siglas en inglés) y se encuentra actualmente en el primer puesto de la escala de Palermo. Una escala logarítmica que se utiliza para medir el riesgo de impacto de un objeto próximo a la Tierra o NEO (near Earth object).

Por sus características de tamaño, el 2019 DS1 es considerado un citykiller. Mide entre 20 y 40 metros de diámetro y su impacto en la Tierra podría devastar una ciudad entera. Aunque no lo haría por el simple hecho de caer al planeta, sino porque en la entrada en la atmósfera ejercería una presión con el aire que lo haría convertirse en una bomba atómica de una potencia equivalente a 100 bombas de Hiroshima.

Pequeños asteroides como el 2019 DS1 se han identificado hasta ahora más de diez mil. Pero el número sigue creciendo, porque hasta ahora se estima que tan solo se conoce entre el 20 y el 30% del total. De hecho, es muy difícil conocer la periodicidad con la que estos pequeños objetos impactan sobre la Tierra. "Pensamos que la probabilidad de impacto de este tipo de objetos podría estar en 30 o 40 años, pero pienso que puede ser algo mayor", concluye el astrónomo. Y es que, entre que no existe una estimación de la población total de los citykillers que están vagando por el Sistema Solar y que perdemos la pista de aquellos que caen en el mar, resulta muy complicado estimar cada cuánto caen en la Tierra. Para Serra-Ricart, no obstante, esta periodicidad debe ser "exponencial". Así, cuanto más pequeños, tardarán menos años en impactar. Por eso, "las grandes piedras", como la de Deep Impact, que miden 2, 3 o 4 kilómetros de diámetro no son tan preocupantes. Su impacto sería "desastroso" pero la probabilidad de que lleguen a nuestro planeta es mucho menor y, además "están todos controlados".

Esta situación, no obstante, es poco probable. "Normalmente caerá en el mar y no causará un tsunami a no ser que lo haga en la costa", afirma el investigador, que, no obstante, advierte de que "hay que tenerlo controlado". De ahí que estos proyectos de defensa planetaria estén enfocados en dos líneas estratégicas: establecer un censo de la cantidad de NEO pequeños que se hallan girando alrededor del Sol y y conocer cuántos nuevos se están generando.

Todo es culpa de Júpiter

La creación de los NEO se atribuye directamente a la acción gravitatoria de Júpiter. Es este planeta el que puede sacarlos de su órbita en que se encuentran estabilizados habitualmente -dentro del cinturón de asteroides o Main Belt- y expulsarlos hacia la inmensidad del universo. "Actualmente conocemos un millón de asteroides en el Main Belt, pero pensamos que podría haber hasta cuatro o cinco millones", explica el astrónomo del IAC.

Al contrario de lo que se puede pensar al ver los modelos ilustrativos, el cinturón de asteroides no es una franja continua de piedras ubicada entre Marte y Júpiter, porque en él existen regiones en los que reina la nada. Se trata de una especie de alopecia del cinturón principal con el poder suficiente como para disparar los asteroides al exterior.

Esto sucede porque los asteroides, que pasan de miles y millones de años dando vueltas a la misma velocidad gracias a la fuerza gravitatoria del Sol, en algunos momentos coinciden en su órbita con Júpiter. Cuantas más veces ocurran estos encuentros, más arrastrará el planeta con mayor masa del Sistema Solar a los pequeños trozos de roca galáctica. Este fenómeno se denomina resonancia.

Aunque, por un lado, Júpiter nos está lanzando asteroides, por otro, nos protege, porque es conocido que tanto este planeta como Saturno consiguen desviar los cometas que llegan del exterior, otro tipo de objeto celeste que podría causar consecuencias devastadoras si colisionaran con la Tierra.

En caso de colisión inminente

La pregunta del millón es: ¿cómo podría responder la humanidad a la colisión inminente de una roca espacial? Depende del tamaño del objeto. "Para los objetos por encima del kilómetro de diámetro o un cometa, poco podríamos hacer", como explica Miquel Serra-Ricart.

Si un objeto de esas dimensiones llegara a la Tierra, como ocurre en Armageddon, lo único que podríamos hacer sería desviarlo, porque destruirlo queda totalmente descartado. De hecho, la NASA anunció ayer que lanzará en el verano de 2021 su misión de redirección de doble asteroide (DART, por sus siglas en inglés). Se trata de una sonda que tienen previsto impactar en septiembre de 2022 contra el sistema de asteroides Didymos B. El impacto de la sonda tiene como objetivo desviar la trayectoria del asteroide, pero esto no será lo único que ocurra. La sonda DART verá el sistema de cerca gracias al sistema de imágenes DRACO y CubeSAT diseñados por la Agencia Espacial Italiana. "Con que lo desvíes unos metros, ya cambiaría su ruta", explica Serra-Ricart.

En el caso de que un citykiller se avecinara a la Tierra, "podríamos hacer más cosas". En este sentido se están llevando a cabo trabajos más precisos, dotando de más telescopios, proyectos y software específico a los distintos programas de protección planetaria. Todo depende "de las observaciones". "Si tenemos muchas podríamos predecir dónde va a colisionar el objeto con errores menores al metro", explica el astrónomo que concluye, no obstante, que para eso necesitarían "trabajar con mucha antelación".

Quizás no lleguemos a ver nunca una estampa como la de Armageddon ni tengamos que usar los recursos de la NASA igual que se hizo en Deep Impact. Pero el peligro está ahí, es real y la humanidad debe estar preparada.

A la caza de asteroides

Desde hace varios años, los investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) perfeccionaron un método para integrar a la población en la observación e identificación de asteroides. Con la aplicación móvil Cazasteroides, los investigadores pueden contar con la ayuda de la población para saber dónde se encuentran los asteroides del cinturón principal y de los NEO que vagan por el Sistema Solar. Cada noche, la base de datos de la aplicación se nutre de las imágenes que recopila el Gran Telescopio de Canarias (GTC). Estas imágenes en movimiento se pueden ver en la aplicación y, como si de un juego se tratara, los usuarios pueden probar a identificar los asteroides de nuestro sistema solar. Si encuentran uno ya descrito anteriormente, ayudarán a establecer un mejor cálculo orbital, mientras que si jamás se había identificado el objeto, tendrán la oportunidad de renombrarlo. Esto último tarda un poco porque depende de la NASA, pero es la manera más directa de conseguir que un asteroide tenga su nombre.