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Gastronomía | VIII edición del Salón Gastronómico de Canarias

Segeamet Guadim: «Fue mi madre la que me convenció para participar»

Este joven tinerfeño, con raíces senegalesas, conquista el premio que lo eleva como Mejor Cocinero Joven de Canarias con un plato denominado ‘Emociones de la infancia’

Segeamet junto a su compañera Karina Fajardo durante el desarrollo de la prueba. E.D.

Nacido en Tenerife, en el municipio norteño del Puerto de la Cruz, en el año 1995, por sus venas corre sangre africana, concretamente senegalesa y por vía paterna. Una vez terminó los estudios de Bachillerato, Segeamet Guadim Gueye Hernández se vio atrapado en las redes de la indecisión, tal y como le sucede a tantos otros jóvenes. No tenía claro hacia dónde debía orientar su futuro profesional, «pero al final me convencieron, la familia, fundamentalmente, pero sobre todo la voz de mi madre, hasta que al final me decanté por los estudios de cocina».

Fue así como, a la edad de 19 años, se matriculó en el módulo de Formación Profesional que se imparte en el IES María Pérez Trujillo, en el barrio de La Vera, Puerto de la Cruz, para desde ahí dar posteriormente el salto hasta el reconocido IES San Marcos, en el municipio de Icod de los Vinos.

Para acceder a participar en el Campeonato de Jóvenes Cocineros de GastroCanarias, en el recientemente finalizado Salón Gastronómico, celebrado en el Recinto Ferial de la capital tinerfeña, tuvo que superar el pertinente proceso de selección previo, que consistió en remitir a la plataforma de la organización un vídeo con el contenido de la receta propuesta. Lo cierto es que, pese a todas sus dudas, Segeamet resultó admitido entre los finalistas del concurso, lo que para él ya representó todo un triunfo. «La verdad es que no me lo podía creer», afirma.

Este joven cocinero confiesa que, aunque no a ciegas, «sí es verdad que me presenté al certamen sin demasiadas expectativas, casi por obligación». Y quizás haya sido ese estado de ánimo, liberado de tensiones, el que lo ayudó finalmente a desarrollar toda su creatividad, ajeno a la presión añadida que siempre representa tener que alcanzar un objetivo final, un premio.

A propósito, explica que una vez en el escenario, «cuando mi ayudante Karina Fajardo y yo abrimos la Caja Sorpresa, ya sabíamos que desde la organización se había establecido un margen determinado de tiempo», y mentalmente decidieron repasar su contenido: diferentes proteínas, como el huevo y las legumbres; un pescado, en este caso la lubina; hidratos de carbono, presentes en el boniato y la papa negra; vegetales, como el pimiento o la cebolla... Fue a la vista de esta despensa cuando decidió hacer acopio de bastantes ingredientes. «Y creo que al final escogimos bien», subraya.

Para la elaboración del plato, que bautizó con el nombre Emociones de la infancia –la mejor manera posible de rememorar y reconocer la influencia que para él ha representado el consumo de pescado desde pequeño, cuando su abuela lo compraba a un repartidor ambulante– utilizó técnicas de cocina muy tradicionales, respetando fundamentalmente los tiempos de cocción, pero añadiendo fórmulas modernas con el propósito no solo de potenciar el sabor, sino también de dar un toque de embellecimiento al emplatado final.

En el caso de la lubina decidió imprimirle a esta pieza de pescado un método de maduración rápida –obligado por las estrecheces que le marcaba la dictadura del cronómetro–, y lo hizo con una mezcla de azúcar, sal y agua, sin permitir que llegara a hervir, para una vez disuelta incorporarla directamente, lo que en su opinióm «le confería un punto de más melosidad y también incrementaba su sabor», reforzado además por una espuma con una base de queso curado de cabra al que se añadía un aire de cilantro, detalles que sin duda cautivaron al jurado.

Este joven cocinero entendió que la grasa que atesora este pescado encierra la posibilidad de sentir la untuosidad de su carne en boca. Con todo, los aromas que iba desprendiendo el guiso durante su elaboración lo fueron guiando, y se inclinó por ejecutar dos caldos: uno corto, como salsa base, y otro largo, con menos de treinta minutos de preparación, a partir de las espinas, que redujo al fuego, a la manera de un fumet, y que así mantuvo desde el principio hasta el final de la prueba, consiguiendo de esta forma un jugo concentrado.

Lo cierto es que un premio de estas características representa para Segeamet Guadim Gueye Hernández abrir un camino a nuevas expectativas de futuro. «Esto te anima a seguir estudiando», destaca este joven, quien compagina la formación –aún le quedan algunas asignatutas– con el trabajo, «porque en mi familia no somos ricos».

Actualmente, este cocinero oficia en las partidas del Hotel SMY, establecimiento ubicado en el municipio tinerfeño del Puerto de la Cruz, y tras la exitosa experiencia que ha vivido en GastroCanarias ya se plantea acometer un Máster de Cocina.

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