DIA DE LAS FUERZAS ARMADAS

Un sitio en la grada, el bien más cotizado del desfile

Muchos vecinos madrugaron para buscar su sitio en las gradas del desfile de las Fuerzas Armadas. Antes del inicio, la mitad estaban ocupadas y no habían llegado los invitados. Santa Cruz vivió un día que reunió a tres reinas: junto a Letizia Ortiz, las soberanas del Carnaval y de las Fiestas de Mayo

Público agolpado en las escalinatas del Auditorio de Tenerife para seguir el desfile de las Fuerzas Armadas.

Arturo Jiménez

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Santa Cruz de Tenerife

Aún no se habían puesto las calles en Santa Cruz la madrugada de ayer cuando empezaron a llegar los primeros vecinos y visitantes con el objetivo de hacerse con un sitio en primera fila para seguir el desfile de las Fuerzas Armadas, que se celebró en la avenida de la Constitución. 

La TF-4 o avenida penetración por la Refinería se cerró al tráfico para garantizar la seguridad en el perímetro. Así, la capital se parecía más a un campamento militar por el que estaba prohibido circular desde la avenida La Salle hasta el mar. De hecho, los residentes de Cabo Llanos sólo pudieron sacar los vehículos de sus garajes después de las cuatro de la tarde.

El desfile contó con la participación de tres reinas: doña Letizia Ortiz y como invitadas, las soberanas de las carnestolendas 2025, Elizabeth Ledesma Laker, y la elegida en las recientes Fiestas de Mayo, Idaira Afonso Nazco. 

Una familia bajó de La Laguna y, aunque tenía invitación, no pudo acceder a la zona de invitados

El día de las Fuerzas Armadas despertó la curiosidad y el interés de varios miles de vecinos. Los más previsores, y que no tenían invitación, se comenzaron a congregar desde las seis de la mañana en una de las dos gradas que había reservado el Ayuntamiento junto a la ermita de Regla. Para un millar de invitados. La más numerosa tenía capacidad para 700 invitados, mientras que la más reducida, a los pies de las banderas del Auditorio de Tenerife, acogió a más de 400 invitados.

En la víspera del desfile de las Fuerzas Armas, Dailo Gómez, de Ofra, y la familia de David, vecino del barrio de El Draguillo, en el Distrito Suroeste, hicieron lo imposible para lograr una invitación. Desde el chicharrero barrio de Santa Clara, Dailo se levantó y junto a su familia pusieron rumbo a la avenida de la Constitución. Sábado, día de descanso. No tendría que madrugar para limpiar en el centro sanitario donde presta su labor a diario y se había citado con un acontecimiento que considera histórico. También la familia de David bajó a la avenida -a las ocho- para asegurarse un asiento en las gradas habilitadas en ese enclave. Ellos no tenían entrada. Entendieron por las notas de prensa divulgadas en los días anteriores que bastaba con madrugar y elegir un buen sitio.

Desde Puerto de la Cruz, María y Margarita llegaron en guagua y fueron de las primeras en tomar el graderío de la ermita de Regla. Ellas acudieron pertrechadas con un termo, agua, cremas y pamelas para las dos. ¡Todo un desayuno!

Con gafas y camisa a rayas, el presidente de Diablos Locos; delante, los dueños del Loro Parque.

Con gafas y camisa a rayas, el presidente de Diablos Locos; delante, los dueños del Loro Parque. / Arturo Jiménez

A las ocho y media de la mañana, a tres horas del inicio de la parada militar, llegó a la grada un segurita, que se encontró con la sorpresa de que ya estaba ocupada al cincuenta por ciento y los invitados no habían empezado a llegar.

En cuestión de minutos desde el Ayuntamiento se movilizó a personal de confianza para que intentara convencer a los que se habían instalado que no podían estar sin invitación. La familia de David explicó que había seguido las indicaciones que les dieron. Margarita se negó a dejar su localidad. Para ese momento, la familia de David decidió abandonar la zona para evitar más conflictos. 

