Forma parte de un equipo de expertos adscrito al organigrama del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) que colabora con un proyecto liderado por la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA) y que es actualidad a partir de una primera publicación -el pasado martes- en la revista Nature Astronomy. Julia de León, investigadora postdoctoral, trabaja en el Centro de Astrofísica de La Palma - CALP, donde comparte los conocimientos y experiencias reunidos en torno a la misión OSIRIS-REx con Javier Licandro, Juan Carlos Rizos y Marcel Popescu, los tres científicos del IAC.

El grupo de trabajo que se activó desde Canarias está integrado en la red de procesamiento de imágenes (Image Processing Working Group) y, desde el pasado mes de diciembre, está acumulando mucho protagonismo en el escaneo de la superficie del asteroide Bennu. La aventura comenzó en 2016. Ese año se activó a la nave OSIRIS-REx, pieza clave para una misión de retorno de muestras que no culminará hasta 2023, con su vuelta a la superficie terrestre. Hace siete meses, aproximadamente, inició la maniobra de entrada en órbita alrededor de Bennu, un asteroide "potencialmente peligroso" que en estos momentos está siendo escaneado y fotografiado por el equipo canario. El contenido del primer cartografíado -efectuado entre diciembre de 2018 y enero de 2019- se dio a conocer la tarde del pasado martes a través del artículo Properties of rubble-pile asteroid (101955) Bennu fron OSIRIS-REx imaging and thermal analysis, en el que se ofrecía un primer avance de las labores desarrolladas por técnicos del IAC. "La nave se mueve tomando como referencia las estructuras que observa en la superficie del asteroide en lugar de las estrellas del fondo", cuenta Julia de León sobre una fase que está considerada como "crítica". "Si sale mal esa aproximación el bicho se nos pierde para siempre", apostilla una profesional de la astrofísica que acumula dos décadas de estudios en un centro cuyo corazón late desde San Cristóbal de La Laguna.

En esta operación de seguimiento, el prototipo creado por la NASA debe rotar junto a Bennu realizando ligeras correcciones de órbita para conservar sus pasadas. "Si orbitara a la misma velocidad siempre estaríamos viendo lo mismo", explica De León de un escaneado obtenido con un MapCam, que utiliza cinco filtros para registrar el mayor número de datos posible. "Ya tenemos miles de imágenes y todas son válidas", revela sobre el inventario que se ha creado a partir de las secuencias captadas por tres tipos de cámaras distintas. En concreto, los investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias se han especializado en el estudio de las superficies de asteroides. Como consecuencia de la interpretación de las imágenes de MapCam ya se ha podido medir un albedo -la fracción de luz que se refleja sobre el terreno- que ha servido para determinar que la capa que está a la vista es bastante oscura: la divulgadora entrevistada por El Día explica que, a modo de ejemplo, la nieve recién caída refleja casi un 90% de la luz solar. Una de las cuestiones que ya se han resuelto está conectada con los colores de Bennu, que coinciden con los datos anotados a partir de las observaciones realizadas por los telescopios terrestres. "Lo que sí hemos detectado es la casi inexistencia de un polvo espacial -conocido como regolito- que se produce como consecuencia del bombardeo constante de material de la atmósfera, la erosión, los cambios de temperatura y la fractura de material. En su lugar, hemos observado rocas de gran tamaño -se han contabilizado más de 200-, cuyo diámetro puede superar los 10 metros", añadiendo que "a diferencia de los asteroides que ya han podido ser visitados por naves espaciales, en este apreciamos una escasez de zonas libres de rocas.

La circunstancia comentada en el párrafo anterior provocó que se recurriera a los instrumentos OVIRS y OTE -cuyas observaciones se realizan en rango infrarrojo- para generar un mapa de la temperatura de la superficie de Bennu y, de paso, medir su inercia térmica, que es la resistencia que muestran los materiales depositados en ella a los cambios de temperatura. "En algunos puntos se han rozado los 90º centígrados, que es un valor muy alto", puntualiza De León segundos antes de confesar que "nos hemos encontrado con situaciones que recomiendan una revisión de los modelos físicos existentes". Y es que las fotos que se han tomado en algunas zonas desmienten las predicciones que se derivan de la inercia térmica que indican que en la superficie se da una abundancia de rocas de entre 0,5 y 5 centímetros. Eso no es lo que hemos visto", corrige en referencia al tamaño de unos cuerpos que desprenden unos brillos que pueden variar desde un 3% hasta un 15%. "Eso es algo que no se había observado en los asteroides explorados con anterioridad".

Julia de León explica que existe la posibilidad real de que "esas rocas procedan del interior del objeto progenitor que dio lugar a Bennu tras una colisión que lo fracturó hasta ocasionar que esos trozos se pudieran reacumular por efecto de la gravedad (ese fenómeno se conoce como rubble pile o pila de escombros) o la acción del bombardeo de micrometeoritos o del viento solar. Eso es algo que trataremos de resolver en fases más avanzadas de esta misión, en la que ya tendremos imágenes que aporten detalles más precisos y, sobre todo, útiles para el proceso que se iniciará con la recogida de muestras", acota sobre un hecho que está previsto que ocurra en el arranque del año que viene.

Sin alimentar más peligros de los que ya vienen de serie en un cuerpo como Bennu, la astrofísica canaria exalta que "una de las cuestiones más interesantes de este proyecto gira en torno a su condición de asteroide peligroso, que es una etiqueta a la que hay que recurrir cuando nos encontramos con una roca con un tamaño superior a los 140 metros y se aproxima tanto o menos a una distancia inferior al radio medio de la órbita lunar".

La clasificación de PHA (asteroide potencialmente peligroso) que se le ha dado a Bennu obliga a tener un estrecho control de sus movimientos. "A partir de la recogida de muestras se darán importantes avances. Habrá un máximo de tres intentos, aunque también podría salir bien a la primera y ahorrarnos los otros dos", explica sobre la fase final de una colaboración internacional que guardó este secreto hasta el pasado martes: "A los científicos nos agrada divulgar las investigaciones, pero muchas veces tienes que guardar silencio. Por lo general hay que esperar a que se produzcan avances de este nivel para que una revista especializada pueda empezar a hablar de un tema que es interesante para toda la comunidad", valora en un punto de conversación en el que estalla la posibilidad de que Bennu pueda impactar en un futuro contra la Tierra. "Su órbita se aproxima cada seis años a nosotros, más o menos, a una distancia de unos 450.000 kilómetros (la Luna está a 350.000 kilómetros de la Tierra), lo que significa que atendiendo a los cambios de órbita que se pueden dar debido a la fuerza de la gravedad de la Tierra, la probabilidad de que choque con este planeta entre 2175 y 2199 es de uno entre 2.700... Es muy alta si la comparamos con otros objetos", concluye Julia de León.

Julia

de León

INVESTIGADORA POSTDOCTORAL DEL IAC

Vea aquí el seguimiento realizado por el personal de la NASA sobre la nave OSIRIS-REx.