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Patrimonio histórico | Restauración del Señor de las Tribulaciones

El Señor de las Tribulaciones, como ‘nuevo’ esta Semana Santa

La parroquia de San Francisco presenta la restaurada imagen, que se data ahora a final del siglo XVII, de tela encolada y no pasta de maíz

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Restauración del Señor de las Tribulaciones María Pisaca

La parroquia de San Francisco de Asís acogió el martes la presentación de la restaurada imagen del Señor de las Tribulaciones, que la experta Meritxell Barroso casi ha devuelto a su estado original, que se sitúa en el último tercio del siglo XVII, y no en el XVIII como se creía hasta ahora. La minuciosa intervención también varía la creencia de que este ecce homo fue realizado en pasta de maíz, ya que el uso de las técnicas científicas de vanguardias avalan que se trata de una imagen elaborada con telas encoladas.

Junto a la restauradora y el historiador del Arte, Gerardo Fuentes, el delegado de Patrimonio Histórico de la Diócesis Nivariense y también responsable del templo, el sacerdote Miguel Ángel Navarro admite que cuando se hizo cargo de la parroquia –enero de 2020– no era una de sus prioridades acometer la mejora de la talla, sino intervenir tres retablos por su avanzado deterioro. La pandemia de marzo de 2020 ha impedido que la imagen haya salido en procesión los Martes Santos desde entonces. Al término de la pasada Cuaresma, cuando se colocó en el presbiterio, Jesús Rodríguez, un referente en la parroquia y custodio del patrimonio del templo junto al historiador Gerardo Fuentes, advirtió que el trono estaba suelto y presentaba problemas de anclaje. «Fue el grito –lo define así el párroco– que nos hizo caer en la cuenta de la necesidad de una restauración inmediata», costeada por un feligrés.

Aunque inicialmente la rehabilitación se presupuestó en 4.800 euros, la patología más profunda incrementó el coste total en otros 2.200 euros que también sufragó.

Se trataba de elegir al experto ideal para acometer el trabajo, una misión al alcance del párroco de San Francisco, también delegado de Patrimonio Histórico, que abrió una convocatoria pública a la que concurrió Meritxell Barroso, curtida en el tratamiento de imágenes como la Inmaculada, de San Juan del Reparo; San Antonio, en San Miguel, o San Gonzalo, en El Socorro.

En julio se acuerda la intervención y el 2 de septiembre comienzan las pruebas, y la entrega el 28 de febrero. Se lleva a cabo el examen visual de la obra con luz normal (organoléptico) a radiografías para conocer el estado interior, endoscopia o videoendoscopia –que permite conocer cómo fue realizada–, a exámenes con luz ultravioleta, microscopio digital y estatigráfico para un pormenorizado estudio de la policromía.

La investigación tira por tierra la antigüedad de la talla –que ahora se data en el último tercio del siglo XVII y no en el XVIII–, y la técnica utilizada, telas encoladas y no pasta de maíz, como se pensaba. Esto cuestiona también la procedencia, que se desvincula con México para relacionarla con alguna de las escuelas andaluzas.

Primera intervención

El minucioso estudio de Meritxell Barroso descubre dos intervenciones en su historia. La primera, en el siglo XIX, tal vez a cargo del polifacético Gumersindo Robayna. Se procedió a repolicromar todas las superficies visibles, con añadidos de extensión de pelo con bucles de madera tallados y se añaden lágrimas en las ambas mejillas para dar mayor dramatismo, sin respetar los dos momentos en los que lloró Jesús, apostilla Gerardo Fuentes: la muerte de Lázaro y en el Monte de Los Olivos. Fue una intervención drástica, pues se secciona la cabeza a la altura de la garganta rompiendo el pecho en trozon, para luego montarlo con un apuntalamiento de clavos para fijar la tela al armazón con la merma de tela en volumen, aunque la recomposición no queda a nivel.

Para reforzar la tela y suturarla, se aplican yesos con estopa burdamente del cuello hacia abajo, que invaden la tela y el armazón, aunque no consta documentación.

Segunda intervención

En la década de los noventa del siglo pasado se lleva a cabo la segunda intervención hasta la que ahora asume Meritxell Barroso. La segunda actuación la lleva a cabo el experto Antonio Ayala, con quien Meritxell Barroso llegó a trabajar en otras obras. Pero el restaurador falleció y no dejó documentación sobre los detalles de su labor en el Señor de las Tribulaciones. Según el estudio desarrollado ahora por Barroso, a finales del siglo pasado se procede a la eliminación de los bucles del pelo añadidos y parte del repolicromado de la pieza, para afrontar un nuevo apuntalamiento con clavos desde la policromía hacia dentro, además de consolidar la tela y reestucado y relleno de volúmenes que tapan no solo las partes intervenidas sino mucha policromía original que fue sacada a la luz y se procede a disimular los desniveles en el pecho de la actuación anterior.

Tras este estudio pormenorizado con técnicas de vanguardia, la restauradora acomete la consolidación, limpieza y estabilidad de las telas y de la estructura fija, que evita que el soleo sufra cada vez que se instala, lo que amplía al menos un siglo más la esperanza de vida de la venerada imagen, y destierra la carnación del pecho, con zonas de policromías levantadas y grietas repartidas por toda la superficie, además de recuperar un 70% de la policromía original.

La talla fue sometida a radiografías y endoscopias por Meritxell Barroso antes de su mejora

Qué se ha hecho

Los trabajos desarrollados por la experta Meritxell Barroso han consistido en la desinsección y y desinfección para proceder a la consolidación y estabilización del soporte. A partir de ahí se acomete la limpieza y tratamiento de clavos, la fijación de la policromía para reintegrar la volumetría con sutura con hilos, y cromática, con relleno de color, para culminar con barnizado final de protección.

Valor histórico

Gerardo Fuentes vuelve a hacer énfasis en la necesidad de armar el relato histórico ahora que el origen de la talla se sitúa a finales del siglo XVII, para recordar que el Señor de las Tribulaciones ya se veneraba en la capilla del antiguo Hospital de los Desamparados, promovido por los hermanos Ignacio y Rodrigo Logman, antes del hospital civil –hoy Museo de Naturaleza y Arqueología–. Sería Fernando de San José Fuentes, capellán del hospital y amigo de la familia Logman, quien colocó la imagen en la capilla.

A partir de ahí, en junio de 1795, sería la curación milagrosa de María Nicolasa Eduardo, esposa de José Carta, tesorero general de las Reales Rentas, que se atribuye a la sudoración de la talla que se trasladó a su domicilio, en el Palacio de Carta, episodio insólito como el que vivió El Toscal, cuando en 1893 se sacó en rogativa al Señor de las Tribulaciones para pedirle que la epidemia de cólera morbo-asiática que se atribuyó al barco italiano ‘Remo’ no afectara al barrio, a diferencia de lo que ocurrió en el resto de Santa Cruz.

El historiador Gerardo Fuentes establece que antes de la pandemia de 1893 el Señor de las Tribulaciones gozaba de veneración popular. La talla se instala en la parroquia de San Francisco en 1802, y desde entonces el tercer vizconde de Buen Paso, Juan Primo de la Guerra y del Hoyo (1775-1810), bajaba de La Laguna a Santa Cruz cada Martes Santo para rendirle culto, devoción que, siglos después –el 28 de abril de 2011– le reconoció en el ámbito civil el ayuntamiento al Señor de Santa Cruz, que volverá a procesionar el Martes Santo, después de tres años sin culto en la calle por otra pandemia.

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