BARRIO A BARRIO | Añaza
La historia de Cisse, migrante que llegó con 17 años a Canarias: "Vine en patera porque no soportaba la vida de mi familia en Senegal"
El joven migrante cuenta por qué decidió buscar un futuro mejor la misma semana que siete personas fallecieron cuando perseguían un objetivo similar.

El artista migrante Djiberl Cisse / Arturo Jiménez

Djiberl Cisse se siente un privilegiado de la vida. Hace apenas un año y medio, partió desde Dakar, la capital de Senegal, en una patera junto a 120 personas. Tardaron siete días en llegar a tierra firme. Él tenía 17 años. Hoy vive en Añaza, en Santa Cruz, pinta cuadros llenos de color, memoria y esperanza, y se prepara para hacer su sueño realidad: llegar a estudiar en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna.
Llegó a El Hierro el 20 de octubre de 2023. Pasó dos días allí. Luego lo trasladaron a La Gomera, donde vivió tres meses en un centro de menores. Después, a La Orotava, en Tenerife. Y cuando cumplió los 18 años, lo dejaron en la calle. Como a tantos. «Dormía en el albergue de Santa Cruz de Tenerife. Fue entonces cuando una educadora me habló de la Fundación Buen Samaritano. Fui. Me escucharon. Me acogieron». Allí lo recibió el padre Pepe, el cura de Añaza, quien le ofreció un techo, acogida, y algo más: un futuro.
Este joven senegalés, que desde hace dos semanas cuenta ya con los ansiados papeles que le garantiza la estancia en Tenerife, explica que dejó en Dakar a sus padres y a seis hermanos, de edades comprendidas entre los veintiuno y los cuatro años. En su país natal alternaba los estudios con la pesca, actividad por la que finalmente se decantó para contribuir a sacar a su familia adelante. «No podía seguir estudiando. Solo trabajaba en el mar, con redes», dice. Y entonces tomó la decisión. «Veía cómo vivía mi familia… y no lo soporté más. Me fui».
La conversación con Djiberl Cisse tiene lugar días después de que otro cayuco llegara al puerto de La Restinga, precisamente en El Hierro –donde el arribó también en una embarcación–. En este último caso fallecieron siete personas, de ellas tres niñas, al volcar la barcaza cuando casi habían logrado su objetivo. «Todos los que suben a una patera saben que pueden quedarse en el mar. Muchos no llegan. Pero todo está en manos de Dios».
¿Sabía dónde estaba Canarias antes de venir?
—No. Pensaba que íbamos a Europa. Cuando llegué, vi una isla. Y supe que estaba en España. Luego supe que esto es Canarias. Y que Europa no empieza solo en el continente.
Ahora dice que quiere quedarse. Que aquí ha encontrado una familia. Un oficio. Una tierra. Un techo. «Aquí me acogieron. Me ayudaron. Me siento feliz aquí», mientras admite que quiere ayudar a su familia y algún día, traer a alguno de sus hermanos, «para que puedan aprender también». Quiere quedarse en Tenerife.
El contacto que le tramitó la educadora del albergue con la Fundación El Buen Samaritano le abrió las puertas a un futuro próspero que le ha permitido cambiar la red de pescar por el pincel con el que recuerda a su familia y su país.
Natural de un barrio de la capital de Senegal, su único contacto con el arte era a través de un lápiz. Durante la estancia en Tenerife y gracias a la hermana de Pepe el cura de Añaza y mentor de la Fundación, Djiberl Cisse ha desarrollado en el último año su faceta artística.
Encontró una vocación
«La Fundación me descubrió», dice Djiberl Cisse. «Yo solo dibujaba con lápiz cuando estaba en Senegal. Pero aquí me dieron un pincel, una tela y empecé a pintar. Fue la hermana del padre Pepe quien me animó. Me dijo: pinta, a ver qué pasa. Y salió algo. Desde entonces no he parado».
En Tenerife ha encontrado una vocación. «Ahora quiero dedicarme al arte. Me estoy preparando para estudiar Bellas Artes. Pinto paisajes africanos, caras de mujeres, niños, tambores... Es mi forma de no olvidar mi tierra. Pinto para no olvidar de dónde vengo».
La propia Fundación El Buen Samaritano, que reconoce las actualidades artística del joven senegalés, se encarga de su formación. Por la mañana se hace en el manejo de los pinceles, por la tarde participa en clases de teatro. Y los fines de semana y en su tiempo lbre... también pinta siguiendo los consejos de su profesora, quien le ha enseñado a ser paciente y degustar y disfrutar del arte. Entre sus consejos, «un cuadro no se termina en un día».
Desde su tierra de adopción, el barrio de Añaza en la capital tinerfeña, Djiberl Cisse rescata de su memoria la imagen que permanece viva en su mente de mujeres africanas, paisajes de su país... Entre sus cuadros favoritos hay uno que representa a una mujer africana llevando a su bebé a la espalda. Lo tituló Mamá África. «Ese cuadro me recuerda quiénes somos y de dónde venimos. Representa a nuestra madre, nuestra familia. A los que dejamos atrás».
Otro cuadro muestra a una figura tocando el tambor. La cultura africana late en cada trazo de este joven que se desahoga con el pincel. «Yo pinto lo que tengo dentro. Antes no lo sabía, pero ahora lo veo: cada uno tiene algo que brilla», y reitera el agradecimiento por la confianza y el apoyo que le presta la fundación.
El próximo martes 17 de junio inaugurará su primera exposición dentro de la Semana Solidaria organizada por la Fundación Buen Samaritano. La muestra reunirá más de cuarenta cuadros entre óleos y acuarelas, muchos de los cuales estarán a la venta a precios populares, con la valoración que realizará el propio Pepe, el cura. El objetivo es sencillo: que el joven artista pueda seguir formándose, comprarse materiales, y, quizás, empezar a vivir de su talento.
Unas pinturas que hablan
Los cuadros de Djiberl Cisse hablan. Con ese tambor, esa mujer con el niño en la espalda, ese rojo intenso del atardecer africano... historias que se cuentan sin palabras, donde el boceto del bastidor final ha sido la propia vida del joven senegalés llegado en patera.
José Félix Hernández López, más conocido como Pepe, el cura de Añaza, es el artífice de la inserción y la oportunidad que le brinda la vida a Djiberl Cisse en Tenerife. Pepe el cura es mucho más que un párroco. Es un referente, un activista en la acción social de Santa Cruz de Tenerife en particular y de Canarias en general. Fue en 2017 cuando, tras una conversación con el actual obispo emérito Bernardo Álvarez, se decidió centralizar todos los proyectos sociales impulsados desde la parroquia en una única entidad: la Fundación El Buen Samaritano, con sede en los barrios de Añaza, en el Distrito Suroeste, y Los Gladiolos, en la zona de Salud-La Salle.
Hoy, esa fundación acoge y acompaña a centenares de personas en situación de vulnerabilidad, y lo hace con un enfoque integral: desde el apoyo a migrantes, mujeres y mayores, hasta la formación artística o medioambiental. Esa amplitud se refleja cada año en la Semana Solidaria, una cita que busca visibilizar todo este trabajo y abrir espacios de encuentro con la comunidad. Este año, del lunes 16 al sábado 22 de junio, el programa incluye actividades dirigidas a distintos colectivos, jornadas temáticas, y un cierre festivo con feria y actuaciones en la plaza del escenario del barrio de Añaza. Pero una de las propuestas más especiales será, sin duda, la primera exposición individual del joven artista senegalés Djiberl Cisse un testimonio vivo de todo lo que esta fundación representa.
«Queremos que se saque unas perras para seguir pintando y estudiando. Es un artista emergente, con mucho talento», explica. El talento no tiene pasaporte. Y cuando se le da una oportunidad se puede hacer presente en cualquier rincón, también en Añaza. Y si no que se lo digan a Pepe el cura.
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