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Barrio a barrio | San Antonio o barrio de Los Cacharros

Padres del colegio Echeyde I solicitan presencia policial y limpieza en la zona

Piden plazas para personas con movilidad reducida y limitar el paso en una calle próxima

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Problemas de accesibilidad en el colegio Echeyde I Delia Padrón

Padres y madres del colegio Echeyde I, en el barrio de San Antonio o de Los Cacharros, denuncian las carencias que soportan tanto la comunidad escolar como los vecinos de ente núcleo en especial desde que confinamiento, cuando el referido centro escolar amplió de dos a tres los accesos para los alumnos, con el objetivo de garantizar el cumplimiento de medidas de seguridad para evitar posibles contagios por el covid.

De la mano Idaira Cruz, el visitante se adentra a las carencias que afectan a los tutores y a los 1.317 niños que integran el censo escolar en un colegio que abrió sus puertas en los años ochenta. En este centro, los alumnos del ayer son los padres de la nueva generación que acude a Echeyde I; ocurre en el particular de Idaira, madre de dos niños, y hasta con Lolo, uno de los tres porteros que custodia los accesos del centro. A sus 38 años, aunque residen en La Salle, mantiene a su pequeña en el centro donde trabaja.

Cuatro son las principales demandas que dirigen los familiares de los alumnos: habilitar y regular aparcamientos –tanto normales como para personas con movilidad reducida–, erradicar el campo de minas en el que los vecinos han convertido la zona con los excrementos de sus perros, la demanda de presencia policial que actúe de forma disuasoria –en especial en los dos accesos por la calle de La Vica– y la mejora tanto de la iluminación en las canchas públicas que se localizan junto al centro.

Veinte minutos después de la hora de entrada de los niños en sus aulas todavía hay rastro de la marejada de vehículos que inunda la calle, en su mayoría sobre las aceras de las vías próximas, momento en el que llega Manoly con hijo, que padece un 68 por ciento de discapacidad en su movilidad, y que tras dejar al pequeño en clase se suma a al recorrido.

Manoly agradece la atención especializada que presta el Echeyde I a los niños que asisten a las dos aulas en clave del colegio. Tan exquisita es que fue decisiva para que se decantara por este colegio de enseñanza concertada de Ofra a pesar de que ella reside en Radazul. Pero merece la pena por el exquisito trato, reitera. Sin embargo, lamenta que con dos Aulas en Clave y otra de transición a la vida adulta y... no hay plazas reservadas los vehículos con movilidad reducida. La propuesta es tan válida para los padres de los niños como para los vecinos del barrio de San Antonio, pero han pasado inadvertidas para los gestores municipales, se lamentan las madres.

Antes de dar la vuelta a la manzana que forma el Echeyde, Idaira precisa que se habilitaron tres accesos por el covid: uno cerca de la calle Rosalía de Castro, a través de un peatonal que acaba inundado de los vehículos del propio profesorado, y por La Vica, otros dos. En estos últimos entran los estudiantes de quinto y sexto de Primaria más los de Secundaria.

¿En qué influye la división de los accesos? Idaira explica su caso, al igual que le ocurre a otros padres que tienen dos o más hijos: uno entra por la zona más próxima a Rosalía de Castro y otro, por la calle de La Vica. Para llegar de un lado a otro, los tutores tienen que transitar por una pista de tierra, por donde ya han caído algunos mayores y que se torna en misión imposible cuando llueve.

«¿Ves la esquina de aquel edificio? Hasta ahí teníamos que llegar antes porque el pasillo que separa el colegio del edificio Cobasa lo cerraron con una valla y un candado los vecinos porque estaban casados de las molestias ocasionadas por el tránsito. Al final, un portero le dio la llave de la puerta y la mayoría de los padres se han hecho con ella», explican Idaira y Manoly. Además, se da la circunstancia de que los padres realizaron las consultas en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, gracias a las facilidades dadas por el concejal popular Carlos Tarife –concejal de Urbanismo, y que acreditó que la titularidad del paso cerrado por los vecinos del inmueble es de titularidad pública, por lo que ahora tendrán que quitar tanto la valla como la puerta.

La visita a la calle La Vica permite descubrir que continúan las obras para mejorar la accesibilidad que comenzaron en agosto y que, aunque con un plazo de tres meses, todavía están en ejecución los trabajos que suponen un desembolso de 79.713 euros, y no hay visos de que acabe en pocos días. Los trabajos se traducen en la supresión de aparcamientos para facilitar la mejora de las aceras, lo que supone diezmar la posibilidad de estacionar los padres para dejar a sus hijos, hasta el punto de haber sido motivo de acaloramientos, y algún enfrentamientos, entre quienes dejan su vehículo y le cierran el acceso a los padres de sus compañeros. De ahí que los miembros de la comunidad escolar demanden la presencia policial. «Yo no te digo que vengan todos los días a multar, pero por lo menos que se den una vueltita como medida disuasoria y que algunos cojan respetos», añaden otros padres.

De regreso al colegio, de nuevo por la pista de tierra, que lleva el nombre de Pardo Bazán, Idaira y Manoly dicen que, según Tarife, la parte más próxima a la Autopista del Norte es de titularidad insular y la zona cercana a Cobasa, municipal. «Por lo menos, que vengan a limpiar la zona, porque esto se pone imposible los fines de semana, lleno de todo», se lamentan.

Desde la parte alta del acceso asfaltado que pasa entre las canchas públicas y el Echeyde, Idaira asegura que esa pista la habilitó el colegio para facilitar el tránsito de la guagua, «ahora, en un escrito, vamos a solicitar al Ayuntamiento que se permita cerrar porque esto es el campo de minas de los perros de la zona». También precisan que una de las dos canchas de deportes las utiliza el colegio, hasta el punto que la más próxima al Echeyde incluso la limpia el servicio del centro escolar. «Desde el día 1 robaron los cables y todo eso está a oscuras», se lamentan.

«La cancha estaba llena de todo, hasta de jeringuillas, latas de cerveza, excrementos de perros», cuentan, para insistir en el abandono en el que se encontraba la zona de juego de bochas. «Mira la diferencia, se ve claramente», señalan desde la calle Pardo Bazán, con una instalación limpia, donde los alumnos hacen deporte, y otra, en paralelo, abandonada y con el rastro del olvido, para atribuir el buen estado al cuidado que le presta el propio colegio. «Preguntamos por la titularidad de las instalaciones y no se saben si son del ayuntamiento o del Cabildo, porque se hizo la obra de mejora y ni consta que fuera entregada». Al lado, los antiguos vestuarios, que sirven de morada para un mayor.

Las madres, y hasta el personal del colegio, plantean esta mejoras no solo el bien de la comunidad escolar del Echeyde I, sino para dar un impulso a la calidad de vida de este barrio de Ofra, como si fuera en el centro de la capital.

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