La comisaria jefa de la Policía de Santa Cruz de Tenerife anuncia su jubilación tras 40 años de servicio

Integrante de la primera promoción de mujeres, fue pionera como jefa en capitales de provincia

Carmen Delia González Martín, comisaria principal de la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife.

Carmen Delia González Martín, comisaria principal de la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife. / Carsten W. Lauritsen

Humberto Gonar

Humberto Gonar

La gala de entrega de los premios de la Policía local de Santa Cruz de Tenerife, celebrada esta semana con motivo de la festividad de su patrona –la Virgen de Fátima–, fue el marco elegido por la comisaria principal del cuerpo de seguridad local, Carmen Delia González Martín, para anunciar su jubilación, que se hará efectiva en septiembre y después de cuarenta años de servicio.

Delia, como la conocen sus familiares y amigos, no solo ha sido testigo de la evolución y transformación de la Policía local de Santa Cruz, desde cuando tenía su sede en la avenida de José Antonio hasta su traslado a la comisaría de Tres de Mayo, sino que ha sido protagonista de la renovación y modernización del cuerpo que ha coprotagonizado en primera persona, siendo miembro de la primera promoción de mujeres que accedieron a la Policía, en 1983, para después de más de veinte años convertirse en la primera jefa de un cuerpo de seguridad local de una capital de provincia de España. De la mano de Carmen Delia González al frente de la Dirección General de Emergencias (2007-2011) –tras aceptar la invitación del entonces del Gobierno de Canarias José Miguel Ruano, se fijó los pilares de la Policía Canaria –desde la adquisición de vehículos a la uniformidad–, y se puso en marcha, para convertirse en entre 2011 y 2013 en la primera concejala de Seguridad de Santa Cruz, hasta su reincorporación.

Delia es un ejemplo de constancia y superación. Nacida en el barrio de María Jiménez en 1963, desde pequeña se empeñó en lograr la profesión de sus anhelos. Con humor, comenta que en su casa «no había antecedentes» de policía; su padre trabajaba en la empresa de frigoríficos Frisa y su madre, ama de casa. Eso sí, con el paso de los años ella sembró la pasión por la Policía en su hermana, miembro del cuerpo local.

Tras cursas sus primeros estudios en el colegio de María Jiménez, pasó al Hogar Escuela, «donde fui feliz». Amante de la gimnasia rítmica, concluyó su etapa de formación cursando incluso el COU en horario nocturno, mientras con diecisiete años trabajaba en la empresa Hispano Alemana de Construcción –que abanderó el desarrollo turístico– para poderse sacar los permisos para conducir coche y moto.

Su constancia, con aquellos 17 años, la llevó insistir un día sí y otro también en la Autoescuela Grupo, que estaba en la calle Emilio Calzadilla, para que la dejaran matricularse; tal fue su constancia que el propietario la animó a prepararse como profesora de autoescuela, cuando en realidad su vocación, como le dijo, era llegar a ser policía, y de ahí su empeño.

Con 18 años se inscribe en la academia para prepararse a las oposiciones de acceso a la Policía local de Santa Cruz que superó como número tres de la primera promoción de mujeres, y la única en la que ha existido «una discriminación positiva» para garantizar la entrada de mujeres: de las 25 plazas ofertadas, diez se reservaron para féminas y el resto para varones. Eran los primeros años de la Democracia, siendo por aquella época concejal de Policía Francisco Romero, a quien todos cariñosamente llamaban Romerito. Delia apunta que a su promoción las denominaron los ángeles de romero, mientras se ríe.

La juventud con la que comenzó en la Policía local era evidente como lo atestigua la anécdota que le ocurrió en el Mercado Nuestra Señora de África, allá por 1983. El entonces alcalde de Santa Cruz, Manuel Hermoso Rojas, tenía la costumbre de ir a comprar con su esposa a La Recova todos los sábados; en uno de ellos, saludó a la agente y se llevó el rapapolvo de una trabajadora de los puestos que la acusó de estar explotando a una menor de edad. Se ríe.

La actual comisaria principal ha simultaneado su formación hasta hace dos o tres años; de hecho, estando ya en el cuerpo de seguridad cursó el primero de Derecho para luego realizar Psicología, donde incluso llegó a desarrollar el doctorado que, aunque no lo llegó a defender, ahondaba en el perfil del agente para acceder a la Policía local.

Sin pensar en la muerte

En estos cuarenta años de servicios muchas han sido las intervenciones en las que ha participado, y algunas de ellas le han dejado huella en su cuerpo. Pero la realidad, admite, es que nunca pensó que cada día de trabajo era un riesgo para su vida en función de lo que le deparara la jornada. Gracias a esa filosofía es posible la intervención en incendios, entre llamas, cuando parece un imposible entrar... si bien los servicios más duros han sido donde se han registrado víctimas mortales.

Casi se emociona cuando recuerda sus inicios, y ese sentimiento que de protección que entonces caracterizaba el trato entre hombre y mujeres en la Policía local. Cuando patrullaba a pie por Villalba Hervás, San José, la plaza Candelaria, la calle del Castillo... entonces sin peatonalizar, o regulaba el tráfico en la confluencia de San José con La Marina, o en la calle de Teobaldo Power.

Al hilo de ese sentido de protección y bajo la premisa que sostiene de que la sociedad se ha vuelto más egoísta, Delia recuerda cuando en localizó a un conductor que llevaba hierva. Acabó enzarzada en un rifirrafe que solo lo pudo inmovilizar pero la emisora se le había caído por el camino. Al final fue un ciudadano quien fue en su auxilio y requirió la ayuda, contando de inmediato con un amplio despliegue de efectivos.

Separada y sin hijos, la comisaria principal de la Policía local no duda en señalar la riada del 31 de marzo de 2002 que azotó Santa Cruz –murieron ocho personas–, o el Delta, que asoló la capital del 28 al 29 de noviembre de 2005, como los días más duro en su hoja de servicio. «Te quedas pensando en tu familia». Aquel Domingo de Resurrección del marzo de 2002 Delia prestaba servicio con Sebastián Martín, más conocido por Chani y en la actualidad alcalde de Arico. Cuando cayó la tromba de agua se encontraban por la zona del recinto ferial y agradece el civismo de la gente que siguió el consejo de no venir a Santa Cruz porque estaba desbordada por el agua.

Fueron más de doce horas de servicio, desafiando a la inclemencia, sin saber de su familia, que estaba en María Jiménez, una de las zonas más afectadas. Después de quedarse sin móvil, solo tuvo conocimiento a través de un operador del 1-1-2- de que sus familiares estaban a salvo porque se habían resguardado. Mientras, Delia, cuando se habilitó el recinto ferial para los damnificados, acabó esa noche sentaba en el suelo, llorando, desbordada de cuando había visto y vivido en la capital. Solo un alto antes de tomar resuello y continuar haciendo suyo el por y para Santa Cruz, premisa de su vocación de servicio.

Su labor en la riada

A Delia, entonces cabo de la Policía local de Santa Cruz, le correspondió hacer la relación de coches afectados por la riada para que luego pudieran acceder al pago por los daños materiales, en algunos casos irrecuperables.

Cuando dentro del cuerpo era jefa de Seguridad Ciudadana, se produce el relevo por la jubilación de Antonio Aguilar, el comisario jefe de la Policía local hasta 2005. Delia recuerda que le debe a su compañero Blas Hernández –también recientemente jubilado– que hoy ostente el cargo, pues no solo la animó a optar a la plaza, sino que hasta le gestionó y presentó la solicitud. «Fue una sorpresa porque todos pensábamos que sería Bienvenido Onrubia, pero yo tenía más méritos porque había estado dando clases oficiales en la Policía Portuaria y en academias», si bien formó un tándem junto al propio Onrubia, Blas Hernández y Fran Márquez, el único de la cúpula que continuará en activo después de la marcha de la comisaria principal en septiembre.

Las dos premisas

Delia mira atrás y admite que en 40 años ha cometido errores, pero siempre bajo dos premisas: «lo que sucedía en casa, se quedaba en casa» y «ninguna decisión se tomaba por interés propio ni por perjudicar a nadie». Después de cuatro décadas en el cuerpo, admite su satisfacción porque «hay gente que me quiere y así lo siento», lo que no impide que haya tomado la decisión de cerrar esta etapa. «Ha llegado el momento. Estoy cansada»; toca ahora nada, disfrutar de su madre, de 88 años, de sus tres perros, de caminatas por la Isla... A partir de septiembre cumplirá aquel comentario con el que le respondía a su padre cuando cada vez que la veía le decía: «estás hecha una chiquilla». Ella le respondía: «Si me voy a jubilar ya y nos vamos a ir juntos de viaje con el Imserso».

En la pandemia se truncó ese anhelo, precisamente tres días después de que se publicaran unas fotos de una salida sorpresa que le organizaron unas amigas para aliviar el trance que pasaba... Ahora, cuando su jubilación toca a la puerta, no quiere perder la oportunidad de disfrutar de la compañía y la sabiduría de su madre, de volver a degustar el placer por la lectura, de escuchar música, del reencuentro con María Jiménez y su litoral; eso en una primera etapa, quién sabe si luego acabar el doctorado en Psicología o cursar Periodismo para pasar a contar capítulos como los que ella ha protagonizado. Por encima sostiene que «siempre he hecho lo que he querido ser: policía de Santa Cruz».

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