Sorprende que la historia ocurra a escasa media de hora del centro de Santa Cruz y, mucho más, que la energía eléctrica se parara a apenas kilómetro y medio de su hogar.

Ese es un pequeño resumen de la vida de Luis Miguel León y Jéssica Ortega, una joven pareja que habita en el asentamiento de Lomo Bermejo, un grupo de casas, algunas muy antiguas, otras reformadas, que se levantan a algo más de un kilómetro de Igueste de San Andrés.

Heredada de la familia de Luis, la vivienda, para ellos habitual desde hace diez años, carece de electricidad. Ironías del destino, a escasos treinta o cuarenta metros de ella existe una torreta de transporte eléctrico, con transformador incluido.

Son los restos de un intento que se hizo, hace años -ni siquiera ellos saben precisar-, de dotar de luz a este caserío. Es más, en las casas más antiguas del asentamiento existen todavía las farolas que se colocaron en ese momento. Es decir, llegó todo menos la luz.

El caso es aún más extraño si se tiene en cuenta otro aspecto, este mucho más reciente: a unos 200-250 metros de la casa de Luis y Jéssica pasa una línea de electricidad -media o alta tensión-, que se prolonga hacia la parte alta del barranco. Tampoco han logrado que de ella parta la energía eléctrica hacia su casa.

"Nos tienen de acá para allá", relatan los dos jóvenes, padres de una niña de siete años que, por cuestiones evidentes, no tiene los privilegios "eléctricos" de los que gozan otros pequeños de su edad.

Con ella recorren cada día, a pie, los trescientos metros que hay desde su casa al camino, y luego, en muchas ocasiones, el kilómetro "y pico" que existe hasta Igueste, donde coge la guagua que la lleva hasta el colegio de San Andrés, donde está escolarizada.

"Hemos recogido firmas, hemos hablado con el alcalde, pero nada", relata Luis Miguel León, quien explica cuál es la fórmula por la que han optado para poder generar electricidad en su casa.

"Tuvimos placas, pero se nos quemó, no sabemos por qué, la instalación, las baterías y el equipo, y ahora usamos un motor, que nos cuesta más de 1.000 euros de gasolina al año", relata. Y eso que, según reconoce, solo lo encienden un rato por la mañana y un rato por la noche para evitar más gastos. "Lavamos a mano. Ni siquiera lo usamos para la lavadora, porque gasta mucha corriente", añade Jéssica Ortega.

Según cuenta, la compañía eléctrica les ofreció hace tiempo llevar la luz hasta su vivienda siempre y cuando ellos asumieran el coste del cableado desde Igueste, que es donde está el transformador más cercano. El coste era inasumible para ellos.

"Esto parece una dejadez", comenta la pareja, en referencia al resto de pueblos y caseríos de los valles de Anaga. "El Batán, Bejía y otros tienen luz. Y aquí, si se pudiera, más de veinte personas, estarían dispuestas a ponerla", aseguran Luis y Jéssica.

Y es que si bien no hay muchos más residentes habituales en Lomo Bermejo, sí que hay más de una veintena que lo hace de forma esporádica. "Los fines de semana se llena esto", reconocen. En el resto de caseríos y asentamientos del Macizo ocurre lo mismo.

De la demanda de estos jóvenes también tiene constancia la asociación de vecinos Haineto Príncipe de Anaga, de Igueste, desde la que informan que en su día ya hicieron la solicitud al ayuntamiento y este la denegó al considerarla inviable. "Es una pena, estamos en el siglo XXI y ellos viven como si estuvieran en otro siglo", subrayan las fuentes vecinales, que corroboran que de prolongarse el tendido eléctrico hacia la parte alta de Igueste se beneficiarían bastantes personas del entorno.