No estaba el día para fútbol, baloncesto o tenis. Los jóvenes tienen su propia forma de hacer ejercicio y, como se demostró en el Tenerife Urbano, no hay nada malo en ello. Si el K-pop, las batallas de gallos o el parkour irrumpen, habrá que darles paso y espacio. No se pudo afirmar ayer eso que tanto se escucha de que niños y adolescentes solo miran las pantallas.
Bailes urbanos, saltos de obstáculos, patinaje, batallas de gallos o calistenia. Estas son algunas de las actividades de las que pudieron disfrutar este sábado desde menores de 12 años hasta jóvenes de 25. El Parque de La Granja se convirtió –a través del evento Tenerife Urbano organizado por el área de Deportes del Cabildo de Tenerife y el Ayuntamiento de Santa Cruz– en un lugar para disfrutar de los beneficios de la actividad física, entre los que se encuentran el «aumento de la autoestima», el «despeje de la mente» o un «sentimiento de bienestar con uno mismo», como apuntaron los jóvenes que deciden mejorar su vida mediante la práctica habitual de cualquier deporte.
Las melenas de colores, las sombras de ojo brillantes y los movimientos explosivos dominaron el centro del parque de la mano de los bailarines de K-pop. La danza importada de Corea triunfa en edades tempranas y hace muy poco que ha abierto la primera academia de Tenerife donde se enseña desde cero. Zahira Gutiérrez, de 21 años, es una de las fundadoras de la escuela de baile K-House, que cuenta con 50 personas inscritas. «Al final todos los integrantes compartimos nuestro gusto por la cultura asiática y abrir la academia facilita el hacer amistades», explica.
K-House tiene dos sedes, una en Tacoronte y otra en Santa Cruz, gracias a espacios cedidos por el Cabildo. Además, los 30 primeros bailarines que se unieron a la academia disfrutan de las clases de forma gratuita, mientras que los de nueva incorporación pagan diez euros al mes para tener «clases intensivas, excursiones y talleres». De bailar mirándose en el reflejo de los cristales de los edificios en plena calle a hacerlo en un salón, ese el paso que ha dado la comunidad de kpopers de la Isla. Y de ahí, a participar en exhibiciones y eventos como el de ayer.
Los amantes de la cultura asiática bailan K-pop a la vez que hacen amigos con las mismas aficiones.
La calle también fue el lugar de nacimiento del parkour. Este deporte de origen francés que consiste en «ir de un punto a otro de la ciudad saltando los obstáculos» es lo que «sube el ánimo» a Gabriel Cándida, de 22 años. El joven lleva tres años practicando cuatro días a la semana el salto de obstáculos, por lo que ayer decidió dar una clase a los más pequeños y enseñarles «algunos trucos» que ha aprendido de forma autodidacta por Internet o en encuentros con otros aficionados a este deporte.
Los movimientos del parkour tienen nombres curiosos: «Están el gato, el rompemuñecas, el pasavallas, el ladrón y el salto de precisión». Pero detrás de esas denominaciones hay un deporte muy atractivo. Tanto, que ni siquiera el llevar cholas evitó que algunos jóvenes se entusiasmaran e intentaran imitar las piruetas de Gabriel.
Sobre el aporte que la actividad física le da, el joven asegura que impacta sobre todo en su vida social. Tiene un grupo de amigos, de en torno a diez personas, que quedan para saltar por las calles. Además, dos veces al año se reúnen con deportistas de otras Islas y organizan un viaje a la Península para practicar parkour allí.
Cerca de los obstáculos se encontraban los elementos de calistenia, alrededor de los cuales se concentró un grupo de niñas de entre siete y diez años. Este deporte basado en realizar ejercicio utilizando el propio peso no tiene edad pero sí beneficios, pues «no consiste en hacer movimientos repetitivos, como puede ser coger una pesa, sino que se trata de soportar tu cuerpo en distintas posiciones», ahondó Wimber Hernández, de 25 años.
Quienes participan en batallas de gallos entrenan su creatividad con ejercicios de palabras
No obstante, para Wimber lo más importante de la calistenia no son sus efectos más visibles, como puede ser el aumento del equilibro y la fuerza, sino «su aporte a la salud mental, porque te hace superarte cada día y te enseña lo importante que es para nuestra vida tener constancia».
En este Tenerife Urbano, además, se colaron las batallas de gallos, que si bien no suponen un gran ejercicio físico al tratarse de una competición de canto, sí que implican una alta actividad cerebral. Improvisar letras y soltarlas en un rap no es tan fácil como parece y, si alguien no lo cree, que le pregunten a Cristian García, un joven de 24 años que lleva nueve participando en estos combates.
«Dedico horas a entrenar. Me pongo ejercicios de palabras y las ordeno por temáticas. Las batallas de gallos hay que tomarlas en serio», explicó el joven a este diario, quien también dedica su tiempo libre a crear música y se mueve en el mundo del rap, el trap y el R&B.
A las nueve de la noche, y tras cuatro horas de exhibiciones, la juventud se recogió. Eso, tras haber demostrado a su manera, combinando culturas y creando tendencias, que lo urbano también puede ser una buena excusa para mantenerse activo.