El Homo luzonensis no pertenece a ninguna especie de homínido conocida hasta ahora. No es un sapiens ni un neandertal ni un denisovano. Es diferente y supone un nuevo eslabón en la evolución de la cadena humana.

Fue descubierto en 2007 por el equipo del antropólogo Armando Mijares muy cerca de la cueva de Callao, en la isla de las Filipinas que le da nombre. Sin embargo, hasta el miércoles no se hizo público que es una especie humana no sólo desconocida sino única. Lo expone así en un artículo la prestigiosa revista científica Nature.

En su momento fueron descubiertos 13 huesos y dientes de este diminuto homínido en la enorme cavidad que posee siete cámaras y se halla ubicada en la isla de Luzón, la más grande del archipiélago. Según los investigadores vivió al menos hace 67.000 años, aunque el umbral podría legar a los 50.000 y apenas alcanzaba 1,20 metros de altura.

En el mundo ya deambulaban los neandertales y por, supuesto, los sapiens; o sea, el hombre actual que continúa en el planeta. El nuevo homo era muy pequeño, probablemente aún trepaba a los árboles y presentaba una sorprendente mezcla de rasgos nunca antes vista: mientras sus dientes recuerdan a los nuestros, sus manos y sus pies se parecen a los de los australopitecos, homínidos antiquísimos que vivieron hace millones de años.

El hallazgo, publicado en Nature, generará controversia en la comunidad científica. No solo porque complica aún más el intrincado árbol de la evolución humana, sino porque sugiere que quizás pudo haberse producido más de una migración temprana desde África a Asia, una que hasta ahora ha pasado desapercibida.