Miles de fieles de la Diócesis de Tenerife celebraron anoche la Vigilia Pascual en las más de trescientas parroquias que se distribuyen las islas de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro, como conmemora la Iglesia Católica en el Sábado Santo.

La Catedral de La Laguna acogió ayer, desde las diez de la noche, la Vigilia que presidió el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, que comenzó con la bendición del fuego, para ya, tras la procesión, continuar en el interior del templo. Tras la proclamación de las lecturas que hacen un repaso por la historia de la Salvación y que concluye con el evangelio que avala la Resurrección de Jesús, el prelado nivariense pronunció una homilía en la que invitó a todos los fieles a disfrutar de los efectos de la Resurrección.

El obispo puso en valor el efecto de la resurrección: "La muerte de Cristo fue como un grano de trigo que cae en tierra y muere para producir fruto. En Cristo, la muerte es vencida y adquiere plena fecundidad en la resurrección. Así como un solo grano de trigo produce una espiga con muchos granos, así Cristo es germen de vida abundante para muchos".

"Los efectos de la Resurrección no sólo se manifiestan en la persona de Cristo, sino también en los discípulos, que del temor, la tristeza y la frustración pasaron a la alegría y la esperanza", dijo, para añadir: "Los efectos de la Resurrección se perciben, también, en el modo de vida de los cristianos. Una vida conforme al pensamiento, a los sentimientos y al actuar del propio Cristo".

El prelado dijo que "Jesús no es un personaje del pasado, sino una persona viva que está con nosotros todos los días. Para añadir: "El efecto de su Resurrección se manifiesta en tantas personas que con ánimo renovado y renovador trabajan y lucha por anunciar, e instaurar, el Reino de Dios en la Historia, el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la justicia, del amor y de la paz".

El prelado dijo que los cristianos "somos fruto de la Resurrección. Estamos llamados a ser testigos de Cristo y de la Iglesia. Somos miembros vivos de la Iglesia, somos la Iglesia misionera. Y la Iglesia no guarda el secreto del Señor resucitado sino que lo proclama y lo anuncia con toda su vida. Por eso, con fuerza, vamos a gritar al mundo que está dormido, que vive en el sepulcro de muchas otras cosas, que el Señor Jesús vive. Que la Iglesia no ha muerto, que la Iglesia somos todos". Al término de la eucaristía, que duró unas dos horas, el obispo felicitó personalmente la Pascua a los participantes.