Al final de su vida, alrededor del 95% de las estrellas evolucionan a gigantes rojas que se desprenden de su masa a través de lo que se conoce como un viento estelar. Eventualmente, se desvanecen en forma de nebulosas planetarias con un núcleo estelar caliente llamado enana blanca. O eso se pensaba.

Ahora investigadores de 14 instituciones científicas europeas, entre las que se encuentra el IAC, han detectado la existencia de una interacción binaria que había pasado inadvertida para la comunidad científica. Esta nueva investigación aporta una explicación alternativa a las altas tasas de pérdida de masa que se suponía que regían el final de la vida de las estrellas gigantes más masivas.

El trabajo, publicado en la revista Nature Astronomy, revela que estas estrellas pierden masa a un ritmo mucho menor del que se pensaba. Que este proceso sea más lento de lo esperado impacta enormemente en la forma de entender cómo mueren las estrellas. Como consecuencia de este descubrimiento, se desprende que las estrellas gigantes más masivas necesitan más tiempo para depositar sus entrañas en su entorno, afectando a la evolución química de la galaxia.