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La riada del 31M | 20 aniversario

20 años del día que Santa Cruz se convirtió en barranquera

Ocho muertos y 647 viviendas y 423 locales afectados fue el saldo de la inédita tromba de agua que cayó en la capital en 2002, cuando se registraron 224 litros por metro cuadrado

A la izquierda, barranco a la salida de San Andrés. De arriba abajo, escombros en La Alegría, iglesia de La Concepción y barranco de María Jiménez.

31 de marzo de 2002. Domingo de Resurrección. La Semana Santa llegaba a su término y miles de familias tenían previsto su regreso a la capital. Aquellas que se quedaron, como José Juan y su esposa Elvira Martín, vecinos de El Rosarito, habían decidido bajar al rastro a vivir una mañana soleada, con una temperatura media de 19 grados... Hasta que llovió y diluvió, a pesar de que la previsión del tiempo, según recogía La Opinión de Tenerife, decía: «Los cielos estarán en general nubosos, con chubascos débiles».

Ya a las dos de la tarde, José Juan y Elvira deciden regresar a su casa, alertados por los goterones que comenzaron a caer en el rastro. Media hora después se incorporó a trabajar Blas Hernández, en la actualidad número dos en la escala de mando de la Policía local. «Me pilló de lleno. La primera media hora, muy bien. Nos dio tiempo de pasar lista. Luego llovió más fuerte, hasta que sobre las cuatro de la tarde cayó un palo de agua duro y la cosa se puso cruda».

Poco antes de las tres de la tarde, el ingeniero Juan Alfredo Amigó llama por teléfono al entonces concejal de Infraestructuras y Obras del Ayuntamiento, Norberto Plasencia, para advertirle de la virulencia de las precipitaciones, por lo que el responsable municipal alerta al entonces alcalde de Santa Cruz, Miguel Zerolo, quien reacciona con incredulidad pues el día soleado que disfrutaba en su residencia en Tacoronte contrastaba con el aguacero del que le advertía su incondicional Norberto Plasencia. No era una de sus bromas, de las que caracterizaban a su carácter jovial, y se citaron con el concejal de Seguridad Ciudadana, Hilario Rodríguez, y el responsable de la Gerencia de Urbanismo, Manuel Parejo, en la sede de la Policía Local, en la avenida Tres de Mayo

«Ricardo Melchior me pidió que en una semana llegaran las ayudas a los afectados»

José Manuel Bermúdez - Exconsejero Servicios Sociales

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El Plan de Emergencia

De la mano del propio Hilario Rodríguez, Santa Cruz ya había dado avances en la mejora de la seguridad. De hecho, en el Carnaval 2001 se puso en servicio a Protección Civil, de la mano de once efectivos, y once días antes de la riada del 31M se había aprobado el Plan de Emergencia Municipal (PEMU). Sobre la marcha, el responsable de Seguridad requiere la presencia de Sebastián Martín, miembro de la Unidad de Montes, renombrada con el paso de los años como Medio Natural, para que participara en las tareas de coordinación en el incipiente estreno del Cecopal.

«Echamos a andar una pala y logramos romper un muro y que saliera el agua del castillo al mar»

Onésimo de Vera - Vecino de San Andrés

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Sebastián Martín –más conocido entre sus compañeros como Chani, en la actualidad alcalde de Arico– se traslada desde su domicilio en Candelaria y al intentar acceder por la avenida de penetración rumbo a la rotonda del recinto ferial se encuentra el acceso bloqueado. El túnel soterrado se había convertido en una balsa en la que flotaban algunos vehículos, por lo que los primeros policías que llegaban a la zona activaron sobre la marcha un dispositivo de seguridad para evitar el riesgo de que pudieran acabar ahogados. Se da la circunstancia de que varios conductores se dirigían a la estación del jet-foil, coincidiendo con la hora de salida. Eran las primeras horas de los casi dos días que pasó Sebastián Martín en el Cecopal coordinando las emergencias, sin dar tregua. Se bloquearon las entradas a Santa Cruz desde la Autopista del Norte y quedaba fuera de servicio el 1-1-2, lo que obligó a que el operativo se organizara desde Las Palmas de Gran Canaria.

