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Miraflores, la ‘Bosnia’ chicharrera

Los dueños de la parcela donde está la Casa Clavijo, en Miraflores, esperan hace 30 años que el Cabildo les deje disponer de los solares | El Consistorio desaloja y tapia la vivienda

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Urbanismo procede al desalojo de la Casa Clavijo, en Miraflores

El despliegue de la Policía local y Nacional advirtió ayer del desalojo del número 38 de la calle Miraflores, inmueble que estuvo tapiado y precintado y, aún así, volvió a ser okupado. Con una nueva orden de Urbanismo, los dueños decidieron clausurarla. Su mal estado es una muestra de una manzana ruinosa en el corazón de Santa Cruz, imagen propia de capitales arrasadas, en este caso, por el olvido administrativo.

Un amplio despliegue de agentes de las Policías Local y Nacional advierten al transeúnte, poco antes de las once de la mañana, de la ejecución de la orden de desalojo dictada por la Gerencia de Urbanismo sobre la Casa Clavijo, que se localiza en el número 38 de la calle Miraflores. En el lugar, junto a los agentes y el concejal de Urbanismo, Carlos Tarife, además de técnicos de la gerencia, están algunos de los propietarios de la vivienda, construida en 1925.

Momento en el que la Policía local procede al desalojo de la Casa Pisaca, en Miraflores. María Pisaca

Se trata de una de las casas que ocupa una manzana de la céntrica calle Miraflores y que, antes de que se proceda a un nuevo tapiado, sus dueños permiten conocer el estado ruinoso del interior del inmueble. El riesgo de caída de cascotes desde la fachada es insignificante si uno se adentra en una casa en la que los suelos se han desplomado por el olvido y la desidia al que las administraciones la han sometido, en especial el área de Patrimonio Histórico del Cabildo de Tenerife, que ha impedido demoler y edificar un nuevo inmueble porque, según explican los propietarios, se considera que susceptible de protección. Y esa explicación ha sido la piedra de choque durante los últimos quince o veinte años, cada vez que han intentando disponer de sus propiedad sus dueños.

Los problemas con las administraciones se remontan a hace más de tres décadas, cuando se tramitó una unidad de actuación para redistribuir el terreno en cinco lotes y el ayuntamiento exigió su cuota de participación, lo que originó un largo proceso judicial hasta su finalización. Los dueños no ocultan su sorpresa porque, cuando ya se sortearon esas trabas y se disponían a afrontar una promoción de viviendas en la antigua calle de Miraflores, sus planes se quedaron en papel mojado porque en los últimos quince años les han impedido edificar. «Somos los primeros interesados en demoler estas casas, pero no nos dejan».

Fe, vecina de la zona, gastó 6.000 euros en unas ventanas para insonorizar su casa de los ruidos del lugar

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El propio concejal de Urbanismo, Carlos Tarife, explica que la Gerencia decidió dictar la orden de tapiar el inmueble ante el peligro que supone por su mal estado, para precisar que aunque los vecinos de la zona aseguran que días atrás estuvo okupado por cuatro personas. «Cuando hemos llegado nos hemos encontrado que no hay ninguna persona en el interior»; aún así se activó todo el dispositivo, tanto policial como también desde los servicios sociales para atender cualquier eventualidad, añade Tarife.

Como concejal de Urbanismo, explica que en el Plan General que se redactó en 2013, y que luego decayó, se permitían en esta manzana edificios de hasta cinco alturas. Una de las dueñas apostilla: «llevamos treinta años intentando hacer algo y no nos dejan, y eso a pesar de que no existe una catalogación en el Cabildo, sino que creen que puede ser susceptible de protección. Hemos pedido licencia de demolición y no nos la tramitan», para agradecer el trato y la buena disposición mostrada desde el ayuntamiento de Santa Cruz, y en particular por Carlos Tarife, por impulsar una solución, en contra del Cabildo, que es donde focaliza todos los males para disponer de su parcela. «Queremos, pero no nos dejan; estamos cogidos de pies y manos, y eso a pesar de que el informe que Patrimonio Histórico encargó al Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (Cicop) descartó el valor».

No se equivocan los dueños cuando invitan a sus interlocutores para acceder a alguna vivienda colindante y tener una visión de la manzana. «Cuando lo vea desde arriba me dará la razón, que es como hacer un viaje a la Bosnia-Herzegovina de centro-Europa de 1992 a 1994, cuando quedó devastada; allí por una guerra y aquí por la desidia del Cabildo», dicen.

hgonar@eldia.es María Pisaca

Entre los vecinos de la zona, Fe, que reside en uno de los edificios colindantes a la manzana donde se localiza la Casa Clavijo, que facilita al visitante tener una visión panorámica de la zona. De la azotea, un mirador a casas terreras o de dos plantas que tienen destrozadas sus cubiertas y que solo se mantienen entre escombros y basuras abandonadas. «Aquí, por la noche, hay cuarenta gatos y trescientas ratas», explica con gracia andaluza Jesús, un extremeño que tras finalizar sus estudios en enfermería y desarrollar sus primeros años laborales en Madrid les hizo partícipe a dos compañeras la necesidad de buscar otro destino. «Yo soy tirador con arco, hago bicicleta, me encanta el mar... Fui de los primeros enfermeros neonatos y gozaba de reconocimiento. Esta profesión es un enfrentamiento constante con el dolor y necesitaba luz y vida». De ahí que hizo suyo el consejo de sus compañeros y se trasladó a Tenerife. Primero, en Tabaiba, hasta fijar su domicilio en diferentes enclaves de Miraflores, «pero siempre en el 38003», apostilla en referencia al código postal. Enfermero de neonatos durante 30 años, abrió en 2004 en Santa Cruz un centro de estética y el primer Spa de la capital, explica Jesús.

Patrimonio Histórico del Cabildo impide contruir donde el Plan General de 2013 preveía cinco alturas

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Este vecino se lamenta por el olvido urbanístico al que se ha sometido esta manzana de la calle Miraflores. A su lado, Fe, la vecina que facilita el acceso a la azotea, y a quien el concejal de Urbanismo, nada más saludarla, le advierte: «ya no va a haber más molestias ni ruidos», tras explicarle que ayer se había procedido a tapiar la casa que tantos quebraderos de cabeza a provocado a los vecinos. «Yo vine a vivir aquí en el año 2001. Allí residía una mujer mayor, que luego trasladaron a un centro, y otro varón de avanzada edad», explica, mientras se refiere al día que dos jóvenes metieron allí a un hombre, lo desnudaron y le robaron todo el dinero y sus pertenencias.

El concejal de Urbanismo, Carlos Tarife, observa la parcela donde se encuentra la Casa Clavijo. María Pisaca

«El otro día me gasté seis mil euros en instalar unas ventanas con doble acristalamiento para insonorizar la casa, porque se no podía vivir», le confiesa al concejal. Junto a los ruidos de la casa tapiada, también otros residentes aseguran que la prostitución no ha abandonado la calle, lamentando la música a todo volumen desde primera hora en una casa. «Ahí dentro hay treinta habitáculos». Mientras, los propietarios esperan disponer de sus casas en ruinas, que dejen de ser susceptibles de protección y se conviertan en una realidad para el nuevo Santa Cruz.

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