Llegaron desde la periferia, del Suroeste del municipio y en concreto de Barranco Grande, hasta el centro. Un heterogéneo grupo de personas que una tarde cualquiera de primavera fueron por un día guiris de visita en Santa Cruz. Con la diferencia de que esta es su ciudad. Tan lejos y tan cerca. Padres y sus hijos, alumnos del CEO Bethencourt y Molina, vivieron en la práctica la teoría guiados por María José Zamorín, la directora, y Ruymán Afonso, el educador social del centro educativo.

Esta fue la expresión de dos talleres del curso: Vivir la adolescencia en familia y Feliz de conocerme. Destinados a chicos y chicas de Primero y Segundo de la ESO de entre 13 y 15 años. Toda idea preconcebida de aburrimiento de los adolescentes se rompió de entrada por completo.

El punto de partida fue el parque de La Granja. Uno de los protagonistas resumía: "La convivencia con los hijos y los demás padres es positiva porque nos involucra en la comunidad educativa. Ellos nos ven más cercanos y aprendemos a comunicarnos mejor. Compartimos inquietudes y pasamos un rato agradable".

Lo pudo comprobar El Día durante el recorrido que llevó al grupo hasta la plaza de la Candelaria. Antes, una parada didáctica en El Solar, en Suárez Guerra 15, donde Lola Barrena explicó la conexión entre ciudadanía y cultura. Otra etapa fue el Templo Masónico de San Lucas, objeto de la curiosidad y la ignorancia porque nadie les ha explicado nunca lo que significa. La despedida en la plaza de la Candelaria despierta un propósito: repetir la experiencia con una ruta por las esculturas en la calle. Dos ideas se han impuesto: descubrir los secretos de Santa Cruz y convivir en un paseo intergeneracional.