Pedro López, el médico de la Virgen de Candelaria
Profesional del servicio de Urgencias del Hospital Universitario de La Candelaria desde 2013, coordina por segunda vez el dispositivo de seguridad de la visita de la Patrona

Pedro López, coordinador de la visita de la Virgen de Candelaria, en el carro que portará el trono de la imagen. / María Pisaca

La Virgen de Candelaria protagoniza este sábado, 11 de octubre, su tercera visita a la capital tinerfeña en este siglo. Entre los 1.300 efectivos que participarán en el despliegue de seguridad para que todo se desarrolle con normalidad, la Patrona cuenta con su propio médico: Pedro López Cabrera, un lagunero de 48 años de edad que ya coordinó la peregrinación de 2018 —a Santa Cruz y La Laguna, con motivo del bicentenario de la Diócesis— y repite experiencia.
«De chico siempre decía que me gustaba cuidar a la gente». Pedro presenta así su dualidad como responsable de la peregrinación y médico de Urgencias en el Hospital Universitario de La Candelaria, aunque él prefiere el pijama —como se denomina al uniforme sanitario— a la sotana, si bien sabe que ejerce de puente entre dos formas de servicio. «Lo que hago en el hospital y lo que hago con la Virgen tiene un mismo fin: ayudar a quien lo necesita».
Raíces laguneras
En un toque de humor, y sin apartar la vista de la pantalla del ordenador mientras elabora las acreditaciones, Pedro desliza que nació en Santa Cruz —en la antigua clínica Quibey, actual Hospital Rambla—, para apostillar: «Desde que salimos a la luz del día, subimos a La Laguna, y ahí hemos estado toda la vida». «Soy lagunero porque me gusta mi ciudad», añade, aunque huye de los purismos: «No soy de los recalcitrantes. Me gusta que La Laguna evolucione y se adapte a la época que nos toca vivir». Vive en la calle Carrera y disfruta del contraste entre lo antiguo y lo nuevo: «Una ciudad abierta al mundo es aquella donde puede convivir un edificio del siglo XVI con una arquitectura moderna».
Vocación de servicio
El vínculo de Pedro con la Iglesia se remonta a su etapa de estudiante en el colegio de Madres Dominicas, en Geneto (La Laguna). «Fui la primera promoción de niños. Éramos siete u ocho chicos entre más de cuarenta chicas». Recuerda a una profesora, la madre Consuelo, que con cariño y humor «decía que éramos los varones de Israel». De allí surgió su fe.
Su formación como médico no fue un camino directo tras el bachillerato. «Yo soy biólogo de rebote, porque no pude entrar a Medicina en mi primer año». Pedro empezó Biología con la vista puesta en cambiarse al curso siguiente, pero acabó entusiasmándose con la carrera y la terminó con doble especialidad: biología marina y biología sanitaria. «La marina fue mi mejor hobby», dice. Sin embargo, la vocación médica seguía latente.
De Italia a La Candelaria
No se rindió. Viajó a Italia, a la ciudad de Perugia, donde pudo por fin estudiar Medicina. «Siempre digo que mientras España no me dejó estudiar Medicina, Italia sí». Aprendió italiano viendo las Olimpiadas de Sídney en la cafetería de su residencia, charlando con los empleados en agosto, cuando no había clases.
Tras tres años en Italia, volvió a Canarias para completar la carrera en la Universidad de La Laguna. «Aquí noté la diferencia. En Biología viví la vida universitaria; en Medicina, la disciplina». Se licenció, hizo el MIR en Medicina de Familia y en 2009 empezó su residencia en el Hospital Universitario de La Candelaria. «Acabé en 2013, y desde entonces trabajo en Urgencias. A veces digo que escogí la Medicina porque me gusta la vida, incluso en los momentos más duros».
La medicina con alma
«Me lo paso muy bien en el hospital, a pesar de que en Urgencias vemos mucho sufrimiento». Pedro habla despacio, con tono sereno. Cree que la medicina sin humanidad es una ciencia incompleta. «A veces el paciente no te pide que le hables de su enfermedad, sino que le preguntes cómo está». La empatía es su tarjeta de presentación. «Muchos pacientes y compañeros dicen que siempre estoy de media broma en el hospital. Es mi forma de aliviar lo duro».
Durante la pandemia, ese carácter se puso a prueba. «Fue una época durísima. No podíamos tocar, ni abrazar. Pero intentaba que sintieran que estaba ahí, aunque fuera sin contacto físico».
En la actualidad, como formador de residentes, enseña a los nuevos médicos algo que no figura en los manuales: «Antes de mirar el historial, mira a la persona. Cógela de la mano, ponle la mano en el hombro si llora. Eso abre todas las puertas».
El coordinador de la peregrinación
Su relación con la Virgen de Candelaria comenzó en 1997, durante la visita de la Patrona a La Laguna. «Un grupo de gente de la parroquia Santo Domingo de Guzmán colaboraba en la avenida de la Virgen, y me uní». Recuerda aquella primera vez como una aventura: «Decidimos llevar la Virgen a ruedas por la cuesta de Machado. Nos negamos a usar una urna. Dijimos que éramos capaces de llevarla nosotros».
Desde entonces, cada visita lo ha encontrado más implicado. En 2009 participó de forma intensa en la organización y en 2018 asumió la coordinación general. «El entonces obispo Bernardo Álvarez y Antonio Pérez Morales me propusieron seguir, y aquí estoy. Si creen que soy válido, sigo adelante».
Pedro insiste en que no se siente jefe, sino parte de un engranaje. «Lo más importante es el equipo. Un jefe sin equipo no es nadie, pero un equipo sin jefe tampoco».
Coordina un grupo amplio: «El núcleo duro somos cinco o seis, pero en total somos unas trescientas personas, como en la película 300, siempre listos para defender los muros de la Basílica», dice entre risas. «Solo que nosotros no tenemos que defender los muros, sino salir de ellos».
Fe y humanidad
Cree que la Iglesia debe abrirse. «Tenemos que demostrar fuera lo que creemos dentro. No se trata de ser mejores o peores, sino de mostrar cariño. Se hacen más cosas positivas con la fe que negativas».
No se considera una persona mariana en exceso. «Mi cofradía, la de la Misericordia, tiene dos Cristos: el de la Mirada de la Paciencia y el Señor Difunto. No soy especialmente devoto de la Virgen, pero siempre me ha atraído su imagen. Es la madre de Jesús, y como madre, nos cuida».
«El estar en el hospital me enriquece con los pacientes, y estar con los voluntarios me enriquece con las personas. Todo tiene el mismo sentido», cuenta.
En las peregrinaciones, le gusta caminar entre la gente, escuchar, detenerse. «No es solo ir a una reunión o hablar desde un atril. Es caminar al lado de otro voluntario, escuchar su vida, darle un abrazo cuando está cansado. Ninguno puede quedar atrás»; un médico que cuida dentro y fuera del hospital.
- La Mareta, el charco del tamaño del Heliodoro que cambiará el litoral de Añaza
- La sombra de un pelotazo urbanístico aborta la venta de suelo del Círculo de Amistad en El Mayorazgo
- Hace 30 años los recoveros salvaron la Recova: hoy el mercado de Santa Cruz está en auge
- La ampliación del tranvía, la creación de ecobulevares y la mejora de los barrios: propuestas para alcanzar la Santa Cruz 'soñada'
- Retiran cuatro tiendas de campaña en las calles de Santa Cruz de Tenerife
- Santa Cruz de Tenerife ya tiene su gran árbol de Navidad
- Luis Maya 'El Medusa': «La gente me daba dinero en la calle por penita»
- Santa Cruz de Tenerife tendrá hidroaviones turísticos: la empresa Surcar asegura que no se detendrá hasta conseguirlo