Andrés Alonso, presidente de la tercera edad del barrio Nuevo Obrero que lleva el nombre de su padre –Rosendo Alonso Reyes– mantiene vivo el compromiso de su progenitor con el barrio y en defensa de sus vecinos para garantizar la ansiada calidad de vida. Andrés no solo gestiona la asociación de los mayores sino que también es parte fundamental en el tejido vecinal de esta zona. Atrás quedaron las reuniones que mantenía los residentes en torno a un árbol de la calle de La Flores para ahora tener un centro cívico, también con el nombre de su padre –fallecido hace seis años–, en el que casi se sienten de prestados porque tienen que pedir permiso para celebrar sus reuniones, aunque cuentan con su propia oficina. Pero Andrés está más preocupado por el barrio, que en su opinión «está abandonado, dejado de la mano de Dios».

Con Andrés Alonso como anfitrión de Nuevo Obrero, el visitante arranca el recorrido por el barrio desde la calle Juan Rodríguez Sombrita. Casi al inicio de la vía se encuentra con Lorenzo, de 87 años; albañil que junto a Rosendo Alonso y a otros vecinos dieron forma a la calle que lleva el nombre del recordado boxeador. «Esta calle lleva más de 35 años años esperando que la vuelvan a asfaltar», conversan Andrés y Lorenzo, mientras el firme evidencia las cicatrices de los miles de coches que pasan a diario por esta subida que se localiza por encima de la rotonda del Hospital Universitario de La Candelaria.

Andrés es consciente de la proximidad de las elecciones en mayo de 2023, por ello aprovecha la precampaña para reclamar la mejora del asfaltado de tres vías principales del barrio Nuevo Obrero, «que también es Santa Cruz», incide, para referirse a las vías de Juan Rodríguez Sombrita, Juan Rodríguez Santos y la calle de La Luz. «Si nos asfaltan antes de las elecciones estas tres vías ya nos quedamos tranquilos», da de margen, aunque luego en el devenir del paseo por Nuevo Obrero enumera otra serie de deficiencias por subsanar.

Antes de remontar por la calle Sombrita el centro ciudadano se acerca a Andrés uno de los miembros de la asociación. «Es El Palmero, un vecino de toda la vida», presenta el dirigente de los mayores. «Ponga que en la esquina de la calle Sombrita, subiendo a la izquierda, están unas baldosas sueltas y resbalan que son un peligro. Ya se lo he dicho tanto al concejal Dámaso Arteaga como cuando vino el alcalde, pero no las han reparado», se lamenta, confiado en que la denuncia pública apuntale su reivindicación.

Los imbornales de la calle Juan Rodríguez están colmados de hojarasca e impiden que asuman el agua

En la misma vía Juan Rodríguez, el representante de los mayores de Nuevo Obrero, Andrés lamenta el desigual ancho de las aceras. «Son chapuzas». «Subiendo a la izquierda, habilitaron una de dos metros de ancho», con una amplitud fija discontinua, pues se ve interrumpida por unos contenedores, la alineación desigual de las viviendas –que invaden la zona– o aparcamientos. En el lateral derecho, como si de un ring se tratara –por aquello del titular de la calle–, la acera tiene un ancho de apenas medio metro, lo que impide el paso de sillas de rueda, que tienen que subir por la calle por la que «los coches suben como escopetas», cuenta Andrés.

El presidente de la asociación de mayores hace un alto en el camino para presentar al visitante el centro cívico, donde elogia las actividades que se llevan a cabo dentro del programa Santa Cruz Vital; «incluso el día de Canarias hicimos una comida y vino también un grupo de Barranco Grande». Pero se lamenta que en los bajos de las instalaciones –que se entregaron hace unos dos años– hay un local donde «queríamos poner una murga infantil pero no está preparado porque hay una ventana pequeña, que es la única ventilación», reprocha.

