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Luis Maya 'El Medusa': «La gente me daba dinero en la calle por penita»

Vecino del barrio de El Toscal, libra un pulso diario a con la vida para sortear su limitada movilidad, que no le ha impedido estudiar, trabajar y ser murguero

Luis Enrique Maya Guerra (El Toscal, 1965) habla en el salón de su casa, situada cerca del inmueble donde nació.

Luis Enrique Maya Guerra (El Toscal, 1965) habla en el salón de su casa, situada cerca del inmueble donde nació. / María Pisaca

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Santa Cruz de Tenerife

Blanquiazul, independentista, toscalero y murguero. Son las cuatro condiciones que definen a Luis Enrique Maya Guerra, más conocido en el mundo del Carnaval como ‘El Medusa’, porque siempre ha tenido que echar mano de unos bastones para vencer una malformación congénita causada por los rayos X que su madre recibió estando embarazada de su hermano mayor.

«En los Chichiriviches me pusieron el apelativo de Medusa porque, entre los pies y los bastones, parecía que tenía rejos», comenta sin perder el buen humor.

Una vida de superación

«Antes la gente me veía en la calle y me daba dinero por pena. Ahora hay más respeto. Pero la ley de dependencia sigue llegando tarde; hay gente que muere esperando la ayuda», argumenta, sacando su alma de letrista de murga.

Nació en la toscalera calle San Juan Bautista, el 17 de agosto de 1965.

«No llegué al hospital ni nada, nací en casa. En media hora ya estaba en el mundo», cuenta entre risas. Tiene un hermano mayor, afincado desde hace casi veinte años en México.

Infancia y primeros desafíos

Estudió en el colegio Hispano Inglés, después de que le negaran la entrada en las Escuelas Pías.

«Mi madre quiso matricularme allí, donde estaba mi hermano, pero se negaron por mi discapacidad. Fue duro, pero ella siguió adelante», agradece Luis a su madre mientras continúa la conversación en el salón de su casa en El Toscal, donde tiene plegada una silla de ruedas eléctrica.

Hasta hace once meses se manejaba con sus bastones, pero desde entonces se ha visto obligado a moverse con silla de ruedas. Depender más del reposo lo ha llevado a subir de peso y también le ha pasado factura a su musculatura.

Ahora necesita que se habilite una rampa para poder salir a la calle.

Otra prueba superada

En diciembre de 2023 comenzó una retención de orina provocada por una hiperplasia benigna de próstata.

«Empezó con un dolor tremendo en el abdomen. Me sondaron y estuve siete meses con la sonda, hasta que me operaron el 4 de junio».

El tratamiento lo obligó a pasar meses en cama. «He perdido tono muscular, y con los aparatos me cuesta ponerme en pie. Pero sigo luchando. Los rehabilitadores me dicen que despacio, pero con fe».

Ahora espera una rampa y una puerta automatizada que el Ayuntamiento prometió para su casa de El Toscal.

«Me mandaron a la arquitecta del Distrito Centro y vieron el problema. No será de un día para otro, pero llegará. El Toscal es antiguo y cuesta, pero lo están haciendo bien», agradece.

Pasión murguera desde adolescente

Su gran pasión apareció cuando llegó al Instituto Andrés Bello.

«Me enamoré de las murgas. Ensayaban por las noches los Chichiriviches, y un primo hermano me llevó. Con 14 años ya estaba cantando en una murga adulta».

Fueron tres años en Los Chichis. «Mi hermano era batería de Los Mamelucos y fundador del grupo, y otro primo también estaba allí. Yo me pasaba el día en la plaza de Los Cantos Canarios con ellos».

En 1984 dio el salto definitivo a Los Mamelucos, formación con la que, sin haber sido fundador, se ha convertido en sinónimo de la institución.

«Siempre he sido humilde, pero con madera de líder», admite entre risas. «En el instituto era delegado de curso siete años seguidos. No entraba a clase, pero hablaba como un loro y defendía a mis compañeros. Era el abogado de las causas perdidas».

Identidad y compromiso

Como si una cosa fuera de la mano de la otra, El Medusa asegura que a los 14 años ya se sentía independentista.

«Soy nacionalista desde siempre, pero sin violencia. Milité en Pueblo Canario Unido, dentro de la Unión del Pueblo Canario, y luego fui secretario local de la Juventud Nacionalista Canaria en Santa Cruz».

«Sin ser murguero y sin ser nacionalista no sería yo. Son mis dos grandes pasiones… y el cine».

Mameluco hasta la muerte

«Soy mameluco hasta la muerte. El día que no salgan Los Mamelucos, cuelgo la maraca».

En su trayectoria, un mérito: acumula cinco dobletes —primer premio de interpretación y presentación—, un récord que pocos pueden igualar.

«En los Chichis conseguí uno, y en Mamelucos, cuatro. Con humildad, yo solo tengo ese récord», comenta.

Trayectoria profesional

Su vida laboral comenzó con los convenios del INEM para personas con discapacidad.

«Entré en el Cabildo, en un proyecto que se llamaba Ansina, para trabajar con mayores. Fue una experiencia preciosa».

Su destreza lo llevó después a Teleempleo, un programa conjunto del Cabildo y Antena 3. «Me dieron una oportunidad y estuve ocho años».

Luego trabajó once años más en el Banco Santander Consumer, en el área de financiación de automoción.

«Me jubilé anticipadamente, pero con todo cotizado», dice con orgullo.

La guerra en Gaza y Rubén Blades

Su amor por la cultura lo conecta con otro de sus ídolos: Rubén Blades.

«Siempre lo admiré por sus letras sociales, por discos como Siembra o Pedro Navaja, que no tienen desperdicio».

Sin embargo, confiesa una decepción reciente:

«Por la guerra en Gaza. Me dolió que no hablara, que guardara silencio. Le escribí con respeto en su página y me bloqueó. Me quedé sorprendido… un ídolo que te bloquea. Pero bueno, uno sigue queriendo su música».

Ejemplo materno y valores

De su madre destaca que fue una de las pioneras de la integración educativa en Tenerife.

«Ella fue directora cuando se abrió el colegio El Chapatal. Tenía alumnos de todas las clases sociales: hijos de médicos, arquitectos, obreros… y convivían. Era un ejemplo».

Fútbol, filosofía y vida

Luis desvela otra de sus pasiones: el deporte, en especial su Tenerifito, cuyo partido sigue cada vez que juega desde su habitación.

«Cuando grita los goles se entera el barrio», apostilla su madre entre risas.

El Medusa habla con solemnidad:

«El Tenerife tiene que tener humildad y pies en el suelo. No se gana con el escudo, se gana en la cancha, en el césped. Igual que en la murga: del nombre no se vive, se vive del trabajo de meses».

La misma filosofía que defiende en el fútbol la lleva a término en cada proyecto de su vida.

Con pasión.

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