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Barrio a barrio | San Andrés

Las humedades se ‘comen’ las viviendas de la ladera de San Andrés

Vecinos de las calles Saratoga y Azor atribuyen las filtraciones que padecen en sus

casas al mal estado de la red de saneamiento | Provoca condiciones insalubres

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Humedades en una casa de la ladera de San Andrés María Pisaca

Más allá de la playa de Las Teresitas y las futuras intervenciones en la calle El Dique –que será peatonalizada– y en el viejo castillo, hay vida de vecinos que, aunque en la ladera del pueblo de San Andrés, lanzan una llamada de auxilio hartos de filtraciones de aguas que se cuelan en sus viviendas.

«Las humedades se están comiendo nuestras casas», concluyen los residentes de la calle Saratoga, a la que se accede desde la vía Arponero. Hasta la ladera es más fácil subir en coche que encontrar un sitio para estacionar, pero lo peor es la situación que afecta a las viviendas que se construyeron a mitad del siglo pasado.

De la mano de Goyo Reverón, vicepresidente de la Asociación de Vecinos El Pescador, y de Yone Febles, de la ONG Abrigos y Sonrisas –con sede en el pueblo de pescadores–, el visitante se adentra entre las casas de autoconstrucción que los residentes levantaron con mucho esfuerzo y que atesoran toda una vida de trabajo y ahorros. «Hace un año vinieron técnicos de Emmasa y realizaron una inspección para ver de dónde vienen las filtraciones. Incluso echaron cemento en la terraza de una casa pensando que por ahí se filtraba el agua, pero no se logró mejorar la situación», comentan.

Otros vecinos de la calle Saratoga mantienen su particular versión de qué ocurre. «En la parte alta había una casa de una sola planta y encima se construyó un segundo piso, eso provocó el hundimiento de la calle», explican mientras recorren la zona. Una residente asegura que en aquella inspección los técnicos reconocieron que no tendrían garantías de que fueran a levantar la acera, repusieran el saneamiento y se arreglara... «¿Y si no es eso? ¿Quién nos asegura que se arregla así esta situación? ¿Y si no logramos evitar las filtraciones quién repone el dinero?», preguntaron.

Azucena González, de 52 años, es una de las vecinas que ha visto crecer el pueblo de San Andrés desde la ladera, donde se establecieron sus progenitores. Su padre, natural de La Gomera, trabajó en el muelle hasta que falleció con 55 años, y su madre se encargó de sacar para adelante a su prole, seis varones y una chica; esta última se encarga de atender a su madre, que tiene 87 años y vive entre humedades, junto otros cinco hijos.

«Aquí pusieron el saneamiento para escapar. Cuando se construyó el segundo piso de una casa cedió el suelo y la tubería, que es de hormigón, se rompió», es la reflexión que comparte Azucena con los representantes vecinales que alertan del mal estado de las viviendas a consecuencia de la red, dicen por intuición. Su base científica para llegar a la conclusión de que las aguas negras se filtran es el mal olor que se ha adueñado de las diferentes dependencias de la media docena de viviendas afectadas por las humedades. Goyo Reverón advierte de que estas filtraciones provocan que se mezcle la red de aguas y el alcantarillado. En la visita a las casas de la calle Saratoga, sus propietarios admiten que han trasladado a la asociación de vecinos El Pescador su malestar y preocupación por las condiciones insalubres de las viviendas, sin que hayan formalizado una protesta formal ni en la Concejalía de Servicios Públicos ni en Emmasa. Y aún así los técnicos realizado la inspección hace un año atendiendo el requerimiento del colectivo vecinal, sin que se haya resuelto la situación.

En la casa de Azucena, la situación empeora conforme el visitante supera el pequeño salón que se encuentra a la izquierda y llega a la habitación del fondo. «Las humedades se lo están comiendo todo», se lamenta. Al lado de esta vivienda, una casa abandonada y siguiendo el paseo, el hogar de la familia Carcines Torres, que se instaló en la zona en 1962. Mary Carmen sentencia: «Las tuberías están reventadas», e invita a pasar a la casa donde, en la escalera, ha instalado unos mosaicos para evitar que salgan las humedades, si bien junto a la puerta de un cuarto el agua filtrada las ha dejado en el aire y se mantienen con cinta de la que se utiliza para empaquetar. Esta mujer se adentra a la habitación para explica que es la tercera vez que desmonta los armarios. El mal olor se impregna en la ropa, por lo que acaba en la basura; algo similar pasa también con un colchón. «Tenemos todo perdido», explica Mary Carmen mientras hace un recorrido por esta casa donde se vive en vertical: abajo el recibidor y una estancia, luego la escalera que permite el acceso a otra habitación... y ni aún así evita que la humedad haga estragos.

Esta residente no olvida los sacrificios realizados para construir la casa porque no había agua y por la noche iban al chorro del pueblo o donde estaban los militares para cargarla y subirla para construir las viviendas. «Si tenías dinero pagabas para que los materiales te lo trajeran los burros del gomero, que vivía en El Bailadero. Aquí se trabajaba día y noche».

Las humedades se ‘comen’ las viviendas de la ladera de San Andrés

En la calle Azor, en la parte alta de la ladera de San Andrés, Juanita vive con su madre y también con dos hijos. «Tengo 55 años y llevamos con estas humedades hace más de tres años, pero no han hecho nada», se lamenta. El diálogo con los vecinos permite conocer que los técnicos de Emmasa sí han realizado inspecciones e incluso han colocado hasta cemento en alguna zona, pero la solución se resiste.

El vicepresidente de la asociación de vecinos El Pescador no oculta su desesperación. «Llevamos muchos años reclamando una solución y se han intentado poner parches pero no se ha dado una solución a la situación en la que viven las familias». Yone Febles precisa: «En la mayoría de los casos son familias con seis o siete miembros que cobran dos pagas que suman mil doscientos euros y que apenas les da para comer. Además, se trata de filtraciones que vienen de la calle y les afecta a sus casas. No pueden vivir así».

Goyo insiste: «Esto se remonta a hacer muchos años; ya le hemos dicho a los políticos que es cuestión de levantar unos 35 metros cuadrados de acera y reponer las tuberías de saneamiento, que son de hormigón y están destrozadas». Los vecinos ya no temen el mal olor y que la humedad se cuela por las paredes, sino tienen miedo a que se caigan sus techos.

En conversación con los dirigentes vecinales y los propietarios de las calles Saratoga y Azor, todos coinciden. «Las humedades afectan por igual a todas las casas de la ladera de San Andrés, aunque por ahora se situación se cebe con las viviendas de la parte alta». De nuevo Goyo alerta de que la rotura que intuye que existe en la red de saneamiento provoca que se mezclen en las aguas negras y la de los pluviales. «Esto ya lo saben los políticos, ahora hace falta que se resuelva la situación», reclama.

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