«Cuando llegaba de Candelaria, el túnel junto a la refinería ya estaba anegado»

Sebastián Martín - Excoordinador de Seguridad

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Desde las tres a las cuatro de la tarde, el cielo se rompe en Santa Cruz y no escampa hasta las ocho de la tarde, registrándose 224 litros de lluvia por metro cuadrado; un hecho sin precedentes. Esa anomalía del tiempo la vivió al mando de la ambulancia de Servicio de Urgencias Canarias (SUC), Santiago Carlos Martín, que había comenzado su jornada laboral de veinticuatro horas a las 19:00 horas del 30 de marzo, encargado de los traslados al Centro de Salud de Los Gladiolos, quien al finalizar su actividad profesional se incorporó a Protección Civil de Santa Cruz para dar una respuesta a tan inesperada y caótica situación, pues coincidía la lluvia que anegaba El Rosarito, en el Suroeste, así como también en zonas y pueblos de Anaga como barrio de La Alegría, Valleseco María Jiménez y San Andrés, que pusieron en jaque también a las viviendas de Los Lavaderos e inundando la avenida de Anaga, donde desembocaban las escorrentías.

20 años del día que Santa Cruz se convirtió en barranquera

Entre las personas claves en el dispositivo de seguridad estaba el recordado Carmelo García del Castillo, a quien el propio Santiago Carlos Martín recuerda atendiendo a los damnificados de la riada días después de haber sido sometido a una intervención quirúrgica. «La avenida de Anaga estaba anegada. A las cuatro de la tarde nos quedamos sin señal en la emisora», recuerda el subcomisario de la Policía Local, Blas Hernández. «Era tal la cantidad de lodo, que casi te llegaba a la altura de la cintura; no sabías dónde pisabas; imagínate cuando no estaban las tapas de las alcantarillas». Los agentes fueron a socorrer al personal de la Comandancia de Marina, atrapado por la caída de unos árboles, mientras la Policía iba retirando los vehículos que arrastrados por la lluvia llegaron a la avenida de Anaga y los colocaron bajo el muro de Almeyda, que finalmente cayó vencido por el arrastre del agua y del lodo. Había personas que estaban en el muelle intentando rescatar sus vehículos, hasta que los agentes consiguieron unas cuerdas –«que no sé ni de dónde salieron», cuenta Blas Hernández–, lo que permitió rescatar a los conductores. «No había tiempo de reacción».

Aguacero sobre San Andrés

En San Andrés, Onésimo de Vera Rodríguez, que regentaba un bar en la calle San José, subió a su casa. Aunque sabía que estaba lloviendo, nada hacía temer el aviso que sobre las cinco y media o seis de la tarde le dio un vecino, quien le advirtió que el agua se había llevado su coche. Hermano de Cuchi, el fundador y propietario de las grúas del mismo nombre, se alongó y vio cómo los vehículos navegaban por el bar El Surtidor como si estuvieran en una cola, arrastrados por la lluvia. «No se podía pasar de una acera a otra porque el agua bajaba por el barranco de El Cercado, a tope, y también por la avenida Pedro Schwartz. Incluso conseguimos unas bridas para entre una veintena de vecinos evitar que un chico fuera arrastrado al mar, donde estaban ya muchos coches». Y recuerda ayudar «a unas viejitas a subir a la azotea de sus casas cercanas al castillo de San Andrés», donde la calle El Dique, junto a a la Marisquería Ramón –donde mucha gente había ido a almorzar– tenía un metro y medio de altura. «En un solar donde ahora está la pizzería había dos palas, una de ellas a punto de caer. Junto a Franquis, que entonces trabajaba en la fábrica de cemento y que hoy es bombero, logramos arrancarla y pudimos romper el muro del encuentro de los barrancos de El Cercado y Las Huertas, lo que permitió que el agua saliera al mar», librando a los vecinos de lo que pudo haber sido una tragedia.

«Zerolo nos envió a las zonas afectadas; estuve en La Alegría y en el albergue del recinto»

Dámaso Arteaga - Exconcejal de Fiestas

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Casi en paralelo, «el restaurante chino de la avenida de Anaga hizo un gran servicio, porque lo habilitamos casi como un albergue para que la gente se resguardara, y cuando ya no pudo seguir abierto, el resto de bares de la avenida de Anaga dio todo tipo de facilidades. Nunca lo olvidaré», cuenta el subcomisario de la Policía Local.

