El corresponsal de La Vanguardia en África, Xavier Aldekoa, considera que este continente le está dando una "lección" a Europa, ya que acoge a muchos más refugiados que el viejo continente, y además lo hacen "de una forma natural".

"Las fronteras quedan difuminadas cuando peligra la vida de las personas. En África entienden que cuando alguien está huyendo lo normal es acogerlo", explica Aldekoa en una entrevista con motivo de la publicación de su último libro, "Hijos del Nilo" (Península).

Durante siete meses, Aldekoa navegó y transitó por el Nilo, periplo que inició en el sur, en Uganda, para proseguir por Sudán del Sur, Etiopía y Sudán hasta Egipto.

Su objetivo es hacer entender que el Nilo "sigue siendo la cuna del mestizaje de las culturas africanas y mediterráneas" y que, al fin y al cabo, "todos somos hijos del Nilo".

Con 15 de sus 35 años transcurridos entre España y el continente vecino, el periodista catalán encuentra en ese continente una región "llena de héroes, ante guerras y verdugos que lo tapan todo".

En el capítulo titulado "Las Nadie", Aldekoa narra la historia de cientos de mujeres violadas impunemente a pocos metros de los Cascos Azules en Sudán del Sur, quienes nada hicieron para impedirlo, tal y como denuncia en el libro.

El relato de un "niño soldado" secuestrado en su adolescencia por el Ejército de Resistencia del Señor (ERS) en el norte de Uganda, que asciende incluso al mando de un grupo de combatientes, es uno de los episodios que permiten adentrarse en la realidad de los jóvenes explotados por las guerrillas que pueblan "Hijos del Nilo".

Para este corresponsal, la respuesta de las sociedades desarrolladas es "brutal", y es esa "idea de que no importan, que no son nadie".

"Esa cicatriz es muy dura, ya que sabes que el olvido es para siempre, que no acaba hasta que el otro decide dejar de olvidar", lamenta.

Sin embargo, en su afán de ser "justo" con su retrato de África, Aldekoa muestra otras historias como la de Grace, una joven sursudanesa que gracias a un médico barcelonés pudo continuar sus estudios en Kenia, con el sueño de convertirse algún día en doctora.

"Lo que más me gusta de esta profesión es escuchar, me parece un privilegio que la gente te cuente sus historias", afirma el periodista de La Vanguardia.

La pequeña y gran corrupción también aparecen en el libro, que refleja que esta lacra se debe a "la falta de cultura democrática y libertad de un país".

La figura de los "calienta asientos" -comisionistas que se sientan en los vehículos para hacer creer a los turistas que el transporte saldrá de inmediato- o los policías aeroportuarios de pega, que exigen dinero al viajero cuando va a coger un taxi, son solo algunos ejemplos de la mezcla de picaresca y corrupción.

Sin embargo, Aldekoa prefiere invertir su tiempo al pago de sobornos en barreras o puestos militares y admite que sólo una vez pagó cuando a un amigo que le visitaba fue falsamente acusado de tenencia de drogas para extorsionarle.

"La corrupción es una cuestión diaria que viven y sufren los africanos", señala el periodista.

Tras su viaje por el Nilo, Aldekoa concluye que la realidad africana es muy diversa, que "no es un Nilo, sino muchos", al igual que "no es una África, sino muchas".

Ahora, planea investigar "las muertes en el olvido" en las rutas de la inmigración africana antes de pasar el Sahara, donde mueren, según organismos internacionales, tantas decenas de miles como en el Mediterráneo.