Más arriba del centro cívico, el peatonal de la calle de Las Flores, cerca de donde el ayuntamiento habilitó unos aparcamientos y no pudo acabar el proyecto porque se trataba de una propiedad privada, por lo que incluso fue sancionado la propia corporación, por hacer unas obras en terreno ajeno, asegura el dirigente.

«En Nuevo Obrero residente unos siete mil vecinos», pone en valor Andrés, que precisa que el barrio se extiende desde el Puente de la Pepsi-Cola al Hospital Universitario de La Candelaria, hasta la entrada de Juan XXIII. La edad media de los residentes de la zona ronda los 45 o 50 años, añade.

A la altura del número 20 de la calle Juan Rodríguez, el presidente de los mayores señala un solar que está lleno de ratas y basura. «Aquí no hay un barrendero fijo; solo viene cuando la asociación denunciamos que las calles están sucias», cuenta Andrés, que se adentra por la transversal de la calle Sombrita para mostrar cómo los imbornales están desbordados de hojarasca y basura. «Cuando llueva, por aquí no pasa el agua».

También se pregunta por qué en vez de que el ayuntamiento en vez de realizar una inversión económica tan importante en el centro cívico Rosendo Alonso no compró el local de una promoción privada que se anuncia en las cristaleras que se alquila.

En el número 6 de la calle La Estrella se propuso un parque en un solar, idea que quedó en el olvido

De nuevo, más reproches a la situación de la limpieza del barrio, para referirse también al estado de los jardines, «no se limpian si se riegan», y pone el ejemplo de otro solar que se localiza junto a la salda de la rotonda de salida a la Autopista del Norte. «Estas pencas las plantó mi padre y nunca las han regado», advierte, para plantear que se habilite una carretera entre la salida de la autopista y las viviendas de esta zona de Nuevo Obrero para garantizar el acceso al colegio Echeyde.

«Al coordinador del distrito de Ofra le he demandado en numerosas oportunidades la limpieza de la calle La Estrella, pero me dice que es una zona privada», explica Andrés, mientras cuenta al visitante que esos jardines los plantó el propio ayuntamiento, e incluso quedan fuera de la reja que delimita la zona privativa del edificio.

Andrés no exime de responsabilidades a los vecinos, y es que los peatonales de Nuevo Obrero están minados de rosquetes –como dice Andrés, «porque muchos vecinos no recoger las cacas de sus mascotas». Durante el paseo, colchones y muebles abandonados, hasta llegar a una zona del peatonal donde están colocados tres pivotes. «No quieren que pasen coches, pero a ver qué pasa si tiene que entrar una ambulancia o bomberos en caso de urgencia».

La calle Juan Rodríguez Santos también muestra un asfaltado herido por los 3.000 o 4.000 coches que pasan a diario; además, ni la señalización horizontal se distingue. En la parte baja, cerca de la avenida Los Príncipes, el famoso árbol que han pedido que poden y la demanda ha caído en saco roto, «hasta que caiga alguna rama sobre los peatones y luego haya que lamentar un mal mayor».

A la altura del número 6 de la calle La Estrella, Andrés muestra el solar que, al parecer, una comunidad de vecinos iba a ceder al ayuntamiento para que se habilitara un parque infantil; una propuesta que ha quedado atrás.

Completando el paseo por Nuevo Obrero, el presidente de los mayores se traslada hasta el puente de la Pepsi-Cola para mostrar el estado de la barandilla. Nada más adentrarse, por el margen derecho en dirección a Las Moraditas, Andrés estremece la barandilla y las hace bailar porque muchos puntos de soldadura están vencidos. Y debajo, la autopista del norte, lo que hace temer una tragedia si esta estructura metálica cae algún día sobre los coches. A mitad del trayecto y en la otra punta ya los operarios han dejado huella de una reciente reparación.

«Lo principal es arreglar estas barandas, y luego el asfaltado», pone como tarea Andrés Alonso.