La riada dejó sin suministro eléctrico a los barrios y pueblos más castigados y también se perdieron las telecomunicaciones, que hasta entonces se limitaban más a llamadas telefónica y a mensajes SMS. «Los vecinos de San Andrés se resguardaron en el cine del pueblo. En Igueste se cayó parte de la carretera y se formó una barranquera por una bajada de Los Lavaderos, con diez coches empotrados».

20 años del día que Santa Cruz se convirtió en barranquera

En el barrio de La Alegría, desde su particular atalaya, Beatriz, propietaria de La Alegría de la Huerta, que se puso en marcha después de la riada, recuerda cómo «de golpe y porrazo empezó a llover», hasta provocar que llegaran a apilarse hasta tres coches, quedando este núcleo incomunicado, con un acceso limitado a dos carriles y un aparcamiento angosto. «Recuerdo cómo el lodo desbordó las alcantarilla, que salía por la bañera de mi casa. Se fue la luz. Tenía dos teléfonos y uno quedó sin cobertura. Se vivió una situación de angustia. Nos quedamos aislados y sin poder hacer nada porque los coches estaban entre el lodo».

A partir de las 22:00 horas

La situación fue muy dura a partir de las diez de la noche, «cuando comenzaron a llegar las primeras noticias de fallecidos a consecuencia de los destrozos». Lo más difícil era el deseo de auxiliar a alguien «y no poder salir en su ayuda», explica Santiago Carlos Martín, de Protección Civil, que recuerda la situación que se vivió en la zona de Las Resbalada o también en Los Lavaderos, donde falleció una niña.

«El lodo te llegaba a la cintura y no sabías ni por dónde caminabas en la avenida de Anaga»

Blas Hernández - Subcomisario de la Policía Local

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Desde el Cecopal, con el alcalde Zerolo al frente, se requirió en varias oportunidades a las concejalas de Servicios Sociales, Rosario Pino, y de Anaga, Ilda López Romana, que se encontraban de visita a los campamentos de Tinduf desde donde no pusieron regresar hasta dos o tres días después del 31M, porque también en Argel se registró una tormenta que impedía el vuelo de regreso a Tenerife.

Seguimiento a los barrios

Zerolo asignó a sus concejales al seguimiento de cada uno de los barrios. Dámaso Arteaga, que entonces era responsable de Fiestas, recibió la encomienda del Barrio de La Alegría, además de ser el responsable del recinto ferial, uno de los dos albergues que se habilitaron para la noche del 31 de marzo al 1 de abril y que acogió a 800 afectados, el otro se instaló en el Pabellón de Deportes. Desde que comenzó a desmoronarse todo, al esfuerzo realizado por los servicios municipales para devolver la normalidad a las zonas afectadas. Entre los momentos más duros, la búsqueda de un vecino desaparecido, al que se encontró entre los escombros a los pies de un torreón de la luz en el barrio de La Alegría. La riada se cobró ocho víctimas mortales y provocó daños en 647 casas y 423 locales.

«Después de trabajar en la ambulancia me incorporé de voluntario; casi dos días sin dormir»

Santiago Carlos Martín - Protección Civil

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En este reportaje se pueden incluir tantos testimonios como de los vecinos que se vieron afectados por la riada del 31M. El actual alcalde de Santa Cruz de Tenerife, José Manuel Bermúdez, entonces consejero insular de Sanidad y Servicios Sociales del Cabildo Insular, recuerda que aquella noche fatídica para la historia de la capital lo sorprendió en el velatorio de su tío paterno en Valleseco. «Fue una tarde muy complicada para mi familia porque el cuarto mortuorio se vino abajo y me tuve que quedar esa noche en la iglesia».

«Nos quedamos aislados sin poder hacer nada porque los coches estaban entre el lodo»

Beatriz - Vecina de La Alegría

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«Intenté ayudar desde el primer momento porque estaba allí. Fui la primera persona que avisé al entonces presidente del Cabildo, Ricardo Melchior, que estaba en La Laguna, donde no llovía y no se entendía qué estaba pasando. A primera hora de la mañana del día 1 de abril nos reunió Ricardo y me tocó organizar las ayudas a los damnificaos bajo la premisa que en una semana como máximo se dieran las ayudas inmediatas», un objetivo que fue posible gracias a la implicación del entonces gerente del IASS, Juan José Martínez, hoy concejal de Viviendas Municipales y Hacienda. Se iniciaba así la recuperación de Santa Cruz tras la peor riada que se recuerda.

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