«Con 430 euros de pensión por invalidez es imposible tener una vida normal»
El usario del centro de acogida de Santa Cruz pelea a diario para dejar atrás la exclusión social y lograr ‘cualquier trabajo’
Fernando Cabeza Torres, nacido en Mérida hace 31 años, lucha con y en la vida para labrarse un futuro próspero, y lo hace encarando desde el reto de superar la exclusión social, aportado desde su experiencia la lucha de un sinhogar que lo ha llevado a impartir charlas en diferentes centros y asociaciones, aprovechando la oportunidad que se le brindó en la Semana del Sinhogarismo que se celebró en el Centro Municipal de Acogida de Santa Cruz, el único albergue que existe en la Isla.
Hijo de una vecina de Granadilla, el más pequeño de seis hermanos se trasladó con su familia con corta edad y realizó estudios primero en el IES Magallanes, de San Isidro, y luego en el Instituto de Granadilla, llegando a titular en la Formación Profesional de Chapa y Pintura, lo que marca el inicio de la búsqueda de un trabajo con el que poder ganarse la vida.
Con una discapacidad reconocida a consecuencia del Síndrome de Holt Oram que le afecta a sus extremidades superiores, Nando, como le conocen sus familiares y amigos, percibe «una pensión de 430 euros, que es insuficiente para la vida normal a la que aspiro; piensa que el alquiler de un piso puede rondar los 600 euros», apostilla. Nando no se rinde y se viene abajo cuando recuerda que la discapacidad es consecuencia del intento de no llevar a término su gestación. Más allá de que conociera a su padre cuando tenía 8 años, precisa que «he experimentado que la familia no siempre es de sangre; tengo amigos que se han portado y se portan conmigo como auténticos hermanos. Sin duda me han ayudado mucho más que mi propia familia».
«La primera vez que vas al albergue piensa que están para ayudarte; te tienes que dejar ayudar»
Nando busca, casi mendiga, un puesto de trabajo, una oportunidad que le brinde la vida para forjarse un porvenir, en esa pelea constante con un futuro mejor. En esas charlas de superación, en las que ahonda y anima en la necesidad de la búsqueda de trabajos visualizando la discapacidad, este usuario del Centro Municipal de Acogida de Santa Cruz recuerda sus idas y venidas de Tenerife a la Península en busca de trabajo. La primera vez, en 2006. «Pensamos que hay más trabajo en la Península porque es un territorio más grande que la Isla, pero también es más complicado», admite, para apuntar que en 2011 puso sus miras en terreno gallego, donde acabó unos meses lavando nasas, pero también tuvo que retornar. Algo similar ocurrió en 2015, esta vez en Mérida, donde tuvo trabajo en una tienda de bicicletas, y se volvió a Tenerife. Y hasta en una cuarta oportunidad se repitió la misma situación. En 2016 se trasladó también a Mérida, donde trabajo de conserje en instalaciones municipales, hasta a finalización del contrato. A partir de ahí, ya en Granadilla, Nando se encontró que un día fue a entrar a su casa y su madre le había cambiado la cerradura, lo que ha acrecentado el riesgo de exclusión social. «El dinero no te da ni para alquilar una habitación en una pensión».
«Los usuarios del Centro Municipal de Acogida no somos personas raras»
De nuevo el agradecimiento de Nando al personal del Centro Municipal de Acogida de Santa Cruz y a la concejala de Atención Social, Charín González, desde la reflexión que hace extensiva a los usuarios de este servicio. «La primera vez que vas al centro piensa que están para ayudarte, pero la clave está en dejarte ayudar». A partir de ahí, agradece las actividades y salidas que se plantean. «No somos personas raras. Yo con un trabajo me conformo; y no pido que sea indefinido, pero sí anhelo que pueda tener esa oportunidad. ¿Qué trabajo? Estoy convencido de que yo no elijo el trabajo, es él quien me elige a mí. Yo aprendo súper mega ultra rápido. Hoy en día no se puede elegir».
Nando alterna con cuatro compañeros en un piso de acogida del Gobierno de Canarias. Tuvo un primer período de seis meses, se agotó el período pero su situación no ha cambiado y en diciembre le han concedido una prórroga en busca de otra oportunidad. En el Centro de Acogida Municipal le garantizan la comida, mientras también alterna con sus entrenamientos de Tay –los martes, jueves y sábado en La Verdellada–. Su reto ahora es ser monitor de Ocio y Tiempo Libre, una vocación que le ha alimentado las charlas que imparte de sinhogarismo. «Si no tienes nada, estás mal, pero si estás en la calle, estás peor». De ahí su empeño en un futuro mejor.
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