Los vecinos de Taganana, pueblo de Santa Cruz que tuvo ayuntamiento y juzgado de paz, volvieron a celebrar ayer el día grande de la Patrona, con misa sin número y fuegos por la noche.

Julio, un carpintero de excepción de Valle de Guerra que arregló en 1961 toda la madera de la iglesia de Nuestra Señora de Las Nieves, volvió a asistir a la función solemne de las doce del mediodía, como cada 5 de agosto, y más este año que se recuperaba la normalidad tras las restricciones por covid. Otro de los asistentes, Diego Berto Rodríguez Gil, que al inicio de los años noventa fue concejal de CC en el Ayuntamiento de Santa Cruz, y que ayer volvió a darse cita en el templo, mientras aseguraba que la última vez que había acudido a esta ceremonia había sido en 1961, en la época del célebre Isidoro Cantero Andrada.

Hasta Silvestre Gorrín, el cura de Taganana que este año se estrenó en el ritual de la las fiestas patronales tras la incidencia del covid, ya se ha aprendido el ritual que ensalza la celebración de la Patrona de la capital de Anaga: los tres gritos de rigor de «¡viva la Virgen de Las Nieves!» los acompaña con otros tres para su gente. «¡Viva el pueblo de Taganana!».

Desde antes del mediodía, los vehículos estacionados en el margen derecho de la carretera insular en dirección subida hasta Azano dejaban en evidencia que Taganana estaba en fiesta. A media hora del inicio de la función de la parroquia de Nuestra Señora de Las Nieves los policías de Anaga, Toño y Carballo, se encargaron de cerrar el acceso al pueblo por la carretera, por lo que las fuerzas del orden peatonalizaron el acceso a Taganana desde Casa Picar.

De camino al templo, un paseo de un par de minutos que permite un repaso por el que fue el antiguo ayuntamiento y juzgado de paz hasta llegar a la iglesia de Las Nieves, punto de encuentro de más de un centenar de vecinos que volvieron a encontrarse en la ceremonia que conmemora el día grande, esta vez, y a diferencia del año pasado, sin que se repartieran números como se hizo hace un año para cumplimentar las normas de seguridad impuestas para evitar posibles contagio del covid.

El párroco titular desde hace dos años, Silvestre Gorrín, se acompañó para la función del reencuentro con la normalidad, de una nutrida presencia de curas que han estado vinculado durante los últimos años con el pueblo, desde Domingo Taganana, que en su día sustituyó al eterno párroco del pueblo, Isidoro Cantero Andrada, hasta Esteban Rodríguez, titular de Las Nieves hasta agosto del pasado año.

Taganana vuelve a oler a carne de cabra

El cura Esteban y Las Nieves

Fue precisamente el propio Esteban Rodríguez quien presidió la eucaristía del mediodía de ayer, quien en su homilía no solo reconoció el apego sino el conocimiento de la parroquia y sus gentes. En su homilía recordó la leyenda de que la imagen de Nuestra Señora de las Nieves de Taganana fue depositada en las costas de Anaga por la tripulación de un navío con destino a América.

«El navío no podía proseguir su travesía antes de dejarla en aquel lugar, entendiéndolo como un signo de voluntad divino en el que ella quería ser la protectora de aquellas tierras y sus gentes», como incluso recordaba ayer, día 5 de agosto –día grande de Las Nieves– el perfil La Ruta de las Iglesias en Facebook.

La talla de Las Nieves se incluye por primera vez en un inventario de 1568, tratándose de una imagen de bulto redondo de piedra pintada y a partes dorada que se mantuvo en culto hasta finales del siglo XVI, siendo sustituida por la actual.

Es considerada una imagen muy Milagrosa, invocada en numerosas ocasiones para la intercesión del pueblo ante acontecimientos meteorológicos y se le atribuye la victoria de la Nave tripulada por el capitán Juan Fernández Estrella, piloto de carreras de Indias, ante un ataque de piratas argelinos en 1794, al igual que en la detención de la epidemia de cólera morbo que golpeó en Anaga y en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife a finales de 1893, según se le atribuye.