En su retirada compartieron con un militar que se encontraron la situación y acabaron disfrutando del desfile en la grada reservada para familiares de cargos del Ejército. Ajeno a la polémica, Dailo, que fue de los primeros en acceder con invitación a la grada.

Se aproximaba la hora establecida por la organización para recibir a los invitados, las diez y media. También se trasladaron desde La Laguna tres generaciones de la familia López y tuvieron que buscar una alternativa porque, aunque tenían invitación, ya no había sitio.

«Entró más gente de la cuenta. Mucha llegó desde temprano y también se equivocaron familiares de unos militares... Mi familia se fue a otro lado para buscar acomodo, pero finalmente tuvieron que regresar. Superdesorganizado; una pena. Fastidia que te pierdas un acontecimiento de estas características que se monta cada cuarenta años». «Tenían que haberlo llenado de gradas». Al final esta familia se quedó en el solar donde estaba la antigua terraza Isla del Mar, donde se tuvieron que contentar con ver pasar los aviones y los militares que acabaron por la zona. Pedro explica que la avenida de la Constitución es un lugar maravilloso para un acto como este, «y te lo digo yo que conozco Oviedo, donde se celebró el año pasado. Tampoco La Castellana, en Madrid, tiene buenas condiciones porque los árboles impiden colocar gradas». 

Grada de Regla

La llamada grada de Regla se reservó a presidentes y representantes de asociaciones de vecinos y de mayores; la grada Auditorio, para el tejido social y empresarial de la capital, hasta directivos de sociedades. La principal diferencia entre una grada y otra era que a los invitados de Regla se les despedía al término del desfile y los 300 del Auditorio tenían derecho al brindis que se ofreció en el Parque Marítimo César Manrique.

Algunos de los primeros en llegar a la grada de Regla explicaron que con haber puesto un cartel advirtiendo de que los sitios estaban reservados se habría arreglado todo. Al final les explicaron que esta grada «era para los familiares y trabajadores del Ayuntamiento». Unos decidieron buscar un nuevo emplazamiento; otros se mantuvieron en sus posiciones inalterables hasta que llegaran los soldados.

Entre reproches y, en algún caso, malos modos de quienes se negaban a abandonar la zona, se decidió abrir el acceso a los invitados oficiales de esta grada que ya comenzaban a llegar, si bien se les había citado a las diez y media. El miedo de la organización es que los ocupas de este espacio superaran el margen que habían previsto como colchón desde la organización municipal. Al final, la sangre no llegó al río.

En las vallas que delimitaban el aforo se agolpaban muchos vecinos sin invitación y con la única aspiración de seguir el desfile a pesar de que el firme de la acera parecía más propio de un rally de coches. A mitad de camino entre la grada de la ermita de Regla y la de los familiares de los militares fallecidos, Ana y Luis se hicieron un hueco para ver a su hijo, militar profesional del último reemplazo. Después de formarse en Cádiz regresó en enero a Tenerife, donde tiene su destino. El rey de su desfile fue Jonay, el cuarto de cinco hermanos; hasta la primogénita se acercó desde La Palma para vivir este acontecimiento familiar.

Durante la espera, los padres de otro pequeño intentaban explican la importancia del acontecimiento que iba a presencia. Lucía, la madre, le decía a su pequeño, de dos o tres años, que él tiene los mismos años que contaba ella cuando sus abuelos la llevaron a presenciar el desfile. Y le reiteraba: «fíjate bien porque no sabes cuántos años pasarán hasta que se vuelva a celebrar un desfile militar como este».

Los reyes de España saludan a los asistentes al desfile de las Fuerzas Armadas celebrado en Santa Cruz de Tenerife.

