Cansadas de ser invisibles y agotadas de malvivir en un mundo que no les otorga derechos, las alrededor de mil niñas que ejercen la prostitución en Freetown (Sierra Leona), a cambio de dos, tres o cuatro dólares al día, han decidido hablar y salir a la luz a través de la fotografía y la denuncia periodística.

"Niñas sin nombre" es el proyecto en el que se han embarcado el redactor sevillano José Ignacio Martínez y el fotógrafo extremeño Oto Marabel. Ambos llegaron a este país africano con el objetivo de dar a conocer la labor que realiza la Fundación Atabal, pero una pregunta, la primera que realizaron, les cambió el devenir de su labor.

"¿Dónde están las niñas?" se preguntaron al observar que sólo había niños alrededor del autobús que utiliza la citada Fundación para realizar su trabajo de ayuda a los menores de Freetown.

Chabolas y cabañas de chapa, madera y trapos, techos por donde se observan las nubes y entra la lluvia, agujeros de vida por donde se cuelan las ratas, y suciedad... sin infancia y sin derechos, allí estaban las niñas.

A pesar de ser víctimas de palizas, agresiones sexuales, robos, prostitución sin condón y carentes de los derechos más elementales como menores que son, estas niñas reclaman un mundo mejor.

Conscientes de que sólo desde la visibilidad pueden soñar, un nutrido número de estas menores han dado permiso a Oto, colaborador gráfico de EFE, y a José Ignacio a que "utilicen" sus rostros y sus palabras para que "alguien haga algo por ellas".

La violencia, el cólera y el ébola dejaron a la mayoría huérfanas; otras huyeron de sus hogares familiares para evitar más palizas y unas pocas optaron por salir de sus casas para evitar ser una carga económica y social para sus padres.

Sin estudios y sin oficio terminaron en "cuatro paredes" ubicadas en calles angostas y siniestras de Grafton y Mabella, dos barriadas de Freetown que, sin luz en sus calles, son frecuentadas por quienes tienen la bajeza de olvidar que la prostitución es mucho más que dos dólares. "Son niñas. Algunas, no tienen aún la menstruación", ha afirmado a EFE el fotógrafo de este proyecto de denuncia.

"Nos ganamos su confianza, merced a la colaboración del centro salesiano ''Don Bosco Fambul'', que dirige el padre Jorge, y a partir de ahí empezaron a hablar, a contarnos sus historias, sus vidas -si es que así se les puede denominar a su día a día- y sus anhelos", ha explicado Oto Marabel.

Desconocen los métodos anticonceptivos. Las que conocen el condón renuncian a ello porque así el cliente les da más dinero; no saben si son portadoras del VIH o de cualquier otra enfermedad de transmisión sexual, ni tienen dinero suficiente para pagar un médico, ha relatado José Ignacio Martínez.

Lo sorprendente, según coinciden ambos, es que, tras contarles sus tragedias, las niñas les hablaron de sueños, anhelos, futuro, esperanza... vida.

"Dejé el colegio demasiado temprano. No sé si podré volver pero, quizás, sí pueda aprender un oficio", relata Loretta Kallon, de 15 años a José Ignacio mientras Oto recoge una breve sonrisa en su rostro.

A su lado, Agnes Kamara, de 17 años. "Todavía puedo volver al colegio. No es tarde. Quiero ser banquera, contable, como decía mi mamá. La vida en la calle para nosotras es muy dura".

La respalda en la afirmación Emma Kanteh, de 13 años. "No, la calle no es un buen lugar para nosotras. Yo ya quiero hacer otras cosas".

Son niñas que tienen nombres y apellidos, "pero tanto allí como en el primer mundo sus vidas son invisibles, y cuando alguien es invisible, no tiene nombre ni apellidos", lamenta Oto, fotógrafo experimentado en tratar la infancia, de "ocultar rostros y nombres" para proteger la imagen y los derechos del menor.

"Ellas querían y quieren ser visibles". Por ello, los autores de esta luz en Freetown han iniciado un proyecto fotoperiodístico de microfinanciación colectiva con el objetivo de publicar un libro, de unas cien páginas, que ponga nombre y apellidos a estas niñas, que dé cabida a lo que "nos quieren decir" y a lo que reflejan sus rostros.

A través de la web ''niñassinnombre.org'', Oto y José Ignacio esperan recaudar, antes del próximo 12 de diciembre, el dinero suficiente para transportar la voz y la imagen de estas niñas hacia la visibilidad.