De la historia a la oración

Después de tocar el corazón de la feligresía, recordaron los más de quinientos años de historia del pueblo, Esteban Rodríguez aderezó la historia de pastoral para invitar a los asistentes a hacer suya esta oración en forma de copla: «Virgencita de Las Nieves/tagananera preciosa/te doy mi corazón/porque no tengo otra cosa».

Entre cantos religiosos que realzaron la solemnidad a la función, la eucaristía continuó su ritual que contó con la presencia de dos alcaldes en la primera fila, el titular de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez, y el regidor honorario que designó en la Librea de Taganana del pasado 16 de julio, Pablo Martín Álvarez, el padre de la tradición del Judas. También estaba presente la concejala del distrito de Anaga, Inmaculada Fuentes, junto al representante de la asociación vecinal La Voz del Valle Manuel Rodríguez, pues el titular, Luján González, se encontraba al frente de la Hermandad del Santísimo de la que es Hermano Mayor.

Taganana vuelve a oler a carne de cabra. Raquel Rodríguez

Al término de la misa, el cura párroco –que aunque lleva un año parece que por su implicación en el pueblo lleva una vida– invitó a los participantes a prepararse para el descendimiento de la Patrona, mientras la coral entonaba la Salve y el elevador facilitó que la imagen quedara al acceso de los portadores para sacarla en las andas a hombros en procesión. Antes, el cura Silvestre cumplimentó las otras salves más populares, con los tres vivas a la Virgen de Taganana que acompañó con otros tantos por el pueblo de Taganana.

Luján González, que la noche del día 3 –cuando se celebró el traslado de la imagen desde el camerín al altar mayor–, había procedido ayer por la mañana al cambio de guardia al frente de la Librea, cuando dejó atrás el uniforme con el que participa en La Gesta tagananera y se enfundó el hábito de Hermano Mayor. Al oír los vivas por Taganana que daba el cura, en la cara de Luján –el eterno defensor de la segregación del pueblo– parecía leerse: «Este es de los míos». Y no fueron los únicos. A la salida del templo, antes de comenzar el recorrido por las calles aledañas, más vivas por Las Nieves y Taganana, al igual que se repitió en la plaza, a mitad de camino entre la ermita de Santa Catalina y la iglesia de la patrona después del Ave María.

El cortejo continuó de nuevo hasta la parroquia matriz del pueblo, donde el cura párroco agradeció la participación de autoridades y feligresía. De nuevo, La Librera de Taganana entró al templo para rendir un penúltimo homenaje y se abrió paso entre las decenas de vecinos y visitantes que quería una foto con la Virgen.

Artesana de cestería

Minutos antes de que concluyera la procesión, la artesana de cestería Amalia Negrón Manrique, que en 2020 había sido designada alcaldesa honoraria por poner durante toda su vida a Taganana como referente en la elaboración de sombreros con palmas, enfiló el trayecto hasta su cercana casa, a unos metros del templo de cinco siglos de historia.

Cerca de las dos de la tarde se acabó la misa y se abrieron las puertas de las casas del pueblo. Taganana celebró su fiesta patronal en honor a la Virgen de Las Nieves pero ayer fue viernes y era día laborable, por lo que muchas familias retrasaron el inicio del almuerzo para dar tiempo a que sus parientes finalizaran la jornada laboral y se incorporaran a la comida, si bien otros prefirieron aprovecha hoy o mañana el fin de semana.

Aunque no estaban todos los que son, volvió el ambiente festivo, con las turroneras a la puerta de la iglesia, junto a un ventorrillo, mientras se extendía ya desde el mediodía entre las calles empedradas un olor a carne de cabra que emana de las casas terreras, en su mayoría, que se localizan en el corazón de Taganana. Acaba la misa y se abren las puertas, para recibir la visita de vecinos y visitantes y cumplimentar la tradición gastronómica. «Mi madre, que ya tiene sus ochenta años –cuenta Luján– mantiene la costumbre como muchos vecinos. En Taganana antes solo se comía carne de cabra dos o tres veces en el año: en Navidad y la víspera o el día de Las Nieves». Y ayer se repitió el milagro de la multiplicación de la carne de cabra en un pueblo que recuperó los fuegos por la noche en honor de su Patrona.