Los reyes de España saludan a los asistentes al desfile de las Fuerzas Armadas celebrado en Santa Cruz de Tenerife. / Arturo Jiménez

El niño parecía más preocupado en jugar con unos muñecos. Eran las once y media y el calor pasaba factura. En la valla que se localizaba cerca de la ermita de Regla, otra vecina agradecía la nube que ejercía de paragua para evitar una temperatura mayor. El pequeño está más entretenido con los coches oficiales que pasaban flanqueados por las motos que desde la bajada de la calle de la ermita se adentraban por la avenida de la Constitución rumbo a la tribuna de autoridades.

De pronto se escucha una tenue voz de la megafonía instalada a lo largo del recorrido para advertir que con cuando lleguen los Reyes de España se lanzarán veintiuna salvas de cañón, lo que rápidamente traducen los padres a sus pequeños para evitar el lógico sobresalto.

«La UME, cariño; los de aquí»

Entre los momentos de mayor ovación, el paso de la Unidad Militar de Emergencia. Esta anécdota resume el sentir popular: el pequeño Diego le preguntó a su madre: «¿Estos amarillos, quiénes son?». La respuesta: «La UME cariño, los de aquí». 

Otro instante de ovación lo protagonizó Camarón, el macho cabrio de la Legión, que acaparó también las fotografías de cuantos echaron mano con su móvil para inmortalizar el momento. 

Los más esperados, Felipe VI y Letizia Ortiz. Hasta en tres oportunidades Silvia advirtió a sus hijos: «¡Qué vienen los Reyes!», con la misma intensidad que en la Cabalgata del 5 de enero. Y a la tercera fue la vencida, aunque no bajaron por el acceso junto a la ermita de Regla sino que se tuvieron que conformar con verlos acceder desde la avenida, a la altura del recinto ferial. Ya al final se mostraron satisfechos con el saludo desde el coche oficial de la Reina de España, que viajaba por la parte más próxima al mar. «Parece una actriz de cine», apostilló una de las vecinas cerca del Auditorio.

La legión, cantando tras el desfile en la zona trasera de Presidencia

Arturo Jiménez

Fue un desfile sin un silbido, salvo el momento en el que una ambulancia se colocó justo delante del público que había tomado las escalinatas del Auditorio. Ante el intento de dejar el vehículo ahí, centenares de espectadores expresaron su rechazo. Tardaron más en protestar que la ambulancia en rodarse, lo que dio paso a una ovación. Justo en ese momento entraba por la calle de la ermita de Regla el titular del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, quien al escuchar los aplausos comenzó a saludar al público que estaba en esa acera hasta llegar a la tribuna presidencial del desfile, a la espera del Rey.

«Ese desfile seguro que no lo ha hecho el Ejército, seguro que han contado con una grandísima productora», dijo Manolo Peña, de la Sociedad Mamels, al término del mismo y cuando ponía camino al piscolabis ofrecido en el Parque Marítimo, uno de sus altares favoritos cada verano. Mientras unos hacían un alto en la ermita de Regla para disfrutar de aire fresco y otros iban al brindis con el rey, la mayoría ponía rumbo al Intercambiador, con guaguas como la línea 101, rumbo al Puerto de bote en bote. No faltaban decenas de personas que se tomaron su propio tentempié en la calle Fomento.

«¿Estos amarillos, quiénes son?», le preguntó Diego a su madre. «La UME cariño, los de aquí»

Con desconsuelo, la portavoz del coletivo Queremos Movernos, Ana Mengíbar, quien comenta casi con envidia el privilegio que han podido disfrutar cuantos se pudieron subir a la grada de invitados mientras reprocha a la organización municipal que no habilitada espacios para personas con discapacidad, «que de nuevo vuelven a ser los grandes olvidados y maltratados por este equipo de gobierno». También echa de menos que se no se hubiera acondicionado un lugar para facilitar el disfrute de los mayores.

De regreso a casa, un deseo compartido por muchos: que no haya que esperar otros 39 años para disfrutar de otro Día de las Fuerzas Armadas en Santa Cruz de Tenerife.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents