La Iglesia católica comienza hoy, Jueves Santo, el Triduo Pascual, y en su primer día celebra el ministerio sacerdotal, el día del amor fraterno y la institución de la Eucaristía. La Diócesis de Tenerife cuenta con 197 sacerdotes, con una edad media de 59 años, de los cuales 131 y más 23 religiosos atienden las 312 parroquias que se reparten en Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

Entre el clero, este año celebran sus bodas de oro sacerdotales Juan Félix Ávila, Aurelio Feliciano, Sebastián García Martín y Pedro Manuel Francisco de las Casas, mientras que se cumplen 25 años de la ordenación de Ángel Jesús González y José Francisco Concepción.

De los "sacerdotes de oro" -con 50 años al servicio de la Iglesia- se encuentra Aurelio Feliciano (Santa Cruz de La Palma, 1945), con nueve hermanos, dos de ellas religiosas dominicas que prestan su apostolado una en Cuba y otra en Vistabella (Santa Cruz). Ha sido de los pocos sacerdotes que ha prestado su servicio pastoral en las cuatro islas de la Diócesis Nivariense.

Aurelio Feliciano estudió en el colegio La Salle-San Ildefonso, en la capital tinerfeña, donde estuvo internado y encontró su vocación. A la pregunta que se planteaba en las clases sobre cómo debe ser un sacerdote, él cambió el enunciado de la pregunta para dar respuesta a qué razones tenía para no ser cura. Con solo doce años de edad entró en el Seminario Diocesano de La Laguna, después de la reticencia inicial de sus padres, que habrían preferido que continuara con los estudios en el colegio, contando con el apoyo del sacerdote Juan Pérez Álvarez, que siempre se distinguió por su preocupación por las vocaciones.

Empezó su formación siendo obispo de Tenerife Domingo Pérez Cáceres y la concluyó en época de Luis Franco Cascón, quien lo ordenó presbítero el 29 de junio de 1969, festividad de San Pedro y San Pablo, en Tejina, localidad donde 50 años después volverá el próximo 8 de mayo para, con sus compañeros de promoción, celebrar sus bodas de oro, coincidiendo con la festividad de San Juan de Ávila, patrón de los sacerdotes.

Su primer destino como presbítero lo llevó hasta Barlovento, al Norte de La Palma, en una época que puso en marcha la casa parroquial y concluyó los templos de Gallegos y La Cadena.

Después de cuatro años, marchó como párroco de Valverde y también arcipreste de El Hierro, y hasta disfrutó de una Bajada de la Virgen, tranquila, sin los piques ni la masificación actual.

Luego se trasladaría dos años a Roma, para cursar la Licenciatura de Teología en la Universidad Gregoriana para volver de párroco a Vallehermoso, en La Gomera, de la que siempre recordará la acogida del pueblo y el buen compañerismo entre sacerdotes que fomenta vivir en una isla no capitalina, admite.

De ahí a Mazo como párroco y también arcipreste de Santa Cruz de La Palma, fomentando el Corpus Christi y ayudas para mejoras infraviviendas. Cuatro años, y destinado a La Verdellada y Barrio Nuevo, compaginando esta responsabilidad con la de profesor del Seminario Diocesano. Se recuerda su promoción de Cáritas y apoyo a familias con algún miembro con discapacidad; también promovió cursos de formación en jardinería y actividades para luchar contra el mundo de la droga.

Un año en Madrid, para reciclaje de formación, alternando su ayuda en un barrio marginado y asistiendo a reclusos de Alcalá Meco, y regreso a Tenerife, como párroco de Salud Alto y Cuesta Piedra. De nuevo, cuatro años a declararle la guerra a las drogas.

De 2000 a 2005 fue destinado como párroco de Breña Alta y Vicario Episcopal para La Palma por el obispo Felipe Fernández, potenciando Cáritas y con gran preocupación por el acervo histórico, artístico, cultural y patrimonial de la Iglesia palmera.

Regresa a Tenerife en 2005 al frente de la parroquia de la Cruz del Señor, en la que estuvo hasta 2013 cuidando la dimensión social de esa realidad y también como delegado episcopal de Cáritas.

La enfermedad aparece en su vida por primera vez en 2013, si bien se entregó a Las Chumberas y San Jerónimo de Taco, sus nuevos destinos, con la ilusión de culminar el templo parroquial del Santísimo Redentor, un proyecto del arquitecto Fernando Martín Menis.

Una recaída le obliga a permanecer durante casi año y medio en la Casa de Acogida Madre del Redentor, en El Sauzal, que le dificulta la movilidad, para regresar a su capital palmera natal, prestando su servicio en la parroquia de El Salvador, precisamente el templo donde fue bautizado y donde presidió su primera misa como sacerdote.

"La debilidad nos susurra el sentido último de la vida", reflexiona Aurelio Feliciano, que a sus 74 años destaca el valor importante de la vida desde su visión de sacerdote: por encima del poder o el dinero, lo más importante es darse y vivir día a día con mucha paz, afrontando cada acontecimiento, sea bueno o malo, desde la óptica de la fe.