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Barrio a barrio | Anaga

Los ‘ángeles’ de Roque Bermejo

Una docena de casas se levantan en este punto del macizo, donde residen tres personas que, ante la falta de cobertura y la lejanía de la ‘civilización’, actúan como rescatadores

Isabelino presta ayuda a la senderista francesa accidentada en Roque Bermejo el 27 de julio pasado. El Día

La imagen paradisíaca de Anaga tiene precio: la falta de comunicaciones, en ocasiones por vía terrestre, o de cobertura, lo que dificulta pedir auxilio en caso de emergencia. Así sucedió en Roque Bermejo, donde una senderista francesa sufrió una fractura de tobillo cuando caminaba por el barranco. Una de sus acompañantes alertó a Adolfo quien, junto a Isabelino, dio la alerta, auxiliándola hasta la llegada del helicóptero.

Más allá de las virtudes naturales del Parque Rural de Anaga se descubre la falta de cobertura y el problema que supone para prestar ayuda a quien intenta sin éxito solicitar auxilio. A eso se suma un paisaje abrupto, en una orografía escarpada, como el caso de Roque Bermejo, a donde se puede acceder solo a través desde Chamorga por el barranco, en una caminata de una hora, o bien en una embarcación, tras un trayecto de 45 minutos partiendo desde la dársena. A esto se suma las condiciones de la mar, como cuenta reza el dicho transmitido de generación en generación entre los oriundos del lugar: «hasta Antequera, la mar de las mujeres, de para arriba, mar de hombres». A esto se suma que en la época de los alisios que refrescan la capital pone brava la mar con la consiguiente complicación para llegar a Roque Bermejo en barco.

Adolfo González Delgado, de 44 años y natural de Almáciga aunque vecino de María Jiménez, alterna también con Roque Bermejo porque es donde vive su suegro, de 76 años; es uno de los tres residentes habituales de este lugar que se localiza en la Punta de Anaga junto a Isabelino, un enfermero jubilado, y Lorenzo, de 56 años.

Adolfo, conductor de Titsa, recuerda que el pasado 27 de julio acudió a casa de su suegro y se encontró por el barranco a tres senderistas francesas de unos cincuenta años a las que adelantó durante el trayecto a unos veinticinco minutos de camino de las Casas Blancas. Estando ya en su vivienda, sintió que una de aquellas senderistas acudió a su encuentro para pedir ayuda, pues una compañera había sufrido una lesión en un pie izquierdo –hasta ese momento sin determinar– y precisaba de auxilio. Para Adolfo, este tipo de situaciones no son nuevas; de hecho, hasta el Cecopal le ha cedido una emisora para poder sortear la incomunicación que se padece a esta zona, donde los problemas de cobertura telefónica incluso impiden solicitar ayuda al 1-1-2.

Nada más recibir la alerta que le dio en persona la senderista alemana, Adolfo se comunicó por emisora, advirtiendo del incidente, y requirió también la colaboración de Isabelino, tras acercarse a su vivienda, otro de los dos ángeles de la guarda que atendieron a la senderista accidentada.

Los tres pusieron rumbo al encuentro de la mujer, en comunicación con el Cecopal, cuya emisora facilita las coordenadas del lugar donde se encuentran, lo que facilita identificar el lugar desde el que se requiere la ayuda. Gracias a la experiencia profesional de Isabelino, enfermero aunque jubilado, y siguiendo las indicaciones de los facultativos, estos dos vecinos procedieron a verificar que la senderista francesa tenía el tobillo izquierdo roto, por lo que procedieron a inmovilizarlo. «Además, para el Cecopal es necesario que confirmar que se trata de una fractura, pues solo en ese caso se activa el helicóptero», cuenta Adolfo, como el que se trasladó para proceder al rescate de la mujer herida.

El luctuoso salto del pastor

Entre las muchas experiencias que han vivido estos vecinos de Roque Bermejo, Isabelino recuerda el caso del hombre que falleció esperando ayuda después de resultar herido cuando practicaba salto del pastor. «El tiempo de respuesta en Punta Anaga es tan importante como los medios», advierte, para recordar el caso del «fallecimiento del deportista del salto del pastor que ocurrió hace siete u ocho años, que se produjo por la tardanza en el rescate; un traumatismo abierto con la consiguiente pérdida de sangre (schock hipovolémico), lo que le costó la vida porque no se llegó a tiempo».

Además de su vocación sanitaria, Isabelino es un filósofo y un enamorado de Anaga, donde se ha instalado desde hace más de veinte años. «Soy un asiduo de Roque Bermejo de siempre aunque no soy de aquí. Un adagio canario dice que cabra ruin hay que venderla lejos», cuenta con un humor que incluso contagia a través de la conversaciones escrita que se mantiene a por whatsapp.

Adolfo precisa que hay zonas donde se puede recibir mensaje con Vodafone y a doscientos metros no funciona la cobertura de esta compañía pero sí Movistar.

Aunque lo más llamativo en una intervención de estas características es la participación del helicóptero que procede al rescate del accidentado, Isabelino hace énfasis en todo el despliegue asistencial sanitario en el que participa un colectivo importante que muchas veces se obvia, «el grupo de profesionales que se reúnen con el nombre de Cecopal», reitera y agradece. «Sin su vocación nunca sería posible que esa aeronave cumpliera su cometido. Ese voluntariado cubre muchas carencias en lo referente a emergencias; son ellos los primeros que contactan con el lugareño, en este caso en Punta Anaga, para iniciar el procedimiento de auxilio».

«Si queremos tener una industria básica, léase turismo, y que sea de calidad, pasa por tener un Cecopal con presupuestos», demanda Isabelino, que elogia la intervención en el caso de la senderista francesa, «que se llevó a cabo en un lugar con bastantes dificultades orográficos, y en un tiempo récord. Es de agradecer», añade, para reiterar: «es una garantía más de calidad para nuestro turismo».

«Aquí lo que cuenta es tener los conceptos básicos de recuperación del lesionado y que la Virgen de Candelaria ponga el resto», para recordar que precisamente es la patrona de Roque Bermejo.

«La vida es ayudar al prójimo»

«Ayudar al prójimo; esa es la vida». La frase es de Carmen, «natural de Chamorga desde que mi madre me tuvo». Cuenta que ser vecino de la Punta de Anaga lleva implícito colaborar cuando se pide ayuda. Ocurre ahora y también en la época en la que junto a su esposo estuvieron viviendo durante más de una década en el Faro de Roque Bermejo.

Tantos años en la zona le han permitido vivir situaciones como la de un hombre de bajó por Los Orovales y se cayó por el barranco. Fue su esposa quien lo echó de menos porque «Juan fue a coger un pulpo y no ha llegado», lo que dio pie a una búsqueda. Ya Carmen intuía que «por su bien no estaba». «Aquella noche lo pasé mal; al final lo encontraron afuera»

Carmen habla con nostalgia de cómo era Roque Negro, donde estaba la finca en producción con papas, batatas, vid, plátanos, verduras más ganado, como cabras y vacas... «La gente renunció a todo eso, pero tal y como veo la cosa espero que tengan que volver».

Una pieza fundamental

La colaboración de los vecinos de Roque Bermejo se ha convertido en pieza fundamental para auxiliar a aquellos senderistas que se adentran por esta difícil orografía, incluso desoyendo las prohibiciones y recomendaciones dictadas por las autoridades por la incidencia de las altas temperaturas y el riesgo de incendio, como ocurrió el pasado día 27. Al final, estos vecinos son fundamentales en los salir en auxilio para llegar donde ni el coche puede. Son los ángeles de la guarda de Roque Bermejo.

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