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Barrio a barrio | Valleseco

Alongados al precipicio

Más de un centenar de vecinos que residen en la parte alta de Valleseco reclaman servicios básicos como barandillas, aparcamientos, asfaltado o iluminación

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Estado de Valleseco, María Jiménez y El Rebolado en Santa Cruz de Tenerife

«Nos autodenominamos Las Fabelas de Santa Cruz», explica un vecino de la parte alta de Valleseco, que denuncia el olvido al que, a su juicio, están sometidos porque no se han asfaltado las calles de mayor tránsito desde hace veinte años, algo que no es nuevo pues tardaron lustros en colocar las farolas. El Distrito de Anaga acaba de reponer unas barandillas, dos semanas después de que un niño se precipitara a un solar.


Justo a la entrada de la parte alta de Valleseco espera al visitante Toni, uno de los vecinos de la zona, que presenta el lugar como Las Fabelas de Santa Cruz, una denominación que han adoptado los residentes de la zona, asegura. Antes de un recorrido por el lugar, muestra el problema de un laurel de indias que amenaza con dañar una construcción cercana que invade con sus raíces y ramas, si bien no ha recibido una solución. A esto se suman también los problemas del tendido eléctrico.

Alongados al precipicio

Tony advierte que «no soy de un partido político, sino de la gente que haga las cosas bien». Bajo esa premisa hace un diagnóstico del lugar, para reclamar barandillas, más limpieza... La construcción en ladera conlleva desniveles importantes, de hasta doce o quince metros de una calle a otra, lo que provocó que hace dos semanas se cayera un niño cuando paseaba con su hermano y afortunadamente pudo ser rescatado por un vecino.

Alongados al precipicio

«Aquí han pasado más de veinte años sin hacer nada, y viven personas sin movilidad», explica, mientras asegura que las calles no han sido repavimentadas en las últimas dos décadas, y las mejoras se han limitado a parches, lo que acaba por convertir las calles en pistas de rally. Tony habla con resignación, pues transcurrieron quince años hasta que se instalaron en 2019 unas luminarias en la zona. Tony recuerda que gracias a la reivindicación que realizó en El Día Televisión, de la mano del periodista Enrique Hernández, consiguieron que en dos meses se instalaran unas farolas que se pedían desde hacía 15 años.

En la parte alta de Valleseco se advierte la mejora precisamente en el firme de la calle El Pozo, en una vía que no tiene tanto tránsito como la calle Belén, que era a juicio de algunos residentes las que se tenían que haber mejorado, explican mientras se sortean escalones para llegar a la edificación en altura. «Algunas barandillas las lijaron, sacaron fotografías para anunciar que estaban mejorándolas y se olvidaron de rematar el pintado», precisa, mientras queda de manifiesto el desconchado entre unas y otras.

En el paseo por el barrio, los residentes recuerdan la labor realizada tanto por este núcleo como por Anaga en general de Severiano Bermúdez, padre del actual alcalde, quien formara parte del equipo del recordado alcalde Manuel Hermoso. Pero ese mimo contrasta con un barrio que está tomado por el rabo de gato, con solares sin murar y sobre todo con unas barandillas que son insuficientes para garantizar la seguridad de los transeúntes.

En el paseo, también Tony lamenta la falta de civismo de algunos vecinos que sacan de paseo a sus mascotas y no recogen el marrón. «Gracias al anterior responsable de distrito nos colocaron una papelera en la zona», dice este residente, como quien justifique que el no tener dónde depositar la bolsa con los excrementos llevara a los residentes a no recogerlos. Busca esa explicación, aunque no lo disculpa.

Entre las vías de la parte alta destaca las calles Ramón Bota y José García por la limpieza y cuidado de la zona gracias a los vecinos, que incluso algunos de ellos han plantado un pequeño jardín frente a su vivienda. En José García fue donde se cayó el niño hace dos semanas. Los residentes precisan que no ha sido un episodio aislado, también se recuerdan al menos otros tres casos más en los últimos cuarenta años, como el que sucedió cerca del campo de fútbol de Valleseco.

Un monumento para Siro Mesa

En el trayecto por las calles el visitante se encuentra a Siro Mesa, encargado del servicio de limpieza de esta zona. «A este hombre hay que hacerle un monumento por el trabajo que desarrolla», reconoce Tony, mientras Siro explica que comienza su jornada a las cinco de la mañana. Los lunes son mortales, porque se dedica a recoger los envases que dejan los jóvenes allí. Además, su labor no se ciñe a mantener limpia la vía pública, sino que ayuda a los mayores o personas con discapacidad a acercarle la basura hasta el contenedor.

Su experiencia solidaria contrasta con la de otros residentes que dejan las bolsas por fuera de los recipientes, como se puede observar en la visita a la parte alta del barrio. Es la cara del otro Valleseco, que viene marcado por la calle 8 hacia arriba.

Siro Mesa es todo un personaje. Nacido en Taco, fue peluquero en Camino La Hornera y en los últimos 44 años se ha dedicado a sacar cantera del mundo del folclore enseñando diferentes instrumentos como pionero de la escuela municipal de Arona o participando en la de Garachico.

Otro de los problemas son las humedades, pues el mal remate del asfalto en su encuentro con las fachadas ha provocado que se cuele el agua a las habitaciones que están por debajo de la rasante de la calle de arriba, en unas vías que apenas tienen espacio para que pase un coche. De hecho, cuando se aproxima un vehículo es el peatón el que tiene que buscarse un apartadero para facilitar el tránsito. Conseguir una plaza para aparcar tiene premio, de ahí que los vecinos hayan solicitado, sin mucho éxito, que se acondicionen dos solares municipales.

En uno se planteó habilitar un parque, «cuando en realidad lo que hace falta aquí es un sitio para dejar los vehículos», explican los vecinos del otro Valleseco, que reconocen que «aquí hay una densidad de tres coches por vivienda, y no hay sitio para aparcar». Los vecinos de la parte alta de Valleseco se resisten a que tengan que esperar para disfrutar por una calidad de vida que se hace de rogar.

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