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La iglesia de La Concepción se viste de gala para recibir a la Virgen de Candelaria en Santa Cruz

Un grupo de colaboradores de la parroquia matriz de la capital, de entre 84 y 26 años, trabajan desde hace seis meses para que todo esté a punto para este sábado

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Santa Cruz de Tenerife

No es domingo ni misa de doce y tampoco va a salir La Macarena como cada madrugá chicharrera de Jueves Santo. Sin embargo, en la iglesia matriz de La Concepción, en la céntrica calle de La Noria, hay un inusual trajín de feligreses.

«Son colaboradores de la parroquia», hace constar el sacristán, Ángel Jorge Hernández, que pone en valor el trabajo desarrollado de forma desinteresada.

«Llevamos trabajando y preparando la visita de la Virgen de Candelaria desde hace más de seis meses».

Del taller al templo

A la puerta del templo, Paco Cortés, capataz del paso de La Macarena, recuerda como quien dobla turno la odisea en la que se convirtió la noche anterior el traslado del baldaquino de la Virgen del Carmen, de Los Realejos, hasta colocarlo en la plancha de Grúas Cuchi, que lo transportó a la Basílica de Candelaria.

«Pesa cuatrocientos kilos y estábamos dieciocho personas, pero no es lo mismo que portar el trono de La Macarena, donde se reparten por igual y respetando alturas los 1.200 kilos que pesa».

«Acabé roto», cuenta Cortés, mientras Ángel, el sacristán, se acerca y saca pecho del trabajo de los colaboradores de la iglesia.

El sacristán del pueblo

«Yo ya pronto me voy a jubilar; ¿tú no ves cómo estoy todo doblado? Que vengan los nuevos ahora», pide la mano derecha del párroco, Juan Manuel Yanes, también delegado del obispo para la visita de la Virgen de Candelaria, que comienza este sábado 11 de octubre y se prolongará hasta el viernes 24.

«¡Mira para ahí!», señala el sacristán con la misma familiaridad de quien está en el salón de su casa, mientras muestra las nuevas lengüetas y capiteles confeccionados por Ana María, que cuelgan de las columnas, así como las bambalinas del presbiterio y los reposteros del coro.

De los astilleros a los altares

Antes de sacristán, Ángel fue hombre de mar y de hierro. Trabajó en los astilleros de Nuvasa, lo que lo llevó a dejar La Matanza para asentarse en el barrio santacrucero de María Jiménez, donde incluso enseñó en la escuela del palo.

Habla con orgullo cuando recuerda que participó en una de las reparaciones del Correíllo La Palma, una hazaña que menciona casi con el mismo cariño con que evoca a su Virgen del Rosario, devoción que le inculcaron su madre y sus tías cuando apenas tenía ocho años.

Quién iba a decirle entonces a aquel niño curioso que acabaría sirviendo en la parroquia de La Concepción, de la mano del recordado Mauricio González.

Antes, Ángel estuvo vinculado a la parroquia de San Juan, en La Laguna, y además es hermano del Santísimo de la Catedral lagunera.

Sonríe cuando lo recuerda y se define con sencillez:

«Desde pequeño, siendo niño en La Matanza, yo era un ratón de iglesia», dice entre risas, como quien reconoce que su destino estuvo entre los bancos y los altares.

Colaboradores del templo

Como si de una minicabalgata se tratara, Ángel va presentando frente al altar mayor a los colaboradores de La Concepción, a los que hace protagonistas de la imagen de gala que luce ya el templo.

Junto a Ana María, tapicera y costurera, su esposo Antonio, que fue electricista y regentó su negocio hasta su jubilación.

«Y mira, ahora me tienes aquí arreglando velas», dice con humor.

«Aquí tenemos personas de todas las edades, como Antonio, de 84 años. No hay un día que no venga a echar una mano», pone en valor Ángel.

Historias de fe y compromiso

En el primer banco frente al altar mayor, justo en el que se sientan las autoridades en las grandes solemnidades, Telesforo Paule Rodríguez, que lleva más de treinta años vinculado a la parroquia, a donde desembarcó para sacar el paso del Nazareno en Semana Santa.

El sacristán dicta sentencia: «Es el mayordomo de El Nazareno».

Protésico dental ya retirado, es viudo y padre de tres hijos.

«Aquí estoy desde la época de don Mauricio», apunta como quien cobra trienios o quinquenios de antigüedad en una tarea totalmente altruista.

Asegura que ha vivido las dos últimas visitas de la Virgen de Candelaria.

«Antes salía en la procesión, ahora me quedo en la iglesia».

También pertenecía a la cofradía de La Macarena.

Cuando se le pregunta qué significa para él la Patrona de Canarias, echa los ojos al cielo y se queda sin palabras.

Las nuevas generaciones también están

También está en el templo rematando los preparativos Dailos Rodríguez, de 32 años, de los que lleva cuatro vistiendo a El Nazareno, entre otras imágenes.

Días atrás acaba de ser designado como vestidor de La Macarena y de Jesús Cautivo.

Cuando se le pregunta si estas tareas las desarrolla por vocación o trabajo, responde:

«Enramo, visto y coso... pero las flores son trabajo».

Dailos, franciscano seglar de Santa Cruz, admite que esta será la primera visita de la Virgen de Candelaria que viva tan implicado.

Entre los más jóvenes, Juan Pérez, de 26 años, un palmero que desde 2019 quedó prendado por La Macarena y que es uno de los colaboradores más destacados.

«Aquí nos ha tenido Ángel mañana, tarde y noche», comenta mientras revisa detalles de las colgaduras.

La Santa Cruz profunda

Como si el ambiente de trabajo que reina en La Concepción no fuera con él, pasa Tino del Pino.

«Míralo, ahí lo tienes», presume el sacristán.

«Este es vecino del barrio de toda la vida».

A sus 75 años, este comerciante que regentó la Pescadería Tino del Mercado Central, también pertenece al grupo de voluntarios.

«Yo estoy aquí desde que se abrió de nuevo», recuerda, haciendo cálculos desde que finalizaron las obras de rehabilitación del templo.

«Mi casa estaba al lado de donde tenía la sede el Real Unión», añade con orgullo.

Una fe que también se vende en recuerdos

En paralelo al remate de los preparativos, en una estancia a la izquierda de la entrada, una docena de voluntarios revisa la tienda de artículos que, a modo de recuerdo, ya están a la venta.

Mientras, Manuel y Yaya demuestran su destreza con la papiroflexia elaborando los miles de capuchones para las velas que se usarán en la procesión de las candelas del viernes 24, cuando la Patrona regrese a casa.

Entre los artículos destacan pulseras de madera, rosarios de filigrana, tazas conmemorativas y el tríptico del cartel de 2018, cuando se celebró la visita con motivo del bicentenario de la Diócesis de Tenerife.

Bajo la mirada de Sara, profesora jubilada y responsable de Cáritas, se supervisa que todo esté a punto para la tercera visita del milenio a la capital tinerfeña.

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