El agua en Santa Cruz: chorros públicos (II)

Chorro de los Caballos. / El Día
José Manuel Ledesma Alonso
Para que los habitantes de Santa Cruz de Tenerife pudieran proveerse de agua potable, a partir del sigloXVIII el Ayuntamiento de Santa Cruz comenzaría a instalar chorros en la mayoría de los barrios, a los que se acercaban mujeres, hombres, niñas y niños para abastecerse de agua, acarreándola hasta sus casas en recipientes que llevaban sobre sus cabezas o transportándola a lomo de animales.
Estos chorros públicos eran de gran sencillez, pues sólo disponían de un soporte de mampostería del que sobresalía el caño por donde salía el agua. Durante muchos años no dispusieron de grifos que permitieran cerrarlo, sino que caía de manera continua en el abrevadero o se perdía a través de las calles.
Chorro de Santo Domingo.
Instalado en 1709 en la calle de El Chorro (El Pilar), esquina a la calle Corazón de Jesús (Teobaldo Power), al construirse la iglesia del Pilar, en 1816, sería trasladado a la trasera del convento dominico de La Consolación, donde también era utilizado por los frailes para regar su huerta.
En 1849, cuando el convento y la huerta de los frailes pasaron a titularidad municipal, tras la desamortización de Mendizabal, y en su solar se construyó el Teatro Guimerá y la Recova Vieja, el chorro se colocaría en la plazuela resultante de la confluencia de las calles Barranquillo (Imeldo Serís) y Canales (Ángel Guimerá), denominándolo Santo Domingo, en recuerdo del convento allí existente. El chorro fue dotado de cuatro grifos, traídos del extranjero, siendo utilizado por los vecinos del barrio de Vilaflor, hoy calles Puerta Canseco y Miraflores.
En 1894, el chorro fue restaurado por el arquitecto municipal Antonio Pintor y Ocete, colocándole en su centro un pilar cuadrado de piedra basáltica, coronado por una gran esfera, de donde salían cuatro surtidores que dejaban caer el agua en un receptáculo, también de piedra.
Todo el conjunto estaba rematado por un candelabro de farolas, mientras que una verja de hierro cerraba el recinto de la plaza. En su entorno se plantaron laureles de India que le producían sombra a la pequeña plaza resultante.
En este lugar, en el año 2000, el Ayuntamiento colocó La Aguadora, una escultura del artista Medín Martín con la que se le rinde homenaje a las mujeres que llevaban sobre sus cabezas los cántaros de agua, recogida en los chorros y fuentes públicas, y la llevaban hasta los hogares a cambio de una remuneración, ya que el servicio de abastecimiento de agua no estaba regularizado y muchas de las viviendas no contaban con este recurso. De la misma manera que, durante la Gesta del 25 de Julio de 1797, le llevaron agua a los soldados que defendían la montaña de la Altura de Paso Alto. Aunque esta fuente ya no tiene su primitivo cometido, sus centenarias piedras la han convertido en un elemento ornamental de la ciudad, formando parte del patrimonio histórico de Santa Cruz de Tenerife, como testimonio material.
Chorro de Puerto Escondido.
Al final de la calle del Norte (Valentín Sanz), esquina con la de San Roque (Suárez Guerra), en 1820 se construyó el Chorro de Arriba para el abasto público de los vecinos del Toscal. Era de piedra basáltica y tenía cuatro caños.
El citado Chorro sería trasladado a la Plaza del Patriotismo en 1845, al abovedarse el barranquillo de San Francisco o Guayte, que uniría las calles del Norte (Valentín Sanz) y La Rosa.
El citado chorro pasaría a denominarse Puerto Escondido, en 1912, cuando Ramón Baudet lo trasladó al comienzo de la citada calle Puerto Escondido, pues le interrumpía la entrada al recién estrenado al Parque Recreativo.
Chorro de los Caballos.
Fue construido, en 1805, en la confluencia de las calles Canales Bajas (Doctor Guigou) y Los Campos (Doctor José Naveiras), muy cerca de la palmera del Parque.
Era de piedra basáltica y disponía de cuatro caños de los que continuamente estaba saliendo agua, que mantenía lleno el receptáculo de piedra basáltica donde abrevaban las bestias, de ahí el nombre de Los Caballos.
Chorro en la Rambla Pulido.
Cuando, en 1873, la Sociedad Constructora de Edificios Urbanos estaba levantando 100 viviendas en el camino de La Laguna (Rambla de Pulido), en la esquina derecha de la actual calle Benavides instaló un chorro que, al concluir las obras, lo cedería al Municipio, el cual le pondría una puerta que se cerraba por las noches para evitar el robo del agua.
Chorro de la Aguada.
También llamado chorro del Muelle pues estaba instalado en la entrada del muelle Sur, pegado al muro del Castillo San Cristóbal. Este chorro, de hierro fundido, era el único que le producía renta al Municipio, pues al ser utilizado como caño de aguada de los barcos se les cobraba según el canon establecido.
Chorros en distintos barrios.
Para cubrir las demandas vecinales, se colocaron chorros en los barrios de los Llanos, el Cabo, el Perú, Buenavista, La Alegría, Duggi, Vilafor (Miraflores) y el Toscal, uno en la esquina de la calle Santiago con la del Señor de las Tribulaciones y otro en la calle San Martín.
De la misma manera que, aprovechando los nacientes más cercanos, se instalaron en Taganana, Almáciga, Chamorga, Benijos, La Cumbrilla, Roque Negro y Taborno.
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