La Laguna volvió a sacar a la calle en la tarde del Viernes Santo buena parte de lo mejor de su imaginería y orfebrería religiosa. Fue en esa especie de museo al aire libre en que se convierte cada año la Procesión Magna, un desfile cronológico de la Pasión al que se suman los distintos pasos y cofradías de la ciudad y que comenzó, puntual, a las 17:00 horas desde la Catedral.

Sillas repartidas por el centro histórico, turistas, puestos de venta de turrón y espectadores que trataban de encontrar un buen sitio. Todo estaba listo desde mucho antes del arranque. Solo fallaba el viento que marcó la mañana y las primeras horas de la tarde, pero que acabó amainando y no generó grandes contratiempos en la procesión. Esta la encabeza la Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén y, en su conjunto, es un crisol de hermandades, hábitos, colores y hasta olores (con el incienso como gran protagonista); cofrades con capirote, señoras con peineta y otros participantes trajeados. Una gran muestra de fe en la calle y, al mismo tiempo, una cita cultural y con imán turístico.

Poco a poco fue fluyendo el desfile desde el templo catedralicio ante la tensión del Comité Ejecutivo de la Junta de Hermandades, los responsables del acto y que ayer vivían su prueba de fuego después de varios días en que se habían sucedido algunos problemas organizativos. Como en un gran rompecabezas, los tronos y las cofradías que los acompañan se fueron incorporando a esta procesión de procesiones, que recorrió un casco con bastante público en sus aceras.

Los diferentes pasos y cofradías de la ciudad desfilaron por el casco histórico durante la tarde. La gran procesión de Aguere se mostró de nuevo como un imán de turistas y de espectadores en general.