En primera persona
Petri, una madre coraje
«He visto cosas que no sabe nadie, pero nunca he hablado mal de nadie; valgo más por lo que callo», manifiesta

Petri cierra su etapa laboral en el Ayuntamiento tras 29 años. | / ARTURO JIMÉNEZ

El viernes fue el último día que Petri fue a desarrollar su labor como responsable del mantenimiento de la sede central del Ayuntamiento de Santa Cruz. 29 años de servicio y una vida de entrega a su familia
Nada más acceder a la sede central del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, sorprende que está encendido el salón de plenos. Los compañeros de Petri saben que tiene cita en su último día de trabajo para hacer balance de sus 29 años de servicio y abren las puertas para ella, un servicio que ella ha realizado durante casi tres décadas para otros.
Entró siendo alcalde de la capital tinerfeña Miguel Zerolo y se marcha con José Manuel Bermúdez. En total, por ella han pasado tres regidores municipales, incluyendo los trece meses que la socialista Patricia Hernández ostentó el bastón de mando.
Pero más que el tiempo transcurrido velando por que el Palacio Municipal haya estado impoluto durante este tiempo, Petra es una madre coraje modelo. No se equivocó la compañera que, al recibir a la prensa, dijo que el viernes se iba una bellísima persona.
Petri nació el 23 de octubre de 1962, en Santa Cruz de Tenerife. Hija de un conductor de guagua y una ama de casa, pasó su niñez en La Laguna. «Mi padre era chófer, del transporte público. Mi madre, ama de casa». Pero como quien quiere restar importancia a su historia personal intenta restar importancia a los avatares sorteados.
Se casó muy joven, con 15 años «para 16», con un compañero del Instituto La Laboral, donde se conocieron. «Nos casamos enseguida». De pronto, la conversación da un vuelco. «A mi marido lo mató un kamikaze. Nunca lo cogieron. Me quedé sola con tres niños pequeños». Tenía poco más de 20 años. «Fui madre y padre. Nadie lo sabe aquí, nadie. Porque no me gusta ir de víctima. Nadie se imagina la tragedia que puede tener una persona». Es consciente que haber cambiado en el último momento el plan familiar y decidir ir a la playa le salvó la vida tanto a sus hijos como a ella. «Nos hubiéramos ido todos al país de los quietos, como lo llamo».
Petri empezó trabajando en negro, cuidando ancianos, limpiando casas, haciendo lo que hiciera falta. «Si no trabajaba, no comíamos. No tenía familia. Tuve que sacarlos adelante sola», apostilla con la satisfacción de quien lleva cotizados más de cuarenta años. «Me plantearon la posibilidad de jubilarme aunque pierda un poco y no me lo pensé».
Después de la etapa en la que afrontaba cualquier oferta laboral que le permitiera sacar a su familia para adelante, un conocido le planteó la posibilidad de entrar a trabajar como limpiadora en el Ayuntamiento. «Yo tendría 33 o 34 años; trabajaba con un matrimonio cuidando a sus hijos y fue ahí cuando me plantearon comenzar a trabajar con una empresa contratada. «Me dijeron: ‘Mira, Petri, con tus tres niños te interesa algo fijo’. Y no dudé».
Desde entonces, no ha parado. Llegaba en guagua desde La Laguna, a veces a las seis de la mañana. Su jornada comenzaba antes de que la ciudad despertara. «Yo sola limpiaba todo. Montaba los plenos, llenaba las 30 botellas de agua, preparaba vasos. Siempre he estado aquí, en Alcaldía, donde tienen su sede los grupos municipales. Me encargo de todo el edificio, desde primera hora de la mañana hasta acabar mi jornada sobre las dos de la tarde».
Sobre los secretos que guardan los despachos de los políticos, Petri hace suyo el consejo que le dieron sus padres: ver, oír y callar. «Valgo más por lo que callo que por lo que hablo», dice con orgullo. y sin ninguna intención de cambiar lo que ha sido una máxima en su vida. «Aquí hay que ser un poco psicólogo. He visto cosas que no sabe nadie, pero nunca he hablado mal de nadie».
Para Petri, su principal satisfacción son sus hijos. Uno vive en Londres desde hace seis años y es traductor; otra, enfermera; y la tercera, peluquera. Y también tiene el disfrute de contar con dos nietos. Mirando atrás, el cierre a los casi treinta años de servicio, le dejan una reflexión. «Yo solita saqué a mis hijos para adelante. Así que imagínate». En su recuerdo, palabras de cariño para su abuelita materna, como la denomina. «Murió con 115 años», para lamentar antes el fallecimiento de su madre. «Mi padre no lo pudo soportar. El médico me dijo que había muerto de pena».
Cuando a Petri se le plantea el... ¿y ahora qué?, después de 29 años levantándose a las seis para llegar a las siete a trabajar y dejar impoluto la Casa de los Dragos, se le ilumina la cara.
Hace 16 años se unió al grupo senderista Caminantes Aguere, con el que ha recorrido toda Tenerife y parte de Gran Canaria, donde logra la desconexión. Entre sus últimas pateadas, la visita que hizo este sábado al Pueblo Troglodita de la Isla Hermana, de la que admite estar enamorada, sin dejar atrás la belleza de paisaje como Anaga, Masca o Teno. «Hace dos semanas subimos al Teide también», cuenta.
Casi de puntilla desvela su pasión por el baile, como el que disfrutó hace una semana condiciendo con la fiesta que organizó el club de fans de Pepe Benavente. «Es una excelente persona».
A Petri le cambia la cara cuando habla de otros senderos de su nueva vida ya sin trabajo, etapa que da por zanjada con el orgullo de la labor honrada y la familia